¡Ai va lagua! (Un cuento)

Usted está aquí

¡Ai va lagua! (Un cuento)

ilustración: Esmirna Barrera

Por: Martha Santos de León

Sí, siñor polecía. Otra vez me salió cruz en el volado, por eso leché el vaso diagua en la cara a la maistra Poncianita, pero ni así se dispertó. Ya se había pasado bien muncho lhora de la salida y ya teníamos retiharta hambre yo y la Fabiana. Los demás se jueron yendo, pero mi apá nos ha dicho que obedézcanos a la profesora, por eso nos esperamos a que nos diera la salida, pero pos nomás no se dispierta. Nos aburrimos aquí solos la Fabiana y yo, y tuve que ir por lagua hastal pozo. Cada vez se tarda más el balde en llegar hasta abajo. Esa noria ya se está secando, y eso quera la que más agua tenía porques la que está más lejos del caserío. Cuando puse el balde en lorilla, me di cuenta de que no llevaba en qué trái lagua, y la endina de la Fabiana no me quiso llevar el vaso quesque porque el suelo está recaliente. Con eso de que mi apá le compró chanclas, no las quiere ni pisar pa que no se le gasten. Pos ai vine yo por el vaso y de una vez llené el cántaro, pa cuando nos dé sed. Lo bueno es queste vaso de barro ha durado, porque ya llevamos como cinco quebrados. Dice la máistra Poncianita que con el calor y la sequía, el barro se va rajando de las orillas, pero éste sigue lisito lisito.

No, siñor. No es la primera vez que doña Poncianita se nos queda dormida en las clases, pero nunca se le ha ido toda la mañana ansina. A veces tenemos que hacer un volado a ver a quién le toca echarle el vaso de agua en la cara. Ya sabemos que no nos debemos de gastar este peso, porque es el que nos sirve pa decidir. Al principio sí se enojaba cuando la mojábanos. Decía que la teníanos que respetar. Que a las señoras mayores hay que tratarlas con deferencia ¿verdá, Fabiana? Ora ya hasta se ríe. Ha de ser por la calor quihace que le cai bien lagua.

Siempre nos dice que no li háganos ruido, que porque por su edá se cansa y tiene que dormir. Más bien ha de ser la bebida lo que la tiene atontada y no los años, porque ah, cómo le gusta la cerveza. A veces la veo que llega al tendajo de doña Juliana a comprarse sus latas bien heladas. Siempre nos sale con que se tiene que venir a pie desde la carretera hasta la escuela, porque el transporte no entra pacá. Que los choferes dicen que está rete polvoriento y que se les ensucian los camiones, y que pa traila nomás a ella, no les costea ni la vuelta. La probe llega con todos los pieses gordos, tierrosos, saliéndosele de los zapatos por arriba, como que le aprietan muncho ¿verdá, Fabiana? Mírelos, siñor polecía. Hasta morados se le ven.

Ayer nos dejó de tarea que nos aprendiéranos la tabla del tres. Que como ya tenemos casi once años, debíanos dir en sesto, pero que sin saber ler de corrido, no podemos pasar a tercero, que nos apúrenos a aprender, pero sin máistro en la escuela, cómo le hacíanos. Doña Poncianita quiere que en tres meses que lleva aquí sépanos todo lo que no nos enseñaron a nosotros ni a mi apá.

En la mañana la profesora nos dio de su itacate. Yo creo que nos hizo un taco a cada uno, porque los doce del grupo alcanzamos ¿verdá, Fabiana? Sí, siñor, así es todos los días. Nos trái dialmorzar porque dice que con hambre no aprendemos. Ya nos enseñó a hacer cuentas y a escrebir recados. Ora nos falta sabernos las tablas, pero eso poco a poco.

Doña Poncianita es sola. Eso nos dijo ¿verdá, Fabiana? Que su siñor se le murió y su hija la desprecia que porque desde ques viuda, le dio por el trago y no quiere que le dé mal ejemplo a sus nietos, que por eso mejor se viene a trabajar pal rancho, acá lejos de la suidá, donde nadie la jalle.

Ya déjenos ir, siñor polecía. Doña Poncianita ha de tener muncho cansancio, porque ni con el vaso de agua ni con el medio cántaro que ya leché en la cara se dispertó. Tenemos hambre yo y la Fabiana y ya hasta mi apá se asustó, por eso nos vino a buscar. Traía al Felipe cargado en el mecapal. Ya está regrandote y nomás no aprende a caminar. A veces se ríe con nosotros, pero no juega, ni habla ni nada. Ya va a cumplir cinco años. Mi apá casi no lo quiere sacar del jacal, y menos con este sol. Dice que cuando se le orina, se le pela la piel si no lo cambia pronto, pero ni modo que lo deje solo. Él vio a la profesora bien dormida. Le habló, la sacudió y la probe nomás se recargó patrás en la silla, pero no abrió los ojos. Me dijo. “Poncho, tú y tu hermana quédense con la máistra, yo voy por ayuda” y luego llegó usté. Qué bueno que los llevó en su patrulla al jacal paquel Felipe no se asolié.

Sí, siñor polecía. Sí tenemos amá ¿verdá, Fabiana? Pero hace harto que no la vemos. Se jue cuando el Felipe estaba chico. Mi apá nos dice que mejor no nos háganos ideas, que ella ya encontró una vida mejor lejos de aquí y no va a volver a este rancho polvoriento, pero yo sé que va a venir pa llevarnos a donde ella ande. Ha de regresar ya pronto, porque las mamases siempre quieren tener a sus hijos cerca.

La máistra Poncianita llegó bien cansada en la mañana. Caminaba bien despacito y se dio el sentón en la silla ¿verdá, Fabiana? Resoplaba igual que la Nancy cuando llega al jacal a llevar la leña. Dice mi apá que la conoce desde que él era chiquillo y que en sus buenos tiempos la montaban los niños del rancho y la hacían correr. Ahora ya no aguanta tanta carrera, por eso don Macrino nomás la usa phacer acarreos. Esa mula sí que está vieja.

Ni pa qué me aprendiera la tabla del tres, porque ni nos la tomó. ¡A que sí me la sé, Fabiana! Mira: tres por una, tres. Tres por dos, seis. Tres por tres… ¡Ya me revolvistes! ¡No son diez! ¡Y no te rías! Soy tu hermano mayor y me tienes que tratar con deferencia.

Sí, siñor polecía. Ya le dije que hoy también la profesora nos dio de sus tacos. Esta vez eran de huevito. De seguro hoy sí le han de haber pagado, porque casi siempre nos da de frijoles. Yo creo que a doña Poncianita se le cargó la tristeza, porque pasó sola su cumpleaños. Dijo que completó los setenta, pero yo la veo más vieja ¿verdá, Fabiana?

Mire, siñor polecía, ahí viene una patrulla blanca. ¿Oistes, Fabiana? Se llama ambulancia. Ándele, profesora, ya vinieron por usté, pa llevarla a su casa. No va a tener que caminar hasta la carretera a esperar el transporte. ¿Y ese catre con ruedas pa qué es? ¿Por qué la mete en esa bolsa negra? Deje lecho otro vaso diagua en la cara a la máistra Poncianita, pa que se dispierte.

*Martha Santos de León

PERIODISTA

(Monterrey, 23 de febrero de 1966) Psicóloga. Dedicada al periodismo desde hace 36 años. Actualmente es editora en Vanguardia. Formó parte del diplomado El Cuento, impartido por Alejandro Pérez Cervantes en la Universidad Iberoamericana campus Saltillo.