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Sensacional de rectores vol. 2
Como si los billetes fueran duendes que a veces se esconden y en vez de llegar a su destino aparecieran mágicamente en sus bolsillos
Para la presente columna sugiero eche un vistazo a la pasada entrega, el “Volumen 1 de Sensacional de Rectores”. No porque ello sea menester para entender lo que aquí abordaremos, sino porque aquí no nos detendremos ya en jocosas alegorías, para entrar de lleno a los hechos.
Lo que podamos decir de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) es poco frente a lo que de ella es presumible. La UAdeC no presenta fallas a subsanarse, sino una auténtica corrupción estructural que vuelve casi imperativo el refundarla.
Su autonomía es, como ya hemos dicho hasta el hartazgo, meramente
nominal. Lo que hay en cambio es una supeditación total al Gobierno estatal, adhesión al régimen priista, colaboracionismo incondicional con el gobernante en turno y andamiaje electorero cuando se necesita.
Ello la convierte en una de las instituciones más antidemocráticas en su aspecto humanístico, ineficiente en lo académico y opaca en lo administrativo. En síntesis, una farsa. Una farsa que, sin embargo, forma a los nuevos profesionistas de Coahuila.
Universidad Autócrata de Coahuila sería un mejor nombre, ya que está diseñada para que el rector opere a discreción, sin rendir cuentas ni al Consejo Universitario, máxima autoridad de la institución (risas), ni por supuesto a la comunidad universitaria. El rector sólo responde a quien lo sentó en el trono académico, el gobernador del Estado.
La podredumbre del actual régimen se hace patente en los perfiles de quienes han ocupado el cargo de rector. Mario Alberto Ochoa es un claro ejemplo de lo que hablo. Un individuo sin credenciales académicas ni morales, que inexplicablemente ocupó el cargo y salió de éste con su personal peculio multiplicado.
Chema Fraustro, Jesús Ochoa, Blas Flores, el que me nombre, todos hombres leales al régimen y burócratas multipropósito. Pero son los milagritos acaecidos durante la administración de este último, Flores Dávila, los que de momento ocupan las páginas noticiosas.
Ya Flores Dávila había sido señalado en su gestión como rector por varios millones de pesos, entre gastos no comprobados, pagos a personal que ya no estaba en la nómina, gente contratada con un perfil inadecuado y subejercicio presupuestario.
Pero nada nos anticipaba que se le habría de encontrar un boquete de 300 millones de pesos (302 millones, 112 mil 500 pesos, para ser exactos, no vayan a decir luego que yo me ando clavando el suelto).
Este dinero, sencillamente, era parte del presupuesto federal asignado para la Universidad, dinero que entra al Gobierno estatal y debe ser entregado de manera íntegra y puntual a la Casa de Estudios.
Pero el dinero salió del Gobierno del Estado incompleto. ¡Qué canija sorpresota, tratándose de la administración del panzón que juró ponerse en forma, Rubén Moreira!
No es la primera vez que ocurre (ni será la última, se lo juro en este año electoral por los dientes chuecos de Meade). Ya en otros años se detectaron faltantes y no pasó absolutamente pinshis nada.
¿Qué dice el exrector que estuvo en funciones durante este desvío multimillonarios y que al día de hoy ocupa el puesto de secretario de Finanzas?
Lo mismo claro que dicen todos los que son culpables: “Yo no sabía”.
¡Pero si era el maldito rector, con una ingada! Aunque eso sí, ya aseguró que vigilarán que ahora sí se entregue completo y a tiempo el recurso para la UAdeC.
¡Vamos! Como si el dinero estuviera vivo, como si los billetes fueran duendes traviesos que a veces se esconden y en vez de llegar a su destino aparecieran mágicamente en sus bolsillos. Ahora sucede que al dinero hay que vigilarlo porque en cualquier momento ¡puf!
El actual secretario de Finanzas debería estar compareciendo, no ante la ASF ya, sino ante el Ministerio Público, en conjunto con el exmandatario coahuilense. Pero justicia, al igual que democracia, es un concepto que desconocemos por completo.
Y si la respuesta de Blas Flores es risible, la postura del nuevo rector, Salvador Hernández, es sencillamente hilarante. Según él hay “una cláusula” para que el Estado entregue el recurso “según disponibilidad”. No especifica dónde encontramos dicha cláusula pirata que, en todo caso, tiene nula validez pues el recurso existía y no puede ser desviado para ningún otro propósito distinto al que fue designado de origen.
Todo esto lo sabemos y lo saben ellos perfectamente, pero son maestros en el acto de hacerse güeyes y mentirnos con todos sus dientes. A fin de cuentas, saben que están protegidos por el mismo que los puso allí, y el que allí los puso es a su vez alcahuete del mandamás de la Nación. No hay falla en la pirámide de la corrupción.
Esto es robo. No tiene otro nombre ni explicación posible y ellos, los rectores en contubernio con los gobernadores, son el rostro de la impunidad.
Si para algo ha sido buena la UAdeC a la hora de educar, es para formar a los mejores pájaros de cuentas y para enseñarnos que el delito sí paga.
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