A la mesa con las hadas 2/2

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A la mesa con las hadas 2/2

A lo mejor es la pimienta lo que pone a la gente de mal humor, y el vinagre lo que hace a las personas agrias, y la manzanilla lo que

Las hadas, los mal llamados “cuentos de hadas”, lo hemos visto últimamente, no aparecen por ningún lado en las historias tradicionales y estos cuentos, que tampoco son para niños. Conocemos las tristes historias deslactosadas y sin cafeína que nos venden los vecinos gringos, pero en realidad y en sus versiones originales, hemos explorado aquí someramente, son historias terribles, violentas, sádicas y que a través de ello, pues sí, buscan al final dictar o aportar una especia de moraleja. Sí a si se le puede decir.

¿Por qué existieron Hansel y Gretel y estos pequeños seducidos, atraídos por la malvada bruja la cual tiene una casa con ladrillos de pastel, techos de galletas de jengibre y soberanas ventanas de caramelo macizo? Porque están hambrientos y de hecho, en esa época en Europa, había gran hambruna y era normal que los padres dejaran solos a sus hijos en la espesura del bosque, para no verlos morir de inanición. No menos terrible es una historia que a las niñas encanta y fascina: “Ricitos de oro.” Pero, antes de llamarse “Ricitos de oro” y ser protagonizado el texto por una niña dulce y simplona, este texto está basado en un cuento o leyenda escocesa que se pierde en la noche de los tiempos y en la lengua y memoria de sus habitantes. En el texto original, son tres osos en su casa, a donde se mete una astuta zorra, la cual, como “Ricitos de oro”, se come su sopa, desbarata la silla del oso más pequeño y se apodera de su cama. En el texto original, pues sí, los tres osos terminan por devorar a la intrusa, a la zorra. Es decir, es un cuento admonitorio donde se ejemplifica o se trata de enseñar que no debe meterse uno con las propiedades de nuestros vecinos o semejantes.

Pero, el texto fue cambiando con el paso de los años y los siglos. Hacia 1831, una señora, Eleanor Muir, lo dejó por escrito como regalo para un niño. Entonces la zorra se convirtió en una mujer “vieja y gruñona.” En esta versión por escrito, los osos al llegar y ver que la intrusa se bebió su leche, la castigan y maltratan violentamente e intentan matarla de las tres formas siguientes: tratan de arrojarla al fuego, tratan de ahogarla o de plano, arrojarla desde un campanario. Sin duda, un buen castigo para quien entra a su casa y se sirve con la cuchara grande todos sus alimentos. El cuento, el texto fue cambiando hasta llegar al cuentecillo edulcorado que imagino, usted y sus hijos han leído: “Ricitos de oro” se come la sopa de oso bebé, pero se va por la ventana, sin recibir castigo alguno. Pero note usted que todo el texto gira entorno a comer, beber un plato de leche o sopa; es decir, la gastronomía como armado integral del texto donde no, no hay hadas por ningún lado.

Como siempre, me acabé el espacio y es mucho lo que hay contar. Sin duda regresaremos a este tema señor lector, pero usted recuerde aquella reflexión de Alicia en el maravilloso cuento de Lewis Carroll, cuando espeta: “A lo mejor es la pimienta lo que pone a la gente de mal humor, y el vinagre lo que hace a las personas agrias, y la manzanilla lo que las hace amargas y el regaliz y las golosinas lo que hace que los niños sean dulces…” ¡Ah! Cuanta sabiduría. Pues sí, hay ciertos alimentos que se consideran o son “amargos”, otros provocan melancolía (las lentejas) o bebidas que ayudan a sanar la “panza”, como el vino recomendado a Timoteo, en la Biblia, por Saulo, el de Tarso.