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Perdón por equivocarnos
Los tiempos cambian. Hasta hace pocos siglos, la Iglesia católica nos obligaba a creer que la Tierra era el centro del Universo; que un Dios todopoderoso lo había creado y que cumbre fue crear al hombre a su imagen y semejanza. Estaba prohibido todo aquello que contradijera estas aseveraciones incluidas en la Biblia y los que se atrevieran a hacerlo, eran castigados, torturados, encarcelados y algunos hasta asesinados.
Galileo fue uno de ellos y debió retractarse ante el Cardenal Belarmino, inquisidor del Santo Oficio, pues su libro Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, defendía el modelo heliocéntrico propuesto por Copérnico, en el cual la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol y ridiculizaba el geocentrismo que colocaba a la Tierra en el centro fijo del Universo, basado en la física aristotélica y, sobre todo, en el modelo ptolemaico, el que mejor encajaba con las Sagradas Escrituras. So pena de ser quemado en la hoguera, de rodillas Galileo, abjuró de su doctrina. Este fue uno de los momentos más dramáticos en la larga serie de enfrentamientos que por siglos han sostenido la ciencia y la religión.
Pero Giordano Bruno no corrió con suerte de Galileo. Este fraile italiano, precursor de la cosmología, apoyaba también el modelo de Copérnico, la concepción del Sol como una estrella y la existencia de infinitas cantidades de otros planetas en el Universo, en el que habitaban seres inteligentes. A esa lista se suma otros científicos y libres pensadores como Giulio Cesare Vanini, que aseguraba que los hombres descendíamos de los monos. Siglos después, pero ya sin la inquisición en funcionamiento, Darwin escandalizó al mundo con su Teoría de la Evolución que contradecía el cuento de Adán y Eva.
Si usted no lo sabe, la Academia Pontificia de las Ciencias es un organismo del Vaticano diseñado para promover las ciencias matemáticas y físicas. Entre los cerca de 50 ganadores del Premio Nobel que han sido miembros de esta Academia, están científicos como Rutherford, Plank y Bohr. Fue esa Academia que hace cinco años, se oyó la más grande declaración de un alto jerarca católico respecto a la forma en que fue creado el Universo y con ello todo lo que conocemos, incluidos por supuesto nosotros.
Una especie de perdón, pero nos equivocamos, fue la que intento dar a estos mártires de la ciencia Jorge Mario Bergoglio quien aseguró que el Big Bang no contradice la intervención divina en el origen del Universo pues de ninguna forma es producto del caos sino resultado de la fuerza creadora de Dios.
Dijo que cuando leemos en el Génesis el relato de la creación, corremos el riesgo de imaginar que Dios fue un mago, que con una varita mágica uso su poder para crear todas las cosas. Explicó que él creó a los seres y los dejó desarrollarse según las leyes internas que le dio a cada uno. Sostuvo que así, la creación ha seguido adelante por siglos y milenios hasta que se convirtió en la que es en la actualidad, justamente porque Dios no es un mago y que el Big-Bang, que hoy se pone como el origen del mundo, no contradice la intervención creadora divina sino que la exige.
La declaración desecha la interpretación literal del libro del Génesis. Ya Pío XII y Juan Pablo II habían empezado a reconocer que la Biblia y las teorías que por siglos nos han impuesto, estaban equivocadas. Quizá no vivamos para presenciarlo, pero en el futuro la propia Iglesia deberá reconocer la fragilidad de la teoría de la participación de un Dios en la creación. Al final, eso nos llevaría a preguntarnos lo que por siglos nos ha atormentado como especie: ¿Qué hacía Dios antes de crear el Universo? ¿Quién creó a Dios? Al respecto, San Agustín, decía que no deberíamos bromear con estas preguntas pues el infierno estaba preparado para los que hicieran preguntas demasiado complicadas.
Pero al final de todo, ¿Qué clase de disculpa le puede ofrecer la jerarquía católica a personas como Giordano Bruno? Quizá le podrían decir: ¿Recuerdas que un 17 de febrero del año 1600 el papa Clemente VIII ordenó por recomendación de la Santa Inquisición encarcelarte, torturarte y luego quemarte en la hoguera por habernos desafiado? Bueno, pues qué crees, nos equivocamos y queremos pedirte una disculpa por achicharrarte. Ahh, lo olvidaba estás muerto.
@marcosduranf