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Con la P en la frente
La historia que voy a contar hoy no debería contarla. Pertenece a un pasado tan pasado que seguramente a nadie habrá de interesar. Sin embargo, el pasado cuenta mucho. “Los muertos mandan” decía Víctor Hugo. Contaré la historia, pues, pase lo que pase. Lo pasado, pasado.
La pe es una be más fuerte. Con esa letra empieza la palabra que en México empleamos para calificar al bobo más bobo, al bruto más bruto, al etcétera más etcétera.
Muchas voces interesantes, que nada tienen que ver con idiotez, comienzan también con esa letra. Pondré algunas.
Pipiripao. Esta voz ha caído en desuso. Significaba mediocre, de medio pelo. “Trae un novio de pipiripao”. Ahora la gente dice “pipiripau”, pero sin el sentido que antes tenía la palabra, como en este brevísimo relato:
-Viejo, diles a los mariachis que me toquen el Papanicolau.
-El Pipiripau, vieja; el Pipiripau.
Pajuelazo. Esta palabra servía para designar el trago de una bebida fuerte. “Vamos a echarnos un pajuelazo, a ver si se nos quita el frío”. En lengua de pastores la pajuela es el uno de los dos extremos de la honda, el arma que usó David contra Goliat, el cual al soltarse restalla y hace un ruido como de látigo al chasquear. Así, el pajuelazo es semejante a un golpe o latigazo en las tripas, que reanima y vivifica a quien lo toma. En España “pajuela” es una especie de cerillo que al encenderse arde con mucha luz y mucha llama.
Piocha. Esta palabra es mexicana; proviene del azteca pichtli, coleta. Los indios se dejaban una en el cogote cuando eran rapados, como hacen ahora los cholos, chavos banda o pandilleros, que se dejan unas hebras de pelo por atrás. Después la piocha cambió de sitio, y el nombre se aplicó a una barba corta y terminada en punta. Allá por los años cuarenta del pasado siglo surgió una seña que consistía en hacer como que alguien se cogía la piocha. Ese ademán servía para exaltar las buenas cualidades de algo. “Fulanita está piocha”, se decía de una muchacha bonita.
Pocho. Se llama así al mexicano residente en Estados Unidos, especialmente al que habita en la parte sur de ese país, y que se ha “agringado”. ¿De dónde viene el terminajo? Don Horacio Sobarzo, que todas las palabras las quiere hacer derivar de lenguas de Sonora, dice que proviene del ópata potzico, que significa arrancar. El pocho, entonces, sería el que ha sido arrancado de su país. Forzada explicación, pero otra no conozco.
Puchi. Leamos esta frase: “¡Puchi, el vuqui suato! ¡Salir bichi, ir al tanichi con el chucho pochi a comprar una jola de catotas!”. ¿Entendió usted algo? Yo, ni jota. Y eso que la frase está en español. Bueno, en el español que se habla precisamente en Sonora. Esto quiere decir, más o menos: “¡Fuchi, el niño tonto! ¡Salir encuerado, ir al tendajo con el perro negro a comprar 3 centavos de canicas!”. Las palabras “chucho” y “suato” si las conocemos por acá.
Pilinque. “Comí como cura” –se decía antes cuando se comía bien. Y se añadía a veces: “Quedé pilinque”. Pilinque viene del náhuatl pilihue, harto, lleno.
Panfué. Éste es un eufemismo delicioso que usaban nuestras abuelas para no decir “caca”. “Este niño huele a panfué”. Si se mira bien, la expresión es bastante filosófica.