Poder y traición

Usted está aquí

Poder y traición

Pues sí, el encabezado de esta columna tiene ese lejano eco, ese tufo de las grandes canciones (una épica, realmente) que nos han moldeado sentimentalmente en nuestra vida, como aquella inconmensurable “Contrabando y traición” de los trovadores y juglares “Tigres del Norte”. Esta y no otra copla, fue el detonante de lo que hoy conocemos como ese género en sí mismo llamado “corridos del narcotráfico”. Poder y traición, ¡qué combinación! El primero es un elemento táctico que trae aparejado grandes cantidades en metálico; lo segundo tiene que ver con un estado moral que a nadie convence ya. ¿Por qué traicionan más los políticos que cualquier otro ser humano de otros oficios o profesiones? Porque buscan afanosamente y de manera enfermiza, el primer elemento aquí nombrado: el poder. 

No pocas veces eso llamado ciudadanía, les endosa el ser “chaqueteros” o “vende patrias”. La sabiduría popular va tres pasos adelante de las proclamas del gobierno y de sus iniciativas de leyes que se estancan en las cámaras de diputados y senadores. Desde los primeros años del siglo XIX, México intentaba despertar ante la perspectiva de nuevas posibilidades. Por ese entonces, la música se diseminaba vía el corrido por todos los caminos y veredas de la nación. Entre el salto y el saltillo, entre la gula y la crítica, el pueblo incluía en sus coplas y romances, versos que tenían que ver con la vida cotidiana toda. 

Lea el lector lo siguiente: “De clemole o caldo en tornachile/ todos los días de guerra,/ prefiero el mole de olla sin vacile/ aunque por ello de picor me muera./ Pero al virrey, chaqueta, ve y dile que morirá en vulgar salmuera…” 

Por ese entonces, el pueblo mexicano ya tenía claro y había determinado su separación del yugo español. En otra copla popular con destinatario a la Guadalupana, se cantaba y contaba: “Viva la Guadalupana,/ viva por el mundo entero/ y a todos esos chaquetas,/ cuero, cuero, cuero./ Rorrito, rorrito,/ rorrito y andar/ que refuerzo de España/ no lo han de mamar”. Los “chaquetas” era entonces un grupo realista pre y pos independentista, contrario a los intereses de los insurgentes. Por la posición desleal de este grupo, hasta la fecha a los traidores se les dice “chaqueteros”.

Y chaqueteros o traidores, cada vez que hay nuevas elecciones, florecen como setas después de lluvia. Se negocian intereses personales y prevalece la búsqueda del poder sobre la ideología, los valores, la honra o el bien común. ¿No le dieron la ansiada candidatura? El político se marcha del partido como si nada. A los simpatizantes y militantes de cuatro o cinco lustros, se les hace a un lado, cuando llega en teoría, un “buen gallo”, no obstante haber sido el enemigo sólo ayer. 

ESQUINA-BAJAN
En su recta final las campañas de este año (siempre habrá campañas por delante), los chaqueteros o traidores son legión. En todos los partidos. Era panista, el autollamado “muñeco diabólico”, Oscar Mohamar y ahora compite por Morena. Y es que su patrón, Andrés Manuel López Obrador, fue priista, perredista (hasta 2012, en que perdió la elección presidencial) y ahora fundó su propio coto de caza: Morena. Y AMLO arrastró a legiones de chaqueteros. Es el caso del expriista Armando Guadiana. No obstante que su esposa, Lupita Mandujano, había competido hace poco, por una diputación local por el PAN. La coahuilense, es un decir, Rosario Robles, fue perredista, llegando a ser su presidenta (2002-2003) sólo para emigrar a las filas del PRI y ahora, está involucrada en desvíos cósmicos de dinero documentados en el libro “La gran estafa”.

Un ejemplo reciente es la postulación de Xavier González por el PAN a la alcaldía de Ramos Arizpe, no obstante que este era un priista de hueso colorado. Aquí una rápida digresión: no me voy a referir a él como todo mundo lo escribe con su mote, “aguililla”. Todo diminutivo es chingativo. ¿Por qué no le dicen el águila real, o el halcón, o el buitre? En fin, no me sé esa anécdota y no me interesa. Pobre. Decía, cosa curiosa con este chaquetero de Xavier González, quien apenas dejó al PRI, fue impuesto candidato del PAN, sobre un tipo aguerrido como pocos, mi amigo Héctor Horacio Dávila. Pero ya pocos o nadie recuerda que Xavier González perdió en el 2002 la Alcaldía de Ramos Arizpe (había ganado la contienda interna a Mario Ricardo Hernández, eterno aspirante y cuñado de Ernesto Saro) a manos de Ernesto Saro, quien a la vez, era la segunda ocasión en que subía al trono.

Y es que si usted recuerda, Saro fue el primer panista en ganar la Alcaldía de Ramos en 1997, le ganó en la urna a un hombre del cual no recuerdo nada, salvo que perdió: Pablo Duarte. Y fue el sucesor en la Alcaldía de Raúl Javier González (sí, padre del candidato Xavier), al cual maltrató grande y groseramente apenas tomó posesión (documentado aquí en VANGUARDIA). Y da la casualidad que el honor, el valor, el decoro, la ideología, pues son cosas exóticas: hoy en la planilla como regidor, Xavier González lleva a… Ernesto Saro. ¡Puf! 

LETRAS MINÚSCULAS
Chaqueteros son: Claudia Brugada, Martí Batres, Layda Sansores, Claudio Bres, Benjamín Robles, David Monreal… la lista es larga y volveré al tema.