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‘¿Tiene un minuto para hablar de Baphomet?’ (Satánica Navidad Vol. 2)
“Legisladora por Morena propone…”. Esas cuatro palabras, al inicio de una nota, anticipan una buena dosis de humor, incredulidad, zozobra, indignación, horror y todo lo que desee usted agregarle al abanico de las emociones que la 4T provoca en la triste y desesperada condición humana.
Ya se convirtió de hecho en lugar común periodístico junto al legendario “Eloy Occiso”, “el macabro hallazgo” y la “necropsia de ley”. Prácticamente no hay día que no podamos leer algún desatino precedido por la leyenda “Diputada por Morena pide…”, o “Senadora por Morena exige...”.
Y aclaro, no es que los legisladores por otros partidos no se esmeren por convertir a México en un país surrealista, o que nuestros representantes masculinos se queden atrás de las damas en cuestión. Es sólo que las legisladoras morenistas parece que buscan forjar su propia leyenda y clasificarse aparte en el bestiario político nacional. ¡Y por qué no! Después de todo vivimos tiempos de inclusión en sintonía con la era de la 4T.
En días pasados los medios nos obsequiaron este contundente ejemplo de lo que le digo, con el encabezado “Senadora por Morena busca eliminar la separación Iglesia Estado”.
Y se detallaba cómo la legisladora por Zacatecas, Soledad Luévano, presentó una iniciativa de reforma a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público para que las iglesias tengan más facultades de colaboración con el Estado.
Esta iniciativa, además de descabellada representa un retroceso de más de un siglo en lo referente a la construcción del Estado de Derecho, es un balazo en el pie de la gobernabilidad y, por supuesto, constituye una patada en las beneméritas gónadas del prócer de Guelatao.
Y es aquí que se vuelve oportuna y pertinente la intervención del Satanismo al que venimos haciendo alusión desde la pasada entrega.
Me explico: el Templo Satánico fue fundado en el 2013 en respuesta a una iniciativa similar a la que nos busca embutir la senadora morenista. En aquel entonces, la administración del presidente George W. Bush pretendía financiar instituciones religiosas –obviamente– con recursos públicos.
Los activistas Lucien Greaves y Malcolm Jarry rápidamente entendieron que oponerse desde el ateísmo no sería tan efectivo, puesto que una gran parte del pueblo norteamericano profesa alguna modalidad del cristianismo y veía con buenos ojos aquella iniciativa y otras intromisiones de la iglesia en las instituciones gubernamentales (catequesis en escuelas públicas, símbolos religiosos en oficinas burocráticas, etcétera).
Es por ello que decidieron atacar desde el extremo totalmente opuesto: fundando una iglesia de Satán y exigiendo para ésta los mismos derechos y reconocimiento de los que gozan las iglesias cristianas.
Si a mí me lo pregunta, me parece una jugada magistral y es que, en efecto, protestar en favor del laicismo como un grupo de ateos inconformes habría sido completamente irrelevante. En cambio, asumiéndose satanistas cautivaron a la opinión pública desde el primer momento, no sin horrorizar en buena medida a la parte ultraconservadora de la gringada (y es que como mochos y persignados los EU también son líderes mundiales).
Uno de los grandes logros del Templo Satánico ha sido el poder colocar su monumental estatua de Baphomet (alias Patitas de Cabra) en algunas oficinas públicas, especialmente en aquellas que ostentan o exhibían monolitos con los Diez Mandamientos. Solicitando igualdad de trato ante las instancias judiciales, lograron ya sea exhibir la representación del Señor de las Tinieblas o bien, conseguir que fueran removidos los mandamientos cristianos.
Incluso consiguieron que una escuela pública admitiera la impartición de catecismo satánico después de clases, otra vez, alegando equidad en el trato para sus creencias, ya que la escuela ofrecía lecturas bíblicas. De tal suerte que algunos niños (obviamente, los hijos de padres más progresistas, que entienden de qué va todo esto) recibieron sus rudimentos en satanismo, lo que no tiene de macabro nada más que el nombre, ya que ni se venera a Satán como deidad (ni si quiera se cree en su existencia), ni se promueve ningún tipo de conductas perniciosas o perjudiciales. Muy al contrario, el Templo Satánico procura ser modelo de civilidad y respeto, impulsa la difusión de estos valores, y no le tiembla la mano para expulsar de sus filas a cualquiera que cometa alguna aberración en nombre del movimiento (muy a diferencia de la Iglesia Católica, que solapa muy bien a sus criminales con sotana).
Sabemos que a San Peje le chiflan el béisbol, la onda autóctona y el cristianismo, temas que están fuertemente posicionados en su capricho personal y su agenda presidencial, pero como ya es costumbre, pone primero a alguno de sus legisladores lacayos a palpar el terreno, para no quemarse él mismo haciendo la propuesta.
Pues si la 4T compromete el laicismo del Estado Mexicano haciendo convenios con grupos religiosos (obviamente cristianos), sería bueno que todos los que advertimos la gravedad que esto entraña nos uniésemos para impedirlo y una buena alternativa para luchar contra este retroceso sería hacerlo bajo la bandera satánica (aunque los panuchos pongan el grito en el cielo), y es que si admiten a una religión en la vida pública, las tienen que admitir a todas, y a fin de cuentas los preceptos del Templo Satánico son tan edificantes o más que los de los cristianos.
Así que no le sorprenda si el próximo año me ve llegar a su domicilio y luego de tocar a su puerta le espeto: “¡Buenos días, señor/señora/señore/señite! ¿Tiene un minuto para hablar de Baphomet, nuestro Señor de las Tinieblas?”.
¡A todos mis lectores “querides”, les deseo una muy feliz y satánica Navidad!
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