Usted está aquí

Adiós baches

Don Jacobo M. Aguirre, poeta con nombre de calle, era un formidable versificador. Vivió a finales del pasado siglo y en los comienzos de éste, y dejó memoria de sí por sus versos y porque andaba siempre poseído por los espíritus del vino.

Yo tengo diversas muestras de la inspiración de don Jacobo. Poseo un precioso álbum forrado con terciopelo azul en el cual la señorita Refugio Berlanga recogió muestras del numen de los poetas locales. Entre ellos destaca don Jacobo, quien escribió en esas páginas, con inspirado acento, un poema que empieza con la siguiente estrofa sonorosa:
 
¿Mis versos en tu álbum? ¡Oh, Cuca, qué gloria!
Si tú los repites después de memoria
serán armoniosos, y dulces serán.
Aquí están mis versos; a ti los entrego.
Son plantas queridas y hermosas que riego
donde ahora tus plantas posándose están...
        
La profesora Carolina Sánchez Ramos alcanzó a conocer al bardo, y me obsequió unas hojas preciosamente escritas por él con una magnílocua “Oda a la Juventud del Ateneo Fuente”. En esa oda don Jacobo les encargaba a los Daneses del Ateneo -todavía no se llamaban así- el progreso de la Ciencia, el establecimiento de la Paz Universal, la redención del Género Humano y la salvación del Mundo. Les hacía además otros encargos de menor cuantía, pero igualmente de bastante consideración.

Hombre de grandes ocurrencias era don Jacobo M. Aguirre. Cierto día iba caminando por la calle de Juárez cuando al querer atravesar la de Santiago -que ahora se llama de General Cepeda- tropezó en un bache y cayó cuan largo era en el lodoso suelo. Se sentó -sobre un charco- y dio voz a una cuarteta que improvisó ahí mismo y que recitó con su potente voz:
 
Siendo Presidente Díaz,
y Gobernador De Valle,
primero empedran el cielo
que esta maldita calle.
 
La gente que había visto caer a don Jacobo celebró con grandes risotadas su improvisación, y aun algunos aplaudieron la salida del ingenioso repentista, pues además sus versos llevaban intención política. En ellos se mencionaba a don Porfirio Díaz, Presidente de la República, y a don Jesús de Valle, Gobernador del Estado.

Tenía razón el poeta al hacer ese desahogo. Saltillo ha sido siempre ciudad de muchos baches. Pero sucede que la actual administración municipal empezó un intenso programa de repavimentación que ha dado ya muy apreciables frutos. Son numerosas las calles que van de Norte a Sur -o viceversa- que lucen una nueva capa asfáltica. Los trabajos de recarpeteo se han hecho con eficacia y prontitud, y han sido mínimas las molestias sufridas por los conductores de vehículos. Ahora transitar por esas calles es un gusto, cuando antes era una irritante molestia. Va uno, la verdad, como sobre una alfombra. Ojalá siga adelante ese programa, y ojalá algunas empresas públicas y privadas que gustan mucho de escarbar no nos quiten pronto el gusto, pues algunas son capaces de empezar a hacer pozos, como dijo el español, nomás por joder.

Merece aplauso la administración de Manuel López Villarreal por esa obra de tanto beneficio comunitario. Ciertamente hacía muchos años que las calles de Saltillo no se veían así. Obras como ésta dan idea de que los recursos de la comunidad son utilizados con eficiencia y honestidad. Cada día esas dos cualidades son más difíciles de hallar en el ejercicio de la función pública. 
Enhorabuena.