Sobreviviendo a Trump

Usted está aquí

Sobreviviendo a Trump

Con el edificio del Capitolio en Washington como fondo, hace exactamente un año, Donald John Trump tomaba protesta como el presidente número 45 en la historia de los Estados Unidos de América. Sí, estamos hablando del empresario que se aprovechó los agujeros del régimen fiscal de su país para pagar menos impuestos, del acosador sexual que en público se ha burlado de las mujeres, del hombre acusado de participar en una compleja trama donde intervino el gobierno ruso apoyándolo para hacerse de la oficina oval.

La misma persona que niega el cambio climático, quizás junto a la pobreza, el problema más grave que vive el planeta. El que ha ordenado terminar con los 800 mil jóvenes “dreamers” y su programa DACA, americanos en todos los sentidos, con la excepción de su estatus migratorio. La persona que ataca a los medios de comunicación a los que ha llegado a llamar como “enemigos de la gente” porque publican noticias que no le gustan, a las que de inmediato cataloga como “fake news”.

El hombre que se mofa de las personas con discapacidad o el que no desconoce sus lazos con los grupos supremacistas blancos. Un racista que ha llamado a los mexicanos ladrones de empleos y proveedores de las drogas que los habitantes de su país consumen. El que quiere construir un muro entre ambas naciones, barrera que no ha sido necesaria en más de 200 años de relaciones institucionalizadas. El que hace unos días se refirió a El Salvador y Haití como “países de mierda”.

Pues si, es ese mismo Trump el que hoy hace un año es Presidente del que para bien o para mal, el país más poderoso del mundo y además nuestro vecino. Estos 365 días no han sido fáciles para nadie.

Su gobierno ha sido el del conservadurismo económico triunfante. La obsesión por desmantelar regulaciones financieras, ambientales y comerciales que han estado en la mira corporativa durante años. La renuncia al TPP y la amenaza constante de que sin muro no habrá más TLCAN.

En este segundo año, sus opositores demócratas sueñan pensando en que en la renovación de algunos escaños en el Senado, los resultados electorales cambiarían fundamentalmente la ecuación de poder en Washington y pondrían al presidente en una posición extremadamente precaria.

Que con algo de suerte y honestidad, algunos de los involucrados en la trama rusa harán revelaciones sobre la administración de Trump que cruzará la línea de aceptabilidad. Que habrá nuevos hallazgos de la investigación del fiscal Robert Mueller sobre Rusia y estos serán la gota que derramará el vaso; que un nuevo descubrimiento finalmente hará que el Congreso diga:”¡Suficiente!” y que la posibilidad de un juicio político se volvería real y la perspectiva de que sea obligado a renunciar.

En lo personal no lo creo. Y es que una y otra vez, Trump ha demostrado que puede, de hecho, hacer casi cualquier cosa y salirse con la suya. Con un sistema político tan disfuncional, con una oposición y grupos de poder entumecidos políticamente, tal parece que todo lo que haga Trump será tolerado. Así que su segundo año en la presidencia será otro de montaña… rusa por supuesto.

Seguirá siendo un hombre manejando la nación como su imperio privado de bienes raíces, un autócrata, el líder todopoderoso e intachable que no puede hacer nada malo porque nadie que trabaje para él puede decirle que está haciendo mal sin perder su trabajo y enfrentarse a la humillación pública ¿No les suena familiar esta clase de comportamiento a quienes padecieron en forma directa e indirecta los desplantes, groserías y ataques de un tipo que apenas hace mes y medio por fin se fue de estos rumbos?

Así que vaya olvidándose de esas ingenuas esperanzas de que Trump se vuelva más tolerante. Él es y seguirá siendo la misma persona de los últimos 70 años: ignorante, petulante, poco ético, avaro, conspirador, desagradable, desvergonzado, intimidante, egocéntrico.

Donald Trump tomó una nación dividida y en lugar de tratar de sanar esas divisiones, las ha exacerbado. Lo hace porque descubrió que los resentimientos de clase, el racismo y la xenofobia que se convirtieron en puntos álgidos durante las elecciones se han endurecido, no han sanado. Y esa es aunque duela su ventaja.

@marcosduranf