Desconcentración

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Desconcentración

Lo están notando los padres y madres de familia.

Ahora que el hogar se ha convertido en aula doméstica. Es notable la distracción de los alumnos caseros. Se dificulta el aprendizaje por la atención dispersa. La variedad de estímulos que ofrecen las pantallas portátiles y sus constantes interrupciones de chateo, juegos, noticia y música les ha privado de adquirir el hábito de la concentración.

Es quizá también el ansía de los mentores en las aulas. En una parte del alumnado hay ausencia por jaloneos de la imaginación o batalla para lograr un seguimiento de los pasos metodológicos de la clase. Se requieren las repeticiones, las subidas de volumen en la voz, No pocas veces la llamada directa a una atención peregrina, vagabunda o turística es el último recurso para vencer la desconcentración pandémica de la chaviza.

ACTITUD CRÍTICA

En tiempos de monarquías o de absolutismos dictatoriales se debilitaba, se perdía o se escondía la actitud crítica. Parecía virtud cívica el todo aceptar, el no protestar, el estar en todo de acuerdo. El desarrollo democrático despierta la capacidad de disidencia, de oposición, de exigir pruebas en lo que se afirma. El debate, la discusión, el conflicto se hace camino para aprender a ceder y lograr acuerdos.

Antes de la madurez coloquial y dialógica se pasa por las exageraciones... Se subraya demasiado la sospecha, la descalificación y la ironía. En casos extremos se llega hasta la calumnia, la distorsión de los hechos y realidades, en un juego ya sucio y tramposo.

Después de muchos tropezones, los mejores empiezan a encontrar un lenguaje que equilibra, que capta lo aprovechable de la posición adversaria. Disminuyen las acusaciones y los desprestigios y crece la virtud cívica de señalar el error sin hacer juicios temerarios.

MENTALIDADES EPIDÉMICAS

El organismo social puede sufrir varias epidemias simultáneas. Todas señalan una tendencia y tienen una raíz. Un exceso de racionalismo o de cientifismo produce rigideces que resultan intolerables. En la vida humana no todo es razón, mente, pensamiento, intelectualismo. No se pueden perder o excluir los valores de la imaginación, de la afectividad, de la calidad volitiva. Todo el valioso mundo de la auténtica espiritualidad y del arte, que descubre los equilibrios y las sorpresas de lo bello, no pueden borrarse.

Otra epidemia perniciosa es la del utilitarismo que a todo le pone precio, que en todo busca ganancia, cuya raíz es la codicia compulsiva y desbocada. Causa una adicción consumista que se excede hasta el despilfarro. Desconoce la satisfacción de la sobriedad austera y de la simplicidad sin dobleces.

La epidemia de sensualismo sacraliza el confort hasta caer en un hedonismo esclavizante. Súmese a esa la del activismo que se acelera y hasta atropella, generando un estrés virulento y discriminador de todo lo lento y contemplativo. Y hay contagios de desinterés, de “ai-sevaísmo”, de evasión y ausencia de compromiso y también de violencia deshumanizante.

Son mentalidades cuya curva de ascensión no se aplasta fácilmente y quedan estacionarias y endémicas haciendo estragos permanentes.

APRESURAMIENTOS IMPACIENTES

Algunos países se lanzan a una prematura iniciación de normalidad y se apresuran a permitir apertura para sitios de aglomeración. Desean reencender motores, interrumpir la pausa y activar la economía. Otros van gradualmente exponiéndose a más contagios, pero activando los intercambios y las compraventas con las precauciones recomendadas.

Los más calmados y pacientes, desde sus peritajes especializados, anuncian que relajar las medidas de mitigación aumentará los contagios y alargará los plazos para el control total.

Los más realistas pronostican nuevas reactivaciones virulentas, como ya sucede en China.

La gente va comprendiendo que tiene que activarse todo perfeccionando los hábitos de precaución y fortaleciendo defensas corporales. Ya llegarán medicamentos eficaces, terapias rectificadas y quizá una vacuna sin contraindicaciones... Cada tiempo requerirá la mejor actitud...