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Rigor estadístico
Para que no se crea que en la Universidad sólo fui a perder el tiempo y a ver qué nuevos vicios agarraba: Recuerdo una ocasión que nos llevaron a un experto en estadística (olvidé su nombre, pero era una chucha cuerera, es más, venía del D.F. —hoy CD.MX— ya con eso le digo todo).
Nos comentaba lo que se gasta el INEGI de tanto en tanto levantando un censo poblacional o socioeconómico.
Un dineral, por si no lo sabía, pues se trata, en la medida de lo posible, de visitar cada p…a casa a lo largo y ancho del territorio nacional. Y de contabilizar a los soldados que a ti ¡oh, Patria querida! en cada hijo el Cielo te dio, averiguar sus generales y algunas cosas más específicas como su ocupación, ingresos, serie de Netflix, etcétera.
Esto requiere muchísimo personal y no son voluntarios, hay que pagarles. Y deben ser capacitados y esa capacitación cuesta, pues hay que capacitar a sus capacitadores. Luego procesar la información, tabularla, editarla y presentarla en forma coherente y en un formato que pueda ser por todos consultada.
Ya anticipará que este esfuerzo por tener esta información nuestra (no valiosa, sino vital) demanda millones y millones de pesos del presupuesto.
Bien, el hombre docto, chucha cuerera de la estadística y chilango, afirmaba con una seguridad, que hasta la fecha se la compro, que una encuesta realizada con sólo una fracción del esfuerzo y el presupuesto del censo, conduciría a resultados igual de confiables.
Y sí, esa es la “magia” de la estadística: que una muestra, si es suficientemente representativa, va a reflejar la realidad del todo.
Su propuesta era realizar una encuesta (incluso anual, quizás) en vez de un gran censo cada diez años. El razonamiento en economía es válido: un esfuerzo moderado y sostenido, en vez de un esfuerzo descomunal esporádico.
¿Pero y el resultado? Se nos garantizaba que el censo frente a la encuesta tendría quizás variaciones menores a los dos puntos porcentuales. Así que con dicho margen, quizás no sea necesario ni redituable intentar medir al cien por ciento de un universo del tamaño de un País, si una encuesta nos va a arrojar cifras con las que podemos trabajar de manera muy satisfactoria.
Intento ponderar las bondades de la encuesta que, según parece, es casi tan fiable como la medición del total de una población.
Oooooobviamente y antes que otra cosa, la encuesta debe estar bien diseñada, científicamente aplicada, y rigurosamente estratificada.
¡Vamos! Que no es como que usted se salga a preguntarle a los que se tope en la calle cuál es su sabor de nieve favorito.
La estadística es una rama de las matemáticas (una de las pocas cosas a las que no podemos hacer pendejas en esta vida) y se aplica mediante el método científico (lo único que en la historia de la humanidad nos ha aportado algún conocimiento).
Mientras más nos apeguemos al rigor que una encuesta exige, mejores los resultados, más fieles, más confiables, más apegados a la realidad.
Claro que en época electoral cualquier mamarracho nos presenta una gráfica en “págüerpoint” y le atribuye el carácter y el nombre de encuesta. ¿Para qué?
Hay varias respuestas: Para que un candidato “sotanero” no se perciba como causa perdida y no pierda más votos por esta razón. Para que un candidato medio se perciba como posible vencedor y se le otorgue el voto útil. O bien, para que un candidato puntero en una elección cerrada pueda al final, en caso de un resultado adverso, clamar fraude.
Encuestas “balinas”, lamento decirle, hay muchas, por eso es que siempre hay una que se ajuste a cada candidato, a cada preferencia y a cada percepción de la realidad… aunque la realidad es una sola.
Ayer Grupo Reforma presentó su encuesta mensual previa a los comicios, la única que cimbra a todos los actores políticos. Sé que esto alboroza a muchos, encabrita a otros y provoca el desdén de otros más, pero lamento informarle que es la única con valor estadístico y periodístico.
No, no considero al Grupo Reforma el non plus ultra del periodismo, pero hay tres factores a considerar: Su metodología y muestreo siempre está debidamente detallado. Hablamos de un departamento de encuesta profesional. Toda una empresa estadística dentro de otra empresa periodística.
Podría estar maiceada sí, pero… Reforma no puede darse ese lujo. Un contraste muy fuerte entre su proyección y la realidad le estallaría en su cara y se le cobraría muy alto en credibilidad.
De maquillar una encuesta, Reforma lo haría en favor del candidato afín a su corriente, el de derecha, el panista Ricardo Anaya.
Tenemos muchos años hablando en esta columna de cosas que nos disgustan, así que no me vaya a salir por favor con que este texto es un anhelo mío en forma de disertación.
Si la encuesta más fiable del País le complace qué bueno. Si le contraría, lo lamento mucho, pero ello parece definir a un mes de los comicios, la preferencias electorales en México, que están dos a uno, en favor de AMLO sobre Anaya.
No me reproche a mí, sino al rigor estadístico.
PD. No hay hasta la fecha encuesta, por fregona y científica que sea, capaz de reflejar el resultado de un fraude electoral.
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