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¡Aguas, Coahuila!
En 2017 Coahuila completará 88 años de gobiernos estatales emanados del PRI. Si a dictaduras vamos, ¡ni los soviéticos! Veo, escucho, percibo, signos y síntomas de cambio. La alternancia, tan característica de la democracia, parece más posible que nunca.
El abusivo “moreirato” persiste en su soberbia. Parece insensible al alzamiento ciudadano que se teje a lo largo y ancho del Estado. Soberbio, no quiere ver. El abuso es tal que hasta un amplio núcleo de priístas se sabe agraviado. Su engreimiento, “el Estado soy yo”, es requisito fundamental, previo al cambio. Así lo enseña la Historia.
Coahuila está viviendo un fenómeno novedoso: ciudadanos informados de la era de la comunicación, descreen de las noticias oficialistas y se atienen a la comunicación ágil, veraz, crítica y sin censura de las redes sociales. Esos coahuilenses se multiplican y se comunican entre sí, abandonan la abstención y superan en número al voto clientelar, comprado y corporativo sostén del PRI.
Más allá de ideologías y políticas públicas –ya se debatirán en su momento–, preguntémonos: ¿quién asume que el cambio democrático es un instrumento para recuperar la política como servicio a la sociedad y a la persona?
Muchos gobernantes y no pocos gobernados comparten una visión de la política como ejercicio y concentración impune del poder público, sostenido por redes de complicidad y prebendas, que se cubren con dinero público a cambio de lealtad y que, a falta de contrapesos institucionales, corrompe y se corrompe hasta la médula. Es preciso dejar atrás esta visión atroz.
Abundan ejemplos de gobernantes de esa catadura, menudean también las esperanzas malogradas, las desilusiones y los políticos prometedores que no dieron el ancho y quedaron en promesa vana.
Deberíamos haber aprendido a juzgar a los candidatos por sus acciones; no por sus palabras, su apariencia o su simpatía mediática; ni porque hablan bonito, bailan o son tan sencillos “que se comen unos tacos en el puesto de la esquina”.
Nada debería sorprendernos ya. Nos han decepcionado tantas veces, que deberíamos ser expertos para detectar las engañifas de los políticos profesionales. Ni ahora ni nunca habrá personajes perfectos. El estadista que pasa a la Historia es una excepción.
Propongo dos ejercicios: 1. Ver más allá de la mercadotecnia y de las emociones. 2. Comparar origen, desarrollo y propuesta de los aspirantes; su experiencia, su transparencia, su vida social y comunitaria, sus servicios al prójimo, su nivel de compenetración con los problemas de la comunidad que pretende gobernar.
Con ese rasero, sólo Armando Guadiana, Isidro López o Lenin Pérez pasan la prueba. Poseen visión, experiencia y personalidad para liderar el Coahuila que está por entregar Rubén Moreira: rehén de la delincuencia organizada, estancado, endeudado y sin rumbo. Su idea de gobierno es radicalmente distinta de la que siguen los políticos que toda la vida han cobrado cheques de gobierno y sólo saben plegarse a los intereses y consignas de su grupo de poder y enriquecerse a costa del presupuesto público. Están en todos los partidos políticos.
El gobierno siguiente heredará un completo desastre financiero y deberá construir instituciones democráticas a partir de cero. Se requiere un liderazgo integral, honesto, capaz, eficaz y sensible.
Entendámoslo: no hay gobierno exitoso sin un pueblo exitoso; no hay gobierno a la vanguardia sin un pueblo protagonista; sin ciudadanos que viven y se desarrollan en una sociedad que refleja fielmente el Estado de Derecho. Tal sociedad es obra de un pueblo participativo, es fruto del respeto y el diálogo; en ella, el orden jurídico refleja estos valores universales.
¡Aguas, Coahuila!, es ahora y es por nosotros y nuestros hijos. Tomemos nuestro lugar, no nos dejemos engañar por el PRI de siempre, ni por los lobos con piel de oveja, políticos de siempre que nada han hecho por Coahuila.
Twitter: @chuyramirezr
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