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Amenazas
En Estados Unidos hay cerca de 35 millones de mexicanos, de acuerdo a la Oficina del Censo Estadounidense, más todos aquellos que no poseen carta de ciudadanía y que doblan la cifra. 700 mil mexicanos han defendido las tierras norteamericanas en las últimas guerras expansionistas. 450 mil han conseguido un título de maestría o doctorado y contribuyen al desarrollo de ese país. Una buena cantidad de mexicanos le dan sentido y rumbo al engranaje de la economía norteamericana en los diferentes sectores productivos. ¿Usted cree que es el tema de los migrantes?
No son los aranceles ni la migración lo que le preocupa en este momento al presidente norteamericano y a su gobierno. No es el dicho de que México se ha enriquecido a sus costillas, ni el tema de subir los impuestos por todo producto mexicano que entre por la frontera sur. Es simple y llanamente la elección que ya desde ahora se prepara. Así le funcionó en 2017, ¿por qué no ha de funcionarle ahora?
De alguna forma se entiende su manera de proceder, pues en sus tiempos de empresario estuvo acostumbrado a hacer negocios. ¿De dónde cree que sacó la no despreciable fortuna de cerca de 3 mil 500 millones de dólares que reporta la revista Forbes en 2018? Sin temor a equivocarnos a partir de presiones, chantajes y –claro– de amenazas. Desde que asumió el gobierno norteamericano, en 2017, lo ha hecho con unas y otras naciones, con algunas le ha funcionado, con otras no.
Le apuesta al neocoservadurismo que representa a americanos xenofóbicos, anticomunistas, antiislam, en fin, descontentos con los anteriores gobiernos. Los que creen en la superioridad de los valores institucionales y sociales estadounidenses. Los que creen en los sueños guajiros del destino manifiesto. Los que creen que se trata de rehacer el mundo a imagen y semejanza de los Estados Unidos, los que leyeron a Daniel Bell, Nathan Glazer, Irving Kristol, Seymour Martin Lipset, Samuel P. Huntington, Norman Podhoretz, Jeane Kirkpatrick, entre otros y que sintieron que el liberalismo tradicional había abandonado. Los que en últimos años se volvieron visibles, pero que estuvieron siempre ahí, esperando un liderazgo con las características que tiene el actual presidente.
Éstos norteamericanos defensores de la pureza de la raza, al estilo hitleriano, y una buena cantidad de latinoamericanos temerosos de ser expulsados de la tierra prometida representan su capital político. Cuando su campaña asentó sus reales atacando a los afroamericanos, a los musulmanes, a los latinoamericanos migrantes y, por supuesto, a los mexicanos, hizo del insulto, de la especulación y de la amenaza sus principales armas.
La amenaza es propia de los bravucones, de los intolerantes, de los que buscan imponerse a través de la fuerza, de los que buscan meter miedo. De los irracionales, de los delincuentes, de los que hacen a un lado la negociación y el discurso asertivo para ponerse de acuerdo como personas civilizadas, y en este caso de los que ponen el dinero por encima de la justicia para beneficiarse, De los oportunistas, en fin, de los que se quieren salir con la suya porque hay muchos intereses de por medio.
La amenaza no ha sido para el México de los empresarios que hoy se congratulan con el presidente, o para las televisoras que siguen llevando agua a su molino para enriquecerse, o para la boyante clase política o para la clase media o baja en nuestro País; la amenaza ha sido para cerca de 130 millones de mexicanos.
Trump tiene el cinismo de amenazar públicamente, pero hay otras tantas fuerzas que en la penumbra realizan amenazas cotidianas y tienen como deporte hacer que la sociedad mexicana siga resquebrajada y divida.
En el fondo, como ya nos dimos cuenta, querámoslo o no hay una interdependencia que irremediablemente nos empuja; no por virtud, si por conveniencia a caer en la cuenta que todos sin excepción vamos en un mismo barco. Busquemos la unidad por virtud, con y sin amenazas.