Café Montaigne 149

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Especial

Imagino días asfixiantes para usted, señor lector. Días de guardar. A huevo. No es opcional, no fue opcional. Ejercer la libertad cuesta igual: un huevo. Hay maneras de evadir el confinamiento. No es capricho, es ejercer la libertad; independencia la cual ha costado millones de vidas en la historia de la humanidad. Quien esto escribe sigue igual. Poco o nada me han afectado las medidas punitivas decretadas por Andrés Manuel López Obrador y su equipo de sabios marxistas trasnochados. “Científicos”, les dice él. Usted me ha de replicar algo certero: no sólo son medidas punitivas en México, sino en el mundo. Y en otros países y ciudades han llegado al grado de coartar toda libertad.

Voy de acuerdo, pero las condiciones han sido diferentes. No lo voy abordar aún. Luego lo haremos. Insisto, su servidor sigue igual: las grandes epopeyas y los grandes viajes siguen siendo de un lado a otro en mi escritorio, el ir y venir incesante entre mis libros, el cocinar ya parda la tarde, el escuchar buena música (he sentido interminablemente un CD memorable de John Coltrane: “A love supreme”); por cierto, este disco, las melodías del gran jazzista fueron concebidas en un confinamiento, en un aislamiento de Coltrane, con la única finalidad de algo sencillo y harto complicado: sentir a Dios. Escúchelo, disco sí, supremo. Le decía de lo poco alterado de mis ritmos. Sigo haciendo lo mismo y sigo moviéndome en donde mismo. Con muchas y dolorosas variantes. Las más terribles: mis tabernas y lugares favoritos están cerrados. Mis table dance de Monterrey, en cuarentena, en pausa. No hay nada abierto y eso duele. Y se padece harto.

¿Cómo se siente, qué ha hecho en esta serie y desfile de días para paliar el aislamiento? ¿Maldice, reniega, lanza tremendas imprecaciones y maldiciones a nuestras autoridades en turno? O tal vez usted es de los claques los cuales todo le aplauden al cacique de Tabasco, Andrés Manuel López Obrador. En fin, cada quien elige su bando, cada quien elige cómo pelear. Y una de las maneras más duras, fuertes y directas de combatir ha sido la siguiente. Caray, lea lo siguiente lo cual le va a erizar la piel y el esqueleto: el pasado 12 de abril, justo cuando apretaba la cuarentena y las medidas descocadas y sin plan de por medio de AMLO y su equipo para paliar los estragos, en Uruapan, Michoacán, de un certero balazo se suicidaba, se suicidó, Héctor Ceballos Garibay.

Usted me dirá, pues sí, nada nuevo, un suicido más en este País “suicidizante” llamado México. No es un suicidio más ni otro cualquiera. Da la casualidad de lo siguiente: Héctor Ceballos Garibay era escritor y académico, filósofo él. Alto y preclaro, con un buen manojo de libros (al menos nueve) bajo su alforja. De 62 años, se pegó un tiro y dejó una carta pública en la cual culpaba de su muerte a… Andrés Manuel López Obrador.

ESQUINA-BAJAN

¡Ah! Terrible, tremendo. En su escrito, el filósofo el cual publicó en su momento un espléndido texto sobre Michel Foucault cuando pocos en México habían leído al pensador europeo (“Foucault y el poder”, 1988), culpa a AMLO y lo considera responsable del Apocalipsis en el cual se hundiría México con motivo de la pandemia del virus chino. A López Obrador lo considera “el peor Presidente que ha tenido este País”. La carta completa está en la maraña de Internet y allí usted la puede leer dilatadamente. En otro párrafo lo acusa certeramente: “Debido a sus políticas retrógradas y su delirio de grandeza (vive en otra realidad: sus propias fantasías), este País se ha ido a la debacle social y económica, como lo demuestran los datos duros del año pasado”.

¿Hay una manera más radical y extrema de protesta ante un mal gobierno y un pésimo Presidente? ¿Hay otras maneras de protestar? ¿Es necesario apostar la vida para lograr un cambio de actitud en la manera primitiva con la cual López Obrador maneja al País? ¿Es necesario dejar la vida, suicidarse como el filósofo Héctor Ceballos Garibay para cambiar las cosas en este México del sexenio ya perdido en manos del populista, marxista y trasnochado de AMLO? Cada quien, insisto, tiene su manera de defenderse, de pelear esta guerra y pandemia. Cada quien tiene en su libertad y decisión, la mayor herramienta de combate para lograr los derroteros fijados. Yo he escogido la crítica al poder político dominante y hegemónico.

El ensayista Ceballos Garibay era hijo del escritor y médico Héctor Ceballos Maldonado; sí, aquel narrador el cual inauguró en México una temática en la literatura hoy harto manoseada: la literatura de corte gay, homosexual. Algunos títulos del filósofo Ceballos Garibay son los siguientes: “Poder y Democracia Alternativa” (1990), “El Arte de la Polémica” (1997), “La Sabiduría de la Novela” (2011). Sus colaboraciones eran regulares en medios de la Ciudad de México como “Nexos”, “Revista de la Universidad de México”, “La Jornada Semanal” y otros medios impresos. En su recado, en su carta de despedida deletrea: “No quiero vivir más con estas perspectivas que presupondrán un escenario de caos y zozobra. Me niego a ser testigo de este pequeño Apocalipsis nacional que les espera a los mexicanos”. Ceballos Garibay culpa de todo a AMLO. Sus letras demuestran un desencanto terrible por la errática manera de gobernar del tabasqueño a poco más de un año de su ungimiento.

LETRAS MINÚSCULAS

¿Usted cómo protestaría por la manera de gobernar de AMLO, usted cómo protesta diario? Héctor Ceballos llevó al extremo su rabia y crítica: se pegó un tiro en Uruapan.