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Diferencias entre un empresario y un empleado al frente de la IP
Una de las versiones de la posible causa del asesinato de don Eugenio Garza Sada el 17 de septiembre de 1973, fue la compra que el industrial regiomontano estaba a punto de concretar, de los 37 periódicos del Coronel José García Valseca, que tenían como insignia al “Sol de México”.
Les platico: Iba a ser un rescate financiero que le permitiría al militar saldar una descomunal deuda que tenía con el gobierno.
Agobiado, García Valseca recurrió a don Eugenio, quien habría accedido a comprar los diarios, pero fue asesinado antes de que la operación se concretara.
El coronel formaba parte de una corriente de militares que contaba en sus filas a los hermanos Manuel y Maximino Avila Camacho; uno había sido presidente de México y el otro, gobernador de Puebla.
Eran de un grupo político distinto al de Luis Echeverría, que se identificaba más con Lázaro Cárdenas y con su suegro, José Guadalupe Zuno.
Pocos meses después de la muerte de don Eugenio, el gobierno de Echeverría tomó el control de los “soles” y su primer consejo de administración fue presidido por Juan Francisco Ealy Ortiz, quien de ahí salió para convertirse en propietario de El Universal, donde actualmente permanece.
El gobierno vendió la cadena de los 37 periódicos a Mario Vázquez Raña, empresario de una familia de muebleros, quien la dirigió hasta su muerte el 8 de febrero de 2015.
En el funeral de don Eugenio, su familia designó a Ricardo Margáin Zozaya para que dirigiera un mensaje en su nombre a la comunidad, con dedicatoria especial a Echeverría, que estaba ahí presente.
Margáin Zozaya no era propiamente un empresario, pero su calibre le valió ser reconocido como de los suyos por la IP de aquellos años.
Las palabras que pronunció en el sepelio retumban por su actualidad, 47 años después. Abro comillas, con una respetuosa edición de mi parte, en omisión, más nunca adición de texto alguno:
“Estamos enterados de la forma alevosa, cobarde, inaudita en que fue acribillado a tiros un regiomontano ilustre, el Sr. Eugenio Garza Sada.
Que sus asesinos y quienes armaron sus manos y envenenaron sus mentes merecen el más enérgico de los castigos, es una verdad irrebatible. Pero no es esto lo que preocupa. Lo que alarma no es tan sólo lo que hicieron, sino por qué pudieron hacerlo.
La respuesta es muy sencilla, aunque a la vez amarga y dolorosa: sólo se puede actuar impunemente cuando se ha perdido el respeto a la autoridad; cuando el Estado deja de mantener el orden público; cuando no tan sólo deja que tengan libre cauce las más negativas ideologías, sino que además permite que cosechen sus frutos negativos de odio, destrucción y muerte.
Cuando se ha propiciado desde el poder a base de declaraciones y discursos el ataque reiterado al sector privado, sin otra finalidad que fomentar la división y el odio entre las clases sociales.
Cuando no se desaprovecha ocasión para favorecer y ayudar todo cuanto tenga relación con las ideas marxistas a sabiendas de que el pueblo mexicano repudia este sistema opresor. Esta es una realidad que salta a la vista.
Por doquier vemos el desorden instituido que casi parece desembocar en la anarquía; se suceden los choques sangrientos; se otorgan mayores garantías al delincuente común que al ciudadano pacífico y a todo esto no se le pone remedio en la medida del daño que causa.
Las fuerzas negativas de la impunidad delictuosa parecen haber encontrado como campo propicio nuestro País.
Mientras hacemos esfuerzos sobrehumanos por ayudar a resolver los gravísimos problemas económicos que amenazan culminar en una crisis, se permiten las más nocivas ideologías, que propugnan por todo aquello que va en contra de lo verdadero y constructivo.
Es decir, contra nuestra forma de vida, contra nuestros más preciados valores y contra nuestros más legítimos derechos.
Urge que el gobierno tome, con la gravedad que el caso demanda, medidas enérgicas, adecuadas y efectivas que hagan renacer la confianza del pueblo mexicano.
Unos desean invertir sus capitales, pero temen hacerlo; otros, los industriales y comerciantes, quisieran fortalecer su confianza en el futuro porque se trata del futuro de la Patria.
Los más se preguntan con legítimo derecho hacia dónde va la Nación y cuál será el porvenir que les espera a nuestros hijos.
Es difícil tener confianza cuando se perfilan en el horizonte los nubarrones negros de la tormenta o el rojo vivo de la sangre derramada.
Pero a pesar de todo hay esperanza y hay patriotismo; esos mismos atributos que tanto pudimos apreciar en don Eugenio.
Es necesario que se reexaminen actitudes del pasado; es el momento de hacerlo. Si en algo o en mucho se ha fallado, es momento de corregir el rumbo.
Si se ha malinterpretado la acción prudente de la autoridad, que la misma se haga sentir en forma seria y responsable. Sobre el interés individual o de grupos ideológicos se encuentra, al menos así lo piensan las instituciones del sector privado, el interés de la Patria.
El pueblo mexicano busca realizar su propio destino y cree que el trabajo es una de las más elevadas formas de expresión humana que desea y anhela superarse, pero ello sólo puede realizarlo en un ambiente de paz, orden, tranquilidad y reconocimiento pleno de sus derechos.
Es decir, en un ambiente en que la autoridad reprima toda trasgresión del orden constitucional, ya que este principio es lo que legitima el poder y el único que justifica el derecho moral de mandar.
Poner un hasta aquí a quienes mediante agitaciones estériles y actos delictivos y declaraciones oficiales injuriosas amenazan con socavar los cimientos de la Patria, es un deber ineludible que amerita atención inmediata.
No hacerlo puede sumir a nuestro País en la más profunda de las anarquías, conducirlo por senderos de violencia y acabar con su precaria estabilidad política y económica. Hacer lo contrario es abrir las puertas de la prosperidad y del progreso para todos.
Que los lamentables acontecimientos que segaron esta vida sirvan para poner de manifiesto hasta dónde se puede llegar cuando se dejan de reconocer o se combaten los valores primarios que deben existir en toda sociedad auténticamente democrática, cuando no se respetan los derechos por parte de quienes tienen la obligación de garantizar el orden público y la seguridad de las personas”. Cierro comillas.
En noviembre de 1976, al final de su sexenio, Echeverría expropió 37,000 hectáreas agrícolas en el Valle del Yaqui.
“Como bandidos, bajo las sombras de la noche, llegaron los de la Reforma Agraria a ejecutar las disposiciones del Mesías”, escribió Jaime Vargas Martínez en su libro “Los Depredadores”.
Entre las tierras afectadas estaban las del “Paralelo 38”, propiedad del Maquío Clouthier, quien logró rescatarlas pero sufrió represalias del gobierno.
El papá de Tatiana -diputada plurinominal por Sinaloa y coordinadora de la campaña de MALO- encabezó al CCE de su Estado natal y casi en secreto fundó el periódico “El Noroeste”, junto con Enrique Murillo y Jorge del Rincón. Pero ésta, es otra historia, que terminaré de contarles después.
CAJÓN DE SASTRE
“A quienes hoy llevan la estafeta de don Eugenio, pregunto de nuevo: ¿Qué esperan?”, dice la irreverente de mi Gaby. Y dice otra vez: “Arre, señores”.