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Células cancerosas con nombre y apellido
Memorice por favor el nombre de estas cinco escorias legislativas porque acaban de apuñalar al Estado y a todos sus habitantes
Vamos a suponer —¡ni lo mande Dios! ¿Verdad?—, que un buen día mientras se rasca salva sea la parte, se detecta una irregularidad, digamos, una protuberancia del tamaño de un pistache, la consistencia de un pandita de goma y el color de los cerezos en el otoño.
Creo sin temor a equivocarme que inmediatamente después de ver pasar toda su vida frente a sus ojos, le dirá a su secretaria: “Señorita, cancele todas mis citas…. y pregúntele al doctor Ragnarok si me puede recibir esta misma tarde”.
Como su secretaria es la aplicación Siri y ésta entiende siempre lo que le da su chingada gana (es más probable que le saque primero una cita para ponerse uñas de silicón), lo más seguro es que tenga que concertar la consulta con el especialista en cuestión usted mismo.
Ya en la tarde, rumbo al consultorio, usted intenta convencerse de que tras auscultarlo le dirán que la protuberancia del tamaño de un pistache, la consistencia de un pandita de goma y el color de los cerezos en el otoño no es sino un forúnculo de naturaleza cutánea y de lo más común, que no requiere más intervención que la generosa aplicación de un ungüento que se vende sin receta médica y que al cabo de cuatro días debe desaparecer dejando el área afectada con una nueva tersura (efecto de la pomada) y oliendo a fresas silvestres.
Eso es lo que usted se repite para tratar de convencerse, porque lo que es en su fuero interno, ya se está achicharrando en un cazo de carnitas de la zona D, platea general, en el Noveno Círculo del Infierno.
Repentinamente todo le parece más agradable. Su mujer y sus hijos no son una lata, sino lo mejor que le haya podido suceder en la vida, el clima es maravilloso, el inepto de su compañero de oficina vale oro (“¡Pinche Basáñez! ¡Cómo quiero a ese cabrón!”), y hasta la última película de “Liga de la Justicia” merece una segunda vista (“La verdad es que sí tenía sus partes buenas”). La vida es maravillosa y vale la pena vivirla.
Por eso ya nomás que le digan que no tiene nada se va a enfocar en lo positivo, hará ejercicio y hasta le llamará más seguido a su “jefita”.
Para su desgracia, el galeno jamás ha visto algo así en todos sus años de carrera, por lo que le ordena una biopsia para saber de una vez por todas qué es esa protuberancia del tamaño de un psitache, la consistencia de un pandita de goma y el color de los cerezos en el otoño. ¡Cuánto antes, mejor!
Si en algo hemos de estar de acuerdo es en que la valoración de un experto en el cuidado de la salud era impostergable. La naturaleza benigna, maligna o panista de la protuberancia ya la conoceremos con certeza, pero confiar en que se solucione solo y se esfume espontáneamente, así como apareció, es pecar de negligente y jugarse la vida de manera temeraria por no decir francamente pendeja.
Por supuesto, cuando no se trata de la vida de uno, podemos darnos ese lujo de ser perfectamente indolentes, apáticos y, para acabar pronto, valemadristas.
¿Quiere un ejemplo? ¡Para eso estamos!
Sucede que la Auditoría Superior del Estado (ASE) detectó una irregularidad en la Dipetre o Dirección de Pensiones de los Trabajadores de la Educación.
Y no, no se trata de una protuberancia del tamaño de un pistache, sino de un faltante de un mil quinientos millones de pesos (le repito que “miles de millones” es la nueva unidad que mide, desde el Moreirato, los desfalcos en nuestro Estado que antes eran de millones simples).
Bien, una vez que se detecta dicha anomalía se enciende una alarma amarilla. Es impostergable investigarla para conocer su naturaleza.
Queda en nuestro tres veces H (por huevón, no se crea que por honorable) Congreso local iniciar en torno a la irregularidad detectada una investigación, así como muy somera: la revisión de la contabilidad del Dipetre y la comparecencia de su titular (una tal Katy Villarreal).
Así lo mocionó un diputado, pero su iniciativa se dio contra la pared porque, ya usté’ sabe (#México #PRI #Moreira #VamosPorMás). La iniciativa fue rechazada, convertida en rollito e introducida en la cavidad rectal de la soberanía coahuilense.
Bastó el voto en contra de cinco diputadetas (para que no se quejen por falta de equidad de género) para que un muy probable nuevo escándalo de desvío y corrupción quede en la total impunidad.
Memorice por favor el nombre de estas cinco escorias legislativas porque acaban de apuñalar al Estado, a todos sus habitantes y, en forma muy particular, a los maestros afectados por la ruina del sistema de pensiones que los condena a un retiro indigno, de mucha frustración, amargura y privaciones: Los súcubos son Verónica Boreque Martínez, María Esperanza Chapa y Josefina Garza por el PRI, Claudia Isela Ramírez del PRD y Elisa Catalina Villalobos por Morena (la esperanza de México); así como el íncubo de la UDC, Édgar Sánchez. Una manga de traidores a la Patria, que deberían pedir perdón a su familia cada vez que se sientan con ella a comer a la mesa. ¡Provecho!
Ellos impidieron que se revisara y atendiera este probable cáncer en el Dipetre, mismo que seguramente ya creció, se extendió e hizo metástasis.
¡Y cómo no iban a proceder de esta manera si ellos mismos, ellas mismas, son células cancerosas!
En fin, para la próxima, amigos maestros, no esperen a que sea demasiado tarde y exijan una revisión exhaustiva lo antes posible, tan pronto aparezca esa protuberancia del tamaño de un pistache, la consistencia de un pandita de goma y el color de los cerezos en el otoño.
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