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A.F.
El Partenón fue, durante su época de esplendor, la residencia de una pieza de arte hasta hoy irrepetible: La estatua de “Atenea Partenos”, realizada por Fidias hacia el Siglo 5 A.C., era una escultura en oro y marfil (crisoelefantina) y un homenaje de 12 metros a la diosa protectora de su ciudad epónima, Atenas.
Entre otros atributos, Atenea (o Palas Atenea) era diosa de la guerra y la estrategia, aunque también de la civilización, la sabiduría y la ciencia, así que no nos extrañe que fuese venerada en la cuna de la cultura occidental.
En los siglos posteriores se le continuó rindiendo culto, ya no de índole religioso aunque sí de una profunda devoción académica, como símbolo del pensamiento científico y la ilustración.
Existe todavía un puñado de “Ateneas” antiguas consideradas valiosas diseminadas por todo el mundo. La mayoría de estas representaciones se basaron en la obra de Fidias. Hay una en el Museo de Louvre y se le reconoce de inmediato, antes de leer la ficha, por su característico casco guerrero.
La misma efigie resguarda, lanza en mano, la fachada del edificio en la esquina de Pall Mall y Waterloo Place en Londres. Y como nadie me supo decir qué hacía allí la diosa en cuestión, tuve que recurrir a la bendita Wikipedia.
Se trata del Athenaeum Club, una sociedad de la Era Victoriana, originalmente exclusiva para hombres (¡ah, los viejos tiempos!) que reúne desde entonces a intelectuales y eminencias en diferentes disciplinas de las artes y las ciencias (Conan Doyle, Kipling, R.L. Stevenson, Darwin y medio centenar de Premios Nobel fueron o son “ateneístas” en la más pura expresión británica).
Sin embargo, la imagen de Palas que a mí mayor importancia me reviste es la que custodia al Ateneo Fuente desde uno de sus jardines laterales.
La institución académica saltillense se creó hace siglo y medio y más tarde, en la década de los 30, se erigió el lujoso recinto que desde entonces le alberga.
Sin embargo la escultura (obligadísima) de Palas, llegó con mucha más demora, hará apenas un par de décadas.
Hasta entonces podemos decir que el Ateneo estuvo completo, ya que si por su nombre y vocación la institución estaría consagrada, más que a la mera formación de bachilleres, a la búsqueda de la verdad a través de la enseñanza y la erudición, era más que necesario contar con la imagen de nuestra docta deidad para recordarnos en todo momento la razón de ser de un “Ateneo” y no de una prepa cualesquiera.
Supongo que en diversos momentos de estos primeros 150 años de existencia, el Ateneo Fuente ha cumplido esmeradamente su honesto propósito, cuando ha logrado reunir al mejor cuerpo docente posible, cuando se ha preocupado de proveer no solo un programa académico sino de crear un entorno en el que todos los involucrados se sientan parte de un movimiento intelectual. Y creo haber tenido la suerte de pasar por sus aulas en uno de sus mejores momentos. De mencionar a algunos de mis mentores, ni hablar. Incurriría necesariamente en alguna injusticia, baste decir que mi gratitud hacia ellos sigue vigente como desde entonces.
La experiencia ateneísta es más que la fraternidad de los buenos tiempos, más que el primer corte en bruto de lo que será nuestro definitivo perfil profesional, más que sentirse resguardado por su imponente fortificación. Bien aprovechada, es una llama interior a la que siempre podemos regresar para sentirnos parte de algo más grande.
El Ateneo fue piedra fundacional para la creación de la Universidad Autónoma de Coahuila, con todo el honor y el peso que ello implica.
Al día de hoy, el Ateneo es reflejo de la Universidad que le acoge.
Y si la Autónoma de Coahuila está politizada y convertida en bastión oficialista, el Ateneo Fuente no escapa a esta triste fortuna, con todas las consecuencias que ello puede suponer, en menoscabo de la excelencia que su mero nombre exige.
Mi fortuna, como dije, es haber cursado el Ateneo durante uno de sus periodos luminosos. Mi esperanza, es que el siguiente no demore mucho.
Mañana se celebran 150 años de vida académica, pero para variar y no perder la costumbre será un evento meramente político.
Al parecer, el plato fuerte será la presencia del Gobernador saliente y de EPN, un Presidente que ha hecho gala precisamente de estulticia, ignorancia y pobre ilustración, precisamente, todos lo opuesto a los valores del ateneísmo, como se entiende en todo el mundo y desde tiempo de la Antigua Grecia.
El culto a Atenea y todo lo que representa tiene como cuatro mil años…. Esperemos que el Ateneo Fuente lo preserve vigente por lo menos otros 150.
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