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Diódoro de los Santos, “Diodorito”, era un amable personaje. Por muchos años fuimos compañeros en “El Porvenir”, de Monterrey. Hacía él los epigramas, cada uno modelo de ese género difícil que casi nadie cultiva hoy. La excepción es Vanguardia, que publica tres epigramas diarios; dos muy bueno y el que escribo yo.
En cierta ocasión Diódoro publicó en “El Porvenir” una parodia de las célebres Redondillas de sor Juana Inés de la Cruz. Yo recorté su artículo y lo guardé entre las páginas de un libro. Ayer hojeaba ese libro por casualidad, y hallé los versos de este afable poeta que entre burlas decía cosas serias. He aquí ese travieso poema. Sólo diré que lo que dice Diódoro lo dice Diódoro, no lo digo yo.
¡OH MUJERES, QUE ACUSÁIS...!
Parodia de Diódoro de los Santos, Jr.
Oh, mujeres, que acusáis / a los hombres sin razón,
sin ver que dais la ocasión / a los mismos que culpáis.
Si con ansia sin igual / nunca deseáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien / si los animáis al mal?
Simuláis gran resistencia, / y luego, con gravedad,
cubrís vuestra liviandad / con sin igual diligencia.
Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco,
al niño que busca el coco / y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia, / tras de hallar lo que buscáis,
olvidaros que sois Thais / y presumir de Lucrecia.
¿Tener puede humor más raro / la que sin oír consejo,
deja le empañen su espejo / y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén / tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal, / burlándoos, si os tratan bien.
Opinión ninguno gana, / pues tonto es quien se recata,
y a quien no, acusa la ingrata, / cuando que ella es la liviana.
Siempre tan necias andáis, / que con desigual nivel,
a éste culpáis por cruel, / y a aquél por tonto culpáis.
Pues ¿cómo ha de estar templada / el alma del que os pretende.
si el que es recatado, ofende, / y el que os ve fácil, enfada?
Mas entre el enfado y pena / que vuestro gusto prefiere,
bien haya aquel que no os quiere, / y quejaos enhorabuena.
Dan vuestras amantes penas / a sus libertades alas,
y después de que sois malas, / simuláis que sois muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido/ en una pasión errada:
la que acepta, tras rogada, / o el que ruega, de caído?
¿O cuál es más de culpar / aunque cualquiera mal haga?
¿El que peca, pero paga? / ¿La que cobra por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis / de la culpa que tenéis?
Queredlos cual los hacéis, / o hacedlos cual los buscáis.
No oigáis el solicitar, / y después, con más razón,
olvidaréis la afición / al no escuchar el rogar.
Bien con muchas armas fundo / que lidia vuestra arrogancia,
pues, en espera e instancia, / juntáis diablo, carne y mundo.