Alacenas de recuerdos

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Alacenas de recuerdos

Oscurece y la tarde se ha vuelto plácida. Hacia el oriente, transitando por la calle de Juárez, de pronto el automovilista se topa con un espacio lleno de luz. Las lámparas del paseo y las casas aledañas al lugar le dotan de una luminosidad especial. Cobra vida esta parte de Saltillo, una de las más tradicionales, con esta Plaza Coahuila.

La hora de este registro, las seis o siete de la tarde de un día entre semana. Los estudiantes de una secundaria cercana han salido de sus clases y se disponen a esperar a sus padres en este bello espacio. La vista es excepcional desde aquí: la sierra de Zapalinamé muestra la figura del valeroso huachichil puesta su mirada al sol. (Y en una interesante contraposición, cuando uno sube al Mirador, desde arriba es posible apreciar también este espacio, tan colmado de luz y color gracias a las casas y a las farolas encendidas que adornan el paseo).

Los jóvenes se divierten. Es su hora de juventud y es su tiempo, y este paseo es el punto de encuentro. Uno de los más bellos pasajes de un joven Vito Alessio Robles es su recuerdo de la Plaza de San Francisco, a la que calificaba de “poética”. La describía así: “un pequeño jardín sombreado con truenos en cuyos arriates crecían con profusión violetas y rosales que embalsamaban el ambiente”. El saltillense se refería también a la “plazoleta en que se levantaba una fuente con un grupo de tritones y sirenas, sobre la que se erguía un ceñudo Neptuno armado de un tridente”. Era esta plaza la que tenía frente a sí el entonces Ateneo Fuente, donde estudiaba don Vito.

Es ahora la Plaza Ateneo una reminiscencia de aquellos años. Esta Plaza vino también, junto con la Coahuila, y la también iniciada por Rubén Moreira Valdez, como gobernador de Coahuila, en lo que fuera antes el Cine Royal, sobre la calle de Juárez, entre Matamoros y Arteaga, a constituirse en un atractivo recorrido para los saltillenses. Constituyen, entonces, este circuito verde las plazas de San Francisco, la Ateneo, la Madero, la 1° de Mayo, la Coahuila, la del espacio del antes Cine Royal y, por supuesto, la de Armas.

Los tiempos, como en la Puerta de Alcalá, seguirán observando lo que hacemos cada uno en y de nuestras ciudades. El citado Vito Alessio Robles destacaba que en la Plaza de la Independencia (el nombre oficial de la Plaza de Armas) tocaba en los años de su juventud, “todos los jueves y domingos, en las noches, la banda municipal dirigida unas veces por el profesor Práxedes Reyna y otras, don Zeferino Domínguez”.

Cuántos conciertos se han hecho escuchar en esta misma Plaza, donde, en tiempos modernos, la Orquesta del Estado y la Filarmónica del Desierto también ahí hicieron su aparición. Cuántas historias, miles y miles de pequeñas historias se fraguan en estos espacios. Exposiciones de pintura, de escultura, han sido también colocadas ahí.

Y entre los cientos de registros que cada saltillense llevará en el recuerdo del corazón, me quedo ahora con uno, visto al pasar, muy rápidamente, en el automóvil, pero de enorme significado emotivo. Ya casi anochece, y en la Plaza de Armas un niño persigue una pelota e intenta meter un gol en una portería imaginaria. Para tratar de atajar el gol está su padre que se nos figura el mejor de los jugadores. Creo que ese es uno de los recuerdos que el niño atesorará para siempre. 

Como los que ya van construyendo ahora los alumnos de la Escuela Secundaria Sección 38, en su turno vespertino, y la Escuela Secundaria General Humberto Jasso, matutino, así como los de la Escuela Coahuila, quienes al salir de sus clases no se topan ya con edificios viejos y descascarados. Encuentran ellos y encontrarán los que les siguen en las aulas, el espacio para convivir, el espacio para construir sus recuerdos. Y un día, quizá, dirán como el mismo Vito Alessio Robles que tanto amó a su ciudad: “Los parques eran nuestra delicia”.