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2020/13
Desde niño siempre quise conocer a un héroe o a un aventurero. Aunque siempre me han seducido más los villanos, seamos francos. Los detectives, los militares y los superhéroes de cómic se me han hecho siempre seres lejanos y cercanos a la vez, sin contradicción de por medio. Muchos de ellos siguen habitando mi alfabeto. Desde joven siempre quise conocer a un héroe o a un aventurero. Pero también a un tipo malévolo, alevoso, tramposo y engatusador. Un pensador, Henry Thoreau, escribió: “El héroe es normalmente el más sencillo de los hombres”. Agrego un plus a la definición, aunque cometa sacrilegio de enmendar una línea perfecta con mis mal medidas palabras: el héroe al igual que el aventurero (igual que un tipo de sombras, malévolo y alevoso, pero divertido y guasón) son los más sencillos de los hombres. Y los más complicados. No hay contradicción.
Casi regla: los héroes y villanos habitan un mundo bipolar. El ejemplo paradigmático de esto es mi héroe de cabecera, Batman. El tipo de día (Bruce Wayne) es un millonario aburrido y hasta misántropo. Mucho tiempo fue misógino, hasta que conoció a la bella Kim Basinger en la primera película de esta nueva era de superhéroes (1989). Y el mismo tipo, pero de noche, es una rata alada (según feliz definición del editor Felipe Rodríguez Maldonado), un vampiro volador; es un héroe que combate a los villanos tan extravagantes como él y tan acongojados y ensimismados como él lo es: es Batman, caballero de la noche. En esta lejana película hizo su aparición un Joker único, Jack Nicholson.
Hoy la modernidad nos ha alcanzado. aTengo la fortuna de haber visto a un Joker inigualable: Joaquin Phoenix, quien ya era uno de mis actores favoritos cuando encarnó a Commodus en la película de Ridley Scott, “Gladiador”. Pero el inigualable Phoenix de villano maravilloso ha caído en el mundo real (para mí, pues) en un héroe ridículo y amodorrado. Hace poco una fotografía le dio la vuelta al mundo: salvó a una vaca de ser sacrificada y a su becerro. Él es vegetariano. Trata de vender esa idea, es su cruzada. En entrevistas y luego de ganar el Oscar, repetía una y otra vez lo mismo: no hay que comer carne de res porque las vacas con sus pedos aumentan la contaminación y colapso del mundo. Lo voy a decir ahora en cristiano: las flatulencias de las vacas son responsables de la contaminación mundial, por lo cual, no hay que comer carne. Fin. ¡Puf!
Hay tantos estudios “serios” al respecto, como páginas de internet y toda su verborrea. El símbolo y signo de Phoenix es loable, pero poco efectivo. O nada. Si usted elimina del todo la presencia del plástico al vacío, que es lo que se usa para extender la caducidad de cualquier carne hasta en ocho tantos más efectivo, la carne se descompondrá en muy poco tiempo. Por lo cual sería literalmente basura. La ecuación es: pedos y carne descompuesta (gas metano) serán niveles altos que de verdad influirían en el CO2 mundial.
ESQUINA-BAJAN
México tiene muchos frentes abiertos. Andrés Manuel López Obrador es un frente en sí mismo. La población lo ama (un alto porcentaje) y a la vez la población lo detesta (cada vez más se suman miles a esta corriente). ¿Héroe o villano? Sin duda, las dos cosas al mismo tiempo. México vive su peor crisis de violencia con la mano de AMLO en el poder. México vive sus peores días en materia económica (ya no hay duda, hay recesión). México vive sus peores días en materia de defensa y protección de féminas, niños, periodistas y activistas del medio ambiente. México vive sus peores días en salud y alerta ecológica. No hay proyectos, hay ocurrencias. Y mientras haya ocurrencias, vamos al pozo sin fondo de la ignorancia y desdicha. ¿Conoce usted de una acción memorable o plan de alto calado para salvar al mundo y a México puesto en práctica por AMLO en materia ambiental?
¿Podríamos usted y yo salvar al planeta si dejamos de comer carne de res, porque las vacas se tiran muchos pedos? Le voy a platicar lo siguiente que sí tiene un alto, altísimo impacto ambiental en esta materia hoy tan socorrida como lo es la ecología, energías renovables y emisiones contaminantes. Las lámparas LED tienen un ahorro de hasta un 60 por ciento con respecto a la iluminación tradicional. Duran más (alrededor de 18 a 20 años de vida útil) que las lámparas tradicionales y dan más luminosidad. Son ecológicas porque no tienen mercurio y usted lo sabe, las lámparas del alumbrado público de cualquier ciudad son amarillas y tienen este mercurio y duran apenas dos años. Este tipo de lámparas, LED, son de luz blanca, con ellas las ciudades están mejor alumbradas y fortalece algo tangible: la seguridad.
La luz blanca de las lámparas LED permite la toma de videos en las calles, contribuye a identificar placas de autos donde se han cometido fechorías e incluso, no pocas veces, se puede lograr con las cámaras un reconocimiento facial pleno de los delincuentes nocturnos. ¿Esta tecnología de lámparas LED del alumbrado público son obra del alcalde de Medellín, Colombia; del de Río de Janeiro; del panista de Torreón; son obra del alcalde de Villahermosa o de Cárdenas, Tabasco…? No, son obra del Cowboy Urbano, Manolo Jiménez Salinas, alcalde de Saltillo, quien cambió la iluminación de la ciudad a 100 por ciento LED. Así las cosas cuando un solo hombre con ideas, visión de futuro y con un equipo sólido y cohesionado puede influir y modificar de un plumazo la ecología del medio ambiente de toda una ciudad (más de un millón de habitantes).
LETRAS MINÚSCULAS
Esto de la falsa ecología no se me da. Cuando tenga dinero, voy a seguir consumiendo carne asada (de preferencia un buen carpaccio). Regresaré al tema.