Elogio de la locura

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Elogio de la locura

A trompicones. Avanzo a trompicones en agregarle letras a los diversos libros que siempre, siempre tengo en producción. ¿Cuándo voy a terminar? Espero pronto. Nada urge. Pero si aprieta la vida. Pero antes que escribir o publicar, hay que leer. Y lo mejor, vivir. Por estos días me detengo en una grueso archivo que tengo con los gérmenes o semillas que he ido publicando en este generoso espacio, lo que bauticé como “El Libro de los Elogios”, cosa que hay que cambiarle un poco el nombre, hay un libro de tal bautizo, viejo por cierto, de Alberto Manguel. En fin, será cosa posterior. Lo importante es la materia prima. Y la sustancia es esta precisamente, estos elogios los cuales estoy reescribiendo y abonando en ellos ideas y oraciones. 
 
Y este tema por lo demás, no cabe, digamos, en una sola columna. El tema siempre será inagotable y es inconmensurable: es la locura. Tratar el tema de locos. E inmediatamente viene a la mente aquel “Elogio de la Locura”, como comúnmente se le conoce en las traducciones al libro de Erasmo de Rotterdam (1467-1536), pero que en realidad y de acuerdo con espléndida edición, notas y estudio de la editorial Akal, a cargo de Tomás Fanego, debería de ser “Elogio de la Estupidez” y no de la locura (demencia, insania, amnesia…). En el volumen de marras y explicando de la traducción del título, se realiza la feliz apreciación: no todos los locos son unos tontos, ni todos los tontos están locos. 
 
Rotterdam discurre y se solaza con la estupidez, no con la locura. Juega, gambetea, pincha, analiza, bromea, lanza dardos envenenados, come pan con mala leche, la disfruta y la comparte. Satiriza, engola la voz y la pluma de ganso, ironiza, dispara… 
Libro y reseña para otra ocasión. Pero si hemos de hablar de la locura y los seres humanos confinados en su cárcel mental, la cual no pocas termina en un presidio, reclusión y soledad física en espacios destinados para ello, el escenario será devastador. 
 
Es devastador al día de hoy. Desde que el hombre es hombre, tiene inteligencia y conciencia, siempre ha habido locos. Comportamientos sin duda que escapan a las “normas comunes” de todo mundo y en todo tiempo de la historia. Si usted es un hombre, una mujer de fe, los Evangelios dicen que la sabiduría de los hombres de letras es locura a los ojos de Dios y no pocas veces la sabiduría de Dios (en el Antiguo Testamento) es locura a los ojos de los hombres. Cosa no menor. Usted recuerda aquel reclamo de Festo, gobernador de la provincia romana donde Pablo fue hecho preso: “Estás loco Pablo, las muchas letras te vuelven loco…” (Hechos 26:24).
 
Esquina-bajan
“Parecer estar loco es el secreto de los sabios”. Dijo Esquilo para enderezar la mente turbia y revuelta de este tipo de ¿genios? En Viena y bajo el reinado de Joseph II (1741-1790) se impulsó o creó, digamos, la primera institución médica destinada especialmente a enfermos mentales. La famosa “Torre de los Locos.” Una impresionante construcción circular para enfermos mentales. Y aquí se tenían clasificados a estos, con aquella taxonomía de la antigüedad a la cual he hecho referencia cuando hablo de los tristes de corazón: los deprimidos de hoy, melancólicos ayer. Se clasificaban en cuatro grandes bloques (humores): bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre. Asociados a los comportamientos: melancólicos, colérico, flemáticos y sanguíneos. 
 
“La Torre de los Locos” tenía cinco plantas (los cinco elementos): tierra, agua, fuego, agua y éter. Cada planta con 28 celdas para los aquí recluidos. En todo, hasta en la locura (el tarot, específicamente el de Marsella) hay simbolismo, arcanos y hermenéutica que analizar y discurrir. 
 
Para un “loco”, nada es fijo, todo es un viaje errante. Pero también y desde siempre, a este tipo de gente, digamos, “no normal”, se les confina a torres, lugares herméticos. No pocas veces siniestros. Los cuales contribuyen ahora sí, a su demencia.  
 
La historia y la literatura ¿quién imita a quién?, está plagada de personajes los cuales deambulan entre la locura y la cordura. A veces perdiendo una o ganando otra. El caso más famoso es el del hidalgo, don Quijote el de la Mancha. El cual usted lo sabe, oscila entre la manía; la locura que dan los libros, como a Pablo las muchas letras, una melancolía emperrada y las alucinaciones. La más famosa, confundir a los molinos de viento con terribles y peligrosos gigantes. Caray, ya me acabé el espacio: otro personaje es Alicia, la del País de las maravillas. Como no, “Madame Bovary”. Y en torre de locos estuvieron Juana “la loca”, Frederich Holderlin, Rudolf Hess…
 
Letras minúsculas
Ayax masacró a un rebaño de ovejas al confundirlas con… líderes aqueos. Igual que el Quijote. Sin duda, regresaré al tema.