De vivos y muertos

Usted está aquí

De vivos y muertos

Los mexicanos tenemos muchas y muy variadas las formas para decir que alguien murió. El catálogo es, en lo general, irreverente. A veces resulta imposible explicar frases como aquella que dice que Fulano “chupó Faros”. Más clara es la expresión “se fue de minero”. Antes se usaba mucho “entregó la zalea al divino curtidor”. “Colgó los tenis” se oye feo, pero no tanto como “estiró la pata”.

Cada lugar tiene sus propias expresiones. Hay un pueblo de Nuevo León en donde el cementerio está rodeado de milpas. Por eso ahí la expresión “ir a los elotes” significa morirse y ser sepultado. Cierto señor de ese pueblo enfermó de gravedad, y fue llevado a un hospital en Monterrey. Sus familiares le pidieron al doctor que les dijera cómo veía al enfermito.

-Ha de sentirse muy bien -declaró el facultativo con optimismo-. Dice que mañana se va a ir a los elotes.  

Mucho debe haberse sorprendido el galeno cuando al oír aquello los familiares del señor rompieron a llorar desconsoladamente.

---

Estuve en Hermosillo hace algún tiempo, invitado por los dueños del Hotel San Ángel, que es el más grande de Sonora. Ahí tuve la pena de conocer a un sonorense vegetariano.

-Señor mío -le dije con dolorida voz-. Ser vegetariano en Sonora es como ser asexual en París.

Y es que la carne de Sonora es de primera, sin agraviar a la que se produce en Chihuahua, o en Coahuila. (Cuando me alguien me pregunta cuáles son los platillos típicos de la cocina coahuilense yo le digo que tenemos tres: carne asada término medio, tres cuartos y bien cocida).

Algo hay en las tierras sonorenses, o algo no hay, el caso es que el sabor de su carne es exquisito. Ahora está de moda en Hermosillo una nueva delicia culinaria: los percherones. Un percherón es como un burrito –de los de comer- pero a la décima potencia. Se toma una de esas enormes tortillas de harina llamadas “sobaqueras”, por la forma que tienen las mujeres de hacerlas, deteniéndolas bajo el brazo para extenderlas con ambas manos. Se le da a la tortilla una embarrada de frijoles, otra de crema o mayonesa y una tercera de guacamole, y luego se le pone la carne, partida en pequeños trozos, con una generosísima ración de tomate, cebolla y chile, todo asado. Según el gusto se le puede añadir también queso, papas, jamón, tocino, y todos los sabrosos etcéteras que se deseen, como pedazos de aceituna, espárragos, apio... El límite es la imaginación. Luego se dobla la tortilla sobre sí misma a modo de hacer con ella un envoltorio y que no se salga ni un ápice o gota de su contenido. Por último -conclusión natural de todo lo anterior- te comes ese percherón cuyo gigante nombre está muy bien justificado. Costaban entonces 35 pesos, no sé ahora, pero aunque seas de muy buen diente con uno tienes. (Si eres nomás de diente a secas con uno cenas, almuerzas y algo te queda para la comida).

Se come bien en Sonora, de eso no cabe duda. En algunas partes hay buena carne, y en otras buen pescado. Los sonorenses disfrutan de las dos cositas, pues tienen ganado en la tierra y en el mar... Comer hasta reventar. Lo demás ya es gula.