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La XEKS

La noche del pasado martes participé en la presentación del libro “Los peldaños del tiempo”, escrito por Jesús López Castro para conmemorar los 80 años de la estación radiodifusora XEKS, fundada por su padre, don Efraín López Cázares, en 1938.

Ese mismo año nací yo. Soy, pues, de la misma edad que la KS. Tuve además el privilegio de trabajar como locutor en ella, de modo que no me es ajena la celebración de su importante aniversario.

Muy bello libro escribió Chuy. Lo presentó en el Centro Cultural Vito Alessio Robles. Estuve en la ocasión junto con él y con dos buenos amigos a quienes estimo y admiro grandemente por su talento y su dedicación a la historia y la literatura: Carlos Manuel Valdés y Gerardo Segura. Tuve además la gratísima oportunidad de saludar, después de muchos años de no verla, a Chelo López Castro, que dicho sea de paso y con el mayor respeto, fue en nuestra época una de las más bellas chicas de Saltillo, y que no obstante el paso de los años conserva aún toda su gracia y gentileza.

 “Los peldaños del tiempo” no es sólo una relación de los acontecimientos principales en la trayectoria de la XEKS. Constituye también una interesante relación de la vida en Saltillo, y de episodios de particular relevancia en la ciudad. Y es que esa difusora está entrañablemente unida a Saltillo, y ha sido siempre parte importantísima de la comunidad.

Yo formé parte de la KS en los principios de la década de los sesenta. Compartí su cabina con locutores de la talla de Félix Ruano Méndez, Ernesto Cordero Martínez, Teodomiro Alamilla Díaz y Raymundo de la Cruz López. Traté a don Sigifredo, hermano de don Efraín, que tenía a su cargo la discoteca de la estación. Era él un hombre bonísimo que además cantaba bellamente con voz profunda de bajo barítono. Igualmente conocí a Salvador García Contreras, Chávalo, el experto y eficientísimo técnico de la estación, gentil señor siempre sonriente, siempre amable.

En aquella época Saltillo era una ciudad muy distinta a la que es hoy. En la presentación que hice del libro de Chuy López Castro ilustré esa diferencia, confiando en que los años transcurridos habrían hecho prescribir mi delito, y que Chuy no podría imponerme ya ningún castigo. Era yo novio de quien ahora es mi adorada esposa, María de la Luz. Trabajaba ella en los Servicios Coordinados de Salubridad y Asistencia, dependencia que estaba al lado del actual Hospital Universitario, por la calzada Madero. Su domicilio se hallaba en la calle de Ateneo, entre Abasolo y De la Llave. Consideren ustedes la distancia. Era atravesar casi toda la ciudad de poniente a oriente y viceversa. Mi programa de música clásica, “Concierto” empezaba a las 2 de la tarde. A esa misma hora mi novia salía de su trabajo. Yo presentaba la obra que ese día iba a trasmitir –escogía alguna larga: una sinfonía, algún concierto-, cerraba la estación e iba por mi novia en mi cochecito, un Renault Dauphine dejando que el disco rodara por su cuenta. Llevaba a Lulú a su casa y regresaba a la KS a tiempo para despedir el programa, cuya duración era de media hora. Así de fluido era el tránsito en aquellos años.

Celebro los 80 años de “La voz del tiempo”. Felicito a Jesús López Castro por su libro, valioso testimonio de una radiodifusora, de una ciudad, de una familia y de un empeñoso trabajo personal. Deseo que la KS viva muchos años más, y que todos los veamos.