Hablemos de Dios 53

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Hablemos de Dios 53

Sexo, erotismo y religión van de la mano. Vaya pues, es la vida misma. Y el sexo y erotismo anudado a las letras religiosas, el fenómeno religioso el cual exploró Carlos Fuentes, forman una triada constante en varios de sus libros señeros. Los leí en su momento. Los reseñé en un periódico de la localidad por aquellos años lejanos de la década de los noventa del siglo pasado. Los recordaba poco, pero los libros aún tienen mis muescas y huellas, es decir, aquellas letras que subrayé conforme avanzaba en su lectura. 

Reacomodando mi biblioteca me llamó la atención, una vez más, en uno de ellos su bella portada: el cuadro “La Inmaculada Concepción” de Francisco de Zurbarán. El libro es “Constancia y otras novelas para vírgenes”; fue publicado en 1990 por el FEC (Fundación de Estudios de la Comunicación), y sí, se deja leer bien, a secas. Los textos, cuentos largos o novelas cortas, según sea su enfoque y clasificación, señor lector, abren golosamente esa herida –el sexo de la mujer– la cual nunca cierra y siempre mana miel y deseo. El segundo libro es igual, un cuento largo/ novela corta. Es “Cumpleaños” un texto de fantasmas, tres, como la divina trinidad. Tres que son dos. Trama retorcida donde se muestra un Fuentes en dominio total de su enciclopédico conocimiento. 

El texto es tan misterioso y etéreo como “Aura”. Aquí se muestra a un dotado Carlos Fuentes en plenitud de facultades. No así, para mi gusto, cuando en madurez escribió aquellos textos de “El naranjo” o la deplorable ópera de Santa Anna; destellos en dichas piezas. Pero aquí, la erudición de Fuentes y su erotismo, su prosa poderosa y multitonal se dejan sentir con suficiencia. Usted conoce la trama: tres personajes, tres fantasmas que pueden ser dos (¿la trinidad católica?). Dos hombres y una mujer en un triángulo de vida, amor y odio, en un universo cerrado de una casa sin fachada, pero sí un laberinto que se desdobla en el tiempo, en ciudades antiguas y modernas y, claro, en sus propias vidas. Es decir, tres personajes que son dos. Un niño y un hombre que al final son uno mismo, los cuales copulan con Nuncia, uno de esos personajes femeninos de Fuentes que arrasan todo a su paso, incluyendo nuestra capacidad de asombro. 

En 'Constancia y otras novelas para vírgenes', la erudición de Fuentes, su erotismo y su prosa multitonal se dejan sentir con suficiencia "

El libro es corto en letras y grande en erudición y pasiones desbordadas. Lo invito a leerlo, lo cual usted tarda poco tiempo, pero en su mente quedan imágenes perturbadoras. El erotismo se muestra desbocado para este especial caso y trama sabatina, lo vamos a dejar de lado. Pero usted recuerda que en este opúsculo aflora el sexo siempre abierto de Nuncia (una mujer la cual, y a obediencia extrema siempre, anda en los cuartos de esta residencia embrujada, a cuatro patas; sí, perra o gata en celo, incluso come de un plato sobre el piso…), vulva, herida vertical que nos lleva del cielo al infierno en el mismo viaje.

ESQUINA-BAJAN
La pequeña novela es un tratado de sabiduría, tejido de personajes y escritores, lecturas reposadas y buena prosa, entre la ficción y la enciclopedia, lo repito. Hay presencias identificables: los evangelios, la heterodoxia medieval, la filosofía cristiana; Tomás de Aquino, Dios, Siger de Brabante… que hasta la última página del texto sabemos que es el nombre del personaje del cual hemos leído ya todo. Decía el sabio Aristóteles   “Y algunos dicen que el alma está mezclado en el todo, de ahí también quizá que Tales (de Mileto) haya pensado que todo está lleno de dioses”. ¿Usted qué piensa señor lector? ¿Eso llamado alma, lo que anima, es lo mismo que el espíritu, el soplo de vida? ¿Espíritu bueno o malo? “… y el espíritu malo de parte de Jehová vino sobre Saúl…” 1ª Samuel 19:9. 

Escribe Fuentes en su novela: “Dios dejó incompleta la creación. Esa es su imperfección. La verdadera creación debió de haber sido absoluta, fatal, sin fisuras, sin posibilidades ulteriores; un verdadero Dios no pudo entregarla al capricho de los hombres débiles y concupiscentes. Completarla, sin embargo, es la carga de los hombres”. Sin duda, señor lector. Fuentes tiene razón en su remate. Nuestra mayor tragedia es que somos libres. El libre albedrío. Usted siempre va a decidir entre lo bueno y lo malo, completar o mutilar la creación de ese Dios que juega a los dados con nosotros.

En otro párrafo demoledor donde platican sus personajes (el soliloquio en el lecho de muerte de Siger de Brabante), espeta entre balbuceos: “…tres tesis escandalizaron al mundo; la primera fue la de la eternidad del universo; la segunda, la de la doble verdad; la tercera, la de la unidad del intelecto común. Si el mundo es eterno no pudo haber creación…”. Tesis perturbadora que se enuncia y es el pacto de Dios con los hombres (Noé) en el Génesis, capítulos 8 y 9. Es decir lector, el mundo, la tierra nunca perecerá, nunca terminará. Si usted cree que la palabra de Dios es perfecta, la tierra seguirá girando por “siglos perpetuos” (Génesis 9:12). Entonces ¿cuándo llegará su reino, el cual espetó una y otra vez Jesucristo para sembrar el miedo? ¿Hay contradicción aquí? Ya ve que esto no es fácil y es bueno meterse en honduras.
 
LETRAS MINÚSCULAS
Lea el par de libros de Fuentes, se va a entretener de a madre.