Y todavía se preguntan por qué

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Y todavía se preguntan por qué

Sin andarlo yo preguntando (¿cómo para qué, verdad?) varios amigos y amigas me han referido una misma experiencia:

“Me llamaron por teléfono del PAN, porque siempre les he ayudado en las elecciones como representante de casilla, pero los mandé a la ch… Les dije que no, que estaba muy decepcionado (a) de ellos, de su actuación en las últimas elecciones y/o….

“De su pobre desempeño como oposición…

“De su evidente colusión con el poder y el partido hegemónico…

“De lo reiterativo de su oferta político-electoral…

“De no representar más que los intereses de un diminuto y selecto grupo de familias...”.

Pero más que nada y sobre todo:

“Me siento profundamente defraudado por Memo Anaya”.

Hace un año, los coahuilenses hicimos algo inédito en toda nuestra recochina, marrullera y agachona historia: Salimos a manifestar nuestra inconformidad… y se sintió bien.

Como ya mencioné en su momento, fue la congregación humana más nutrida que jamás se haya visto en este pedazo de mundo llamado Coahuila.

Acción Nacional se “tomó la molestia” de llevar algunos cuantos acarreados, que en nada aportan ni suman cuando el despliegue de inconformidad eminentemente ciudadano convocó a decenas de miles de #indignados.

Que se entienda que el PAN no encabezó ni convocó a aquella megamarcha en repudio al régimen, ni al fraude recién perpetrado por el Moreirato y el árbitro electoral INE-IEC.

Y es que bien poca cosa se puede hacer cuando de plano no les entra en la cabeza que no era un acto de proselitismo partidista. Total, que se tomen la foto, que se cuelguen la medalla.

Allí los vimos agitando sus banderitas mochi-azules, encantados con la distinguida presencia de sus próceres, los ex candidatos derrotados (ahora sí, muy aliados cuando no sirve  para maldita la cosa) y los dos aspirantes a la candidatura presidencial: Una Margarita emberrinchada porque no le daban la oportunidad que más tarde demostró que quería para absolutamente ni madres y un Ricardo Anaya, ya desde entonces con su dura sonrisa de muñeco de ventrílocuo, tratando de aparentar que no es un gandalla y que en el PAN todo es unidad.

Y como reina de la procesión, Memo, el desposeído, aquel al que le arrebató la corona el ogro malvado. Allí hizo su numerito de agraviado, echó anodinas y genéricas bravatas contra el régimen y  luego él mismo se encargó de disipar el descontento.

Memo no se esperaba que aquel movimiento fuera de proporciones masivas (por eso se tomó la molestia de llevar algunos autobuses de acarreados).

Así que una vez pactada la entrega (la retención) de la Gubernatura con el régimen, su preocupación fue disipar aquella frustración ciudadana y legitimar el posterior fallo de los tribunales electorales.

Fue Memo Anaya quien se levantó de la mesa de conteos cuando iba ganando.

Fue él quien presentó recursos legales pésimamente construidos por un equipo de abogados de quinta neófitos al parecer en temas electorales ante las instancias en la materia.

Fue Anaya, el canalla comarcano, quien deliberadamente confundió y obstaculizó cualquier atisbo de una nueva manifestación y quien sumió a la indignación en un marasmo de desinformación y hastío hasta que, sin mayores ambages o empachos, la sucesión se pudo llevar a cabo.

Guillermo nos entregó (de regreso) con nuestros verdugos, los Moreira y fue para este propósito y nada más que se agandalló (igual que su tocayo) la candidatura de su partido, al cual maneja como se le hincha la gana.

Él sólo se sacudió las manos y dijo: ¡A lo que sigue! ¿Una senaduría? ¡Ah, qué chingón! 

Pero sabe perfectamente de ese repudio, por eso es que anda en campaña sin hacer campaña. No lo va a ver pidiendo el voto como sus correligionarios, como “Chilo” o “La Tía Esther”. Él no, porque se sabe culpable de alta traición.

Y es por esas mismas razones que el PAN no consigue representantes de casilla y que muchos antiguos simpatizantes del albiazul los están mandando derechito, sin miramientos ni contemplaciones, a saludarles mucho al “Peje”.

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