Sin curiosidad

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Sin curiosidad

Usted y yo hemos repasado no pocas veces la Biblia y a ese Ser inasible llamado Dios, en nuestras charlas sabatinas. También y no pocas veces, cito la Biblia y sus parágrafos, con el fin de apuntalar o llevar a la letra y atención, algún detalle que sencillamente, nos atañe a todos en el accionar cotidiano. Este es el caso de hoy. Inicia casi la recta final de las campañas y claro, la que más causa atención es la de Presidente de la República. Atención y morbo, seamos francos, no tanto el conocer como vía de salvación quién habrá de gobernarnos en seis años. Jodidos vamos a seguir todos o casi todos los mexicanos. Que un solo hombre se erija en paladín o salvador (Andrés Manuel López Obrador), tiene qué ver con cuestiones de cacicazgos o de plano, sueños de iluminado, de mesías, pues. Y López Obrador así lo es en su campaña. No ha cambiado ni va a cambiar. 

Y decía de la Biblia en el párrafo anterior. En estos días en que el maldito calor no deja dormir (tengo dos ventiladores, pero si los dejo encendidos no me dejan dormir, el aire revolotea solamente a mi alrededor, hace que tosa como perro toda la noche y seca mis fatigados ojos. En fin), cansado de leer algunos libros de ensayo que tengo en mi mesa de lectura y cansado de traducir algunos versos del inglés al español de T.S. Eliot (según yo, ya sé más inglés que hace algunos años y por eso me ando atreviendo a lo anterior), alargué mi mano y leí varios versos de la Biblia. Específicamente al chamán de Lucas, en su Evangelio éste dice: “Herodes… tenía ganas de ver a Jesús”. (Lucas 9.9). ¿Qué piensa usted de lo anterior? ¿Cómo o qué letras abonaría usted para explicarse este breve parágrafo de sólo siete palabras y dos personajes?  Iniciamos, póngase cómodo estimado lector. 

Para ese entonces, el maestro Jesucristo andaba de un lado a otro por todo el territorio que usted conoce. De provincia en provincia, de puerto en puerto, de aldea en aldea y de ciudad en ciudad. Se hablaban maravillas y pestes de él, se ponían en sus labios palabras que tal vez ni él mismo había pronunciado;  su historia, como buen chisme, iba creciendo o decreciendo, según la dijeran o contaran sus admiradores o sus detractores. El buen maestro hacía milagros, se le atribuían cosas prodigiosas, tal vez exageradas (mire usted hoy, seguimos abordándolo), ave de tempestades, al buen maestro de Cafarnaúm, se le amaba o detestaba. En este entramado de pasiones y fervor, Herodes “… tenía ganas de ver a Jesús.” Es decir, tenía harta curiosidad por conocerle, saber quién y cómo era aquel a quien todo mundo citaba. Le repito, sintió curiosidad. Y curiosidad es lo que menos ha causado el triste y gris abanderado del PRI, José Antonio Meade a la Presidencia de la República. 

ESQUINA BAJAN
Nadie le  quiere conocer, nadie se entusiasma con su plan de gobierno ni con sus propuestas, pocos o nadie abogan por él públicamente. Sin levantar pasión alguna, el problema no es si va a ganar o no, sino en qué posición de la tabla electoral y de resultados va a quedar (si tercero o cuarto lugar) y cuántos candidatos priistas va a arrastrar en su caída. Una vertiginosa caída que ya nadie puede parar. Por el otro lado, en el partido que huele a incienso, mirra y mortaja, el PAN, Ricardo Anaya está a punto de treparse y arañar el paraíso de la Presidencia de México. Políglota, el “guía de turistas”, como le enderezó Meade en su momento, sigue creciendo y la ciudadanía con justa razón le tiene miedo a un mesiánico AMLO que no, no cambia ni cambará. 

¿Qué hacer? Los estrategas del PRI no pudieron sembrar esa curiosidad entre los ciudadanos para buscar el acercamiento con un candidato priista que ve pasar los días sin  levantar ámpula en los electores. Ante ello, el sector empresarial de México (los grandes millonarios, pues) están ya apoyando al candidato de derecha, Ricardo Anaya y se mantienen un poco alejados de la virulencia del tabasqueño. El Consejo Mexicano de Negocios, la Coparmex y el Consejo Coordinador Empresarial vienen mostrando su guiño de ojo al candidato del PAN, ante la falta de crecimiento de Meade

En un cruce de declaraciones, desplegados y señalamientos en días pasados, AMLO les dijo: “Se creen los dueños del País.” Perdón, pero no se creen: son lo dueños de México. Seamos francos y sencillos. No reconocerlo, es pegarle a la mamada. 

¿Quiere usted eso llamado dato duro? Hay va: más de 52 millones de mexicanos, poco más del 45% de la población, vivimos en situación de carestía o de plano, jodidez y pobreza (usted lo sabe, pobreza alimentaria, pobreza de bienes y servicios, pobreza educativa, pobreza de salud y hospitalaria…). Según el Informe más reciente de OXFAM, cuatro multimillonarios mexicanos tienen tanto como el 50% de la población más pobre del país. 10% de empresarios controlan más de las dos terceras partes de la riqueza nacional… Así de tremendo estamos, pero con amedrentar con soltar al tigre en la calle o expropiar por el bien de la nación, nada se resuelve. 

LETRAS MINÍSCULAS
No hay curiosidad por conocer a Meade y sus propuestas de paternalismo asistencial del Estado.