Veinte años no es nada

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Veinte años no es nada

Han pasado 20 años desde aquel 9 de octubre del año 1999. Acababa un siglo y un milenio, pero iniciaba una nueva historia. En ese tiempo, yo tenía 28 años de edad y un fracaso matrimonial en mi pasado y navegaba por las aguas de la vida sin un rumbo claro. Quebrado moral y económicamente, trabajaba todo el día y mis ratos libres los pasaba con mi hija Sofía Amaranta, entonces una niña que no alcanzaba a comprender el ir y venir de su vida, dividida siempre entre la guardería y el tiempo con su padre.

Así que de rehacer mi vida o encontrar el amor, ni hablar. Yo era el “divorciado” que además cargaba con una hija. Fue sólo con apoyo de mi familia y la solidaridad de amigos entrañables como hermanos Luis González Zozaya, Fernando González, Gerardo González Zozaya, Carlos Escamilla, Hugo Arguelles, Samuel Flores y Sergio Farías que pude sobrellevar el fracaso.

Pero de pronto mi vida cambió, pues conocí a una joven hermosa y brillante. Era Sandra Lucía Ruiz Ortiz, que recién se había graduado con honores como abogada. Una mujer alegre, inteligente, culta, leal y comprometida, que trabajaba para contribuir al sustento de su familia. En un principio forjamos apenas una incipiente amistad, platicábamos y en ocasiones salimos en grupo, pero hasta ahí.

Nos hicimos novios un 27 de febrero de 1997 y ella me aceptó tal y como era: divorciado y con una hija. Así inició nuestra historia, una que lleva ya 20 años y que no fue y no ha sido fácil, pero que en medio de eso resuena en mi memoria la frase de Carlos Escamilla que cambiaría mi vida para siempre: “Sandra es tu luz, y juntos son para la eternidad”.

Nos casamos un nueve de octubre de 1999, hace apenas 20 años. Tiempo después y ya en el nuevo milenio, llegó a nuestras vidas Rodrigo Alejandro, un joven que hoy tiene 19 años y que heredó no sólo los ojos sino el talento y, por fortuna, buena parte de la personalidad de su madre. Años más tarde lo hizo Regina, una jovencita alegre, lindísima, pero con una personalidad voluntariosa, arrebatadora, nuestro terremoto personal.

Que estar juntos no ha sido nada fácil. Y es que Sandra y yo somos muy diferentes. Ella creyente, yo agnóstico. Ella preocupada por los detalles, las pequeñas cosas y con una paciencia que le da la capacidad de soportar a alguien como yo, con un humor a veces insoportable, explosivo, una bomba de tiempo latente.

Todos juntos como familia –Sofía Amaranta incluida, por supuesto– hemos vivido y sufrido de todo. La vida se ha encargado de golpearnos tantas veces, algunas de ellas sin misericordia. Juntos, hemos recorrido una montaña rusa de enfermedades, apuros económicos, peleas, odios, celos, desacuerdos, malos entendidos y muchos errores, en especial míos, que llegaron a poner en duda nuestra vida en pareja, pero al final de cada crisis salimos más fortalecidos. Que Sandra ha estado allí conmigo, en las luces, pero aún más cuando éstas se apagaron.

Que eso ha sido posible sólo por nuestro amor, que juntos hemos limpiado nuestras lágrimas conscientes de ser cicatrices en nuestras almas, el recuerdo de tormentas pasadas que también nos preparan para el futuro. Porque, créame, los problemas y tragedias siempre vienen.

Pero los buenos momentos son más y están allí para ser disfrutados y mantenernos creyentes. Que cuando volteo hacia atrás puedo ver la alegría inmensa en nuestras vidas, algo que jamás habría sido posible sin ella, que une a la familia y le da rumbo.

Sandra trabaja y todo el día, pero jamás descuida a nuestros hijos ni a su madre; emprende proyectos personales y aún se da el tiempo de cuidar los martes y jueves a Carlos Enrique y Alejandro, nuestros nietos. Entre ella y yo hemos podido seguir alimentando esta relación que tiene mucho de amor, proyectos comunes y complicidad.

Por eso hoy le digo que, tras dos décadas de matrimonio, sólo el nacimiento de nuestros hijos y nietos se comparan a la sensación cuando la vi aquel sábado nueve de octubre de 1999 vestida de novia. Que supongo que todo se reduce a ella y a mí y con eso a nosotros, a nuestra familia. Que he llegado a pregúntame si estábamos listos para permanecer juntos, y la respuesta es no. Pero que si tuviera que volver a hacerlo, lo haría de la misma manera, pues estoy convencido que hoy, es apenas el primer año del resto de nuestras vidas.

@marcosduranf