El Lanero Sanitario

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El Lanero Sanitario

De ese tamaño fue el lapsus del fiel Toro al comentarle a Kimosabi una de las incidencias de sus episodios contra los malos.

Les platico: es que la “fiebre del oro” de principios del siglo XX se había vuelto pandemia en el nuevo oeste del siglo XXI, que precisamente por eso resultaba más salvaje que el viejo, y obligados por las circunstancias, además de su infaltable antifaz, el Llanero portaba tapabocas y Toro, pues también.

Eran defensores del orden, la seguridad y la ley pero la última vez que habían ido al banco a cambiar un cheque, el Llanero fue reprendido por un elemento de la Guarida Nacional que lo paró en seco a la entrada, no porque traía antifaz, sino porque no llevaba el reglamentario y obligatorio cubre bocas de la emergencia decretada por el gobierno. 

Es que se le había olvidado en las alforjas de su Silver-Tesla, estacionado en el parqueadero distante media cuadra a donde fue llevado por Toro para no pagar en uno de los parquímetros que habían sido sembrados al mero frente del banco para esquilmar a los despistados que -paralizado como estaba el Centrito- creían que esos instrumentos del demonio recaudador también estaban paralizados.

Le urgía al sheriff exprimir a los contribuyentes porque si no, ¿de dónde iba a sacar el oro para pagar sus campañas reeleccionistas?

Los cuatreros hacían de las suyas por todos lados y habían incluso infiltrado de tal forma al sheriff actual, que las raterías de sus antecesores se quedaban chiquitas ante las que ocurrían ahora.

Por más alharaca que hacía de su lucha contra los cuatreros de años pasados, la robadera seguía desenfrenada.

Sus mismos colaboradores lo traicionaban y si no eran ellos, eran sus hijos, que se daban gusto vendiéndole al gobierno espejitos chafas a precios inflados y sin licitación.

Cuando se supo del trafique de uno de ellos en plena pandemia, el médico del pueblo -siguiendo instrucciones de su jefe- luego luego salió a defender la compra de los abanicos esos, diciendo que todo había sido legal porque los instrumentos eran de primerísima calidad y los tenía el vástago del político aquél para entrega inmediata.

Medio pueblo se le echó encima reclamándole que cómo permitía semejante barbaridad porque con aquella lanota se pudieron haber comprado 40 y no 20 abanicos, pero el sheriff se montó en su burra y declaró que todo era parte de una guerra sucia de los pinches comanches que eran sus adversarios y querían adueñarse del gobierno.

Él había sido elegido por la 4ª parte de quienes vivían en el pueblo y si querían hacérsela de tos, los retaba a que sacaran a la calle a la misma 4ª parte + 1 y luego hablaban.

Pero como la comarca entera estaba en cuarentena, pues ni cómo moverle.

La orden era “quédate en casa”, que no era acatada por las necesidades o necedades de muchos que seguían como si nada muy quitados de la pena, eso sí, la mayoría con cubrebocas, pero hasta parecía que habían entendido la señal al revés: “quédate en la calle”.

De tanta presión que recibía, al sheriff no le quedó más remedio que ordenarle al doctor del pueblo que reculara y después de haber defendido al hijo de los abanicos inflados, salió con que iban a regresárselos quesque porque no cumplían con las especificaciones.

¿No habían dicho antes que eran de primerísima calidad? ¿No habían salido a decir que el buitre ese hijo del político, estaba en su derecho de venderlos al gobierno sin concurso ni licitación porque estando en emergencia nacional sanitaria la compra se justificaba?

¿No que la operación era legal? ¿No se dieron cuenta del ridículo y el descrédito en que ahora caen dándole pa´atrás a esa compra?

¿Así de brutos están los del equipo del sheriff para hacer semejante estupidez? ¿Así quieren “ayudarle” a su jefe a que su partido ganara las elecciones del próximo año y las de dentro de tres años?

El asunto fue que al conjuro de la pandemia, los trafiques se volvieron endémicos por todos lados. Carretadas de oro llenaron las bolsas de los cuatreros oportunistas emparentados o amafiados con los ayudantes del sheriff.

Y ante todo esto, es explicable el lapsus de Toro al cambiarle el nombre a su jefe:

“Kimosabi, yo creer que de aquí en adelante tú ser ´Lanero Sanitario´, pues ver nomás negociazo que poder hacer si cambiar de giro y olvidar seguridad, orden y ley y dar de alta como proveedor del gobierno del sheriff, al cabo parecer que ni cuenta se da del desmadre que se traen detrás de él”.

CAJÓN DE SASTRE

“Parecer que tú tener razón”, dice la irreverente de mi Gaby, haciendo la voz del Toro de ésta historia, que para nada está basada en hechos reales…mientras a lo lejos se escucha el famoso grito del Lanero Sanitario, cabalgando hacia el sol poniente: ¡Hi-yo Silver…!

placido.garza@gmail.com