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Café Montaigne 48
Estuve varios días en la Ciudad de México en el mes de noviembre por tres motivos: escuchar el concierto de “Apocalyptica” en el Teatro Metropolitan, asistir a una junta de planeación del Centro Cultural Nómada que dirige el narrador Armando Oviedo, con miras a asistir como maestro y a la mayoría de sus eventos, cursos y talleres en el primer semestre del próximo año y tres, asistir con los ojos abiertos como platos, a la exposición “Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte”, exposición de primer orden que se encuentra en el Palacio de Bellas Artes: un deslumbramiento. De paso, y también con base en sus múltiples ocupaciones, traté de saludar a varios políticos avecindados en la Ciudad de México: Hilda Flores Escalera, Jericó Abramo Masso, Armando Luna Canales y Enrique Martínez y Morales.
Mandé mensajes vía SMS, es decir, mensajes de pobre, desde mi desvencijado celular. Tanto Enrique Martínez y Morales como el diputado federal Jericó Abramo Masso tenían agenda saturada. Con Masso replanteamos dos días la cita y al final no se pudo concretar, pero el diputado estuvo al pendiente de que este escritor estuviera bien y sin problemas en la capital. La senadora Hilda Flores, sirena entre tiburones en el mismo Senado, me franqueó las puertas y me atendió de maravilla.
No obstante que la agenda estaba harto complicada: ese día atendía a una comisión de priistas del Estado de México, a los cuales me presentó. También recibía a otra comisión de Chihuahua. Al día siguiente de nuestro encuentro, viajaba en gira de trabajo por Veracruz… En fin, casi con el don de la ubicuidad, me recibió un buen tiempo y charlamos de todo un poco. La sirena es bien vista allá, donde el remolino de la ciudad aspira al País, y sus dotes de negociadora la hacen pieza fundamental en el ajedrez político nacional. Armando Luna no contestó. Imagino que pensó que sólo doy molestias; pues sí, parte es a lo que me dedico. En fin, debió haber estado harto ocupado. Fin.
El proyecto del Centro Cultural Nómada de Armando Oviedo va con viento a favor. Como su nombre lo indica, no hay un espacio físico del Centro, no; el Centro va a donde se le llame en varias vertientes a saber: es una especie de “llame y nosotros vamos a domicilio”. Una trama de cursos, talleres y seminarios que impartimos como gitanos, húngaros que cargan (cargamos) bajo nuestra alforja variados conocimientos para la formación integral de los educandos. Entre los maestros que forman parte del staff están el mismo Oviedo, Jordi Pannon, Oscar González, Ernesto Corte, su servidor y otros maestros más.
ESQUINA-BAJAN
El Centro Cultural Nómada se ha presentado con buen éxito lo mismo en Torreón, Puebla, Hidalgo y claro, la Ciudad de México. Por estas fechas terminan los cursos y talleres en ese espacio en el cual he estado como maestro residente, “El Faro”. Y hoy, por motivos de la nueva vida tecnológica y de redes, pues ya no son talleres de creación literaria, sino “escritura creativa”. En fin. Se programó mi participación en varios espacios y comenzando apenas enero de 2018. Y claro, con el maestro Armando Oviedo y su familia, nos fuimos a escuchar a la banda de cellos que vinieron a renovar el metal desde su aparición hace 20 años. De hecho, este fue su concierto de aniversario. A 20 años de la grabación de “Apocalyptica Plays Metallica”, su primer disco al tocar a la clásica banda metalera, pero en violonchelo.
Quien esto escribe quedó afónico de tanto grito y el maestro Oviedo, como los miles de asistentes, no dejó de mover su cabeza al ritmo de los acordes que sí, dan energía de otro mundo.
Apenas a meses del terrible terremoto de septiembre, la Ciudad de México renace de sus cenizas. Esta ciudad nunca va a caer. Lo fuerte de su vida son sus habitantes. Esos hombres y mujeres que lo mismo le pueden robar a uno su billetera en el Metro, como dar la vida por el vecino para sacarlo de los escombros. A mí en lo particular me ha ido bien siempre, salvo episodios menores de inseguridad que no vale la pena reseñar. Los resabios del terremoto se veían focalizados en áreas, pero aquello era como siempre, un hervidero de cultura, exposiciones, conciertos, vida nocturna y también un hervidero de personas en marchas y protestas. De hecho, me uní a una donde miles de menesterosos de la zona poniente capitalina, exigíamos no pagar la luz. Ojo, me incluí, yo tampoco la quiero pagar en honor a la verdad. La marcha colapsó el Paseo de la Reforma e Insurgentes.
Y lo mejor viene al final: de varios días en la capital, separé una mañana cualquiera para asistir al bello e imponente Palacio de Bellas Artes y admirar, embrujado y arrobado bajo eso llamado el “Síndrome de Stendhal”, la exposición “Rojo mexicano. La grana cochinilla en el arte”. No, señor lector, esta exposición nunca llegará a tierra bárbara como lo es Coahuila, porque sus autoridades de cultura lejos están de programar y solicitar este tipo de materiales los cuales nos acercan a lo mejor del arte universal.
LETRAS MINÚSCULAS
Solamente le digo que el cuadro, la famosa recámara de Vincent Van Gogh en Arles, le provoca a uno ese espasmo en el corazón al que se le llama “Síndrome de Stendhal”.