Alegría victoriosa

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Alegría victoriosa


La felicidad no existe. Solo existe el momento presente lleno de gozo. Muchos la buscan sin encontrarla porque no descubren que son los momentos que vienen del futuro los que encuentran la dicha del presente feliz. La actitud ya está ahí cuando llega una nueva situación o un nuevo acontecimiento, en un instante recién llegado del porvenir.

La alegría no es una sorpresa por algo que se estrena, sino un regocijo existencial permanente que ilumina y transforma lo que llega para ser vivido en su residencia gozosa. No depende de algo exterior sino de una victoria interior en continua fiesta y celebración. Disfrutar se ha convertido en un verbo íntimo de conjugación permanente....

Nace de una buena noticia. De una información esencial. Quien la recibe descubre su propia identidad, el sentido y el valor de su vida, la actitud que lo acompañará siempre. Hace suyo el único momento que podrá vivir plenamente. Se libra de ataduras pretéritas o futuras. Capta la presencia salvadora que destruye toda soledad y su vivir se convierte en convivir. Su alegría ya no es por algo sino por Alguien, así, con mayúscula. Es un tú que abre el horizonte del nosotros hacia el amor universal a toda la Creación y a toda la humanidad.

Ese tú que se contacta en la mayor cercanía, como huésped nunca ausente, es fuente de vida plena en abundancia interminable. Desaparecen miedos, apegos, prejuicios y resentimientos. Huye con ellos el coraje y la tristeza. Solo queda la alegría victoriosa para abrazar e iluminar el aquí y el ahora siempre renovados. 

Esa alegría de la fe fructifica en el amor y se refuerza en la esperanza de la resurrección y de la vida gloriosa sin fin. Por eso lo que llaman muerte se ve como pascua, y lo que llaman vida se le ve trascendiendo y se espera –como gloria sin término– en la alegría del perfecto amor. Se acaba esa tristeza cultural por la partida de gente amada hacia los bienes eternos. Ya no se identifica el amor con el duelo como si se tratara de pérdida o ausencia. Se valora una nueva presencia y la esperanza de un reencuentro jubiloso e interminable.

Son los momentos presentes los felices. Encuentran, al llegar, la dicha en quienes han sido encontrados por quien es camino, verdad y vida. Y surge el decir “gracias” a todo lo que llega como don, incluyendo lo doloroso y lo esforzado, recordando el dolor redentor del tú divino.

Documentos del magisterio eclesial han sido entregados a nuestras generaciones y a nuestro tiempo. La alegría de la buena noticia, la alegría del amor y ahora la alegría de la verdad. Es la alegría victoriosa que abraza, en plenitud de vida, a cada momento que llega para ser vivido en esta situación y en esta fugaz brizna de tiempo en que, con amor, se nos regala palpitación y respiración...