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Amor a la música

Mañana domingo, a la 1 de la tarde, en la Feria del Libro de Arteaga, dirigiré en calidad de director huésped a ese gran conjunto que es la Orquesta Filarmónica del Desierto, Coahuila de Zaragoza.

Honor muy grande es ése para mí, e inmerecido. He dirigido otras sinfónicas, pero la que creó el maestro Natanael Espinoza tiene una calidad muy especial que la hace ser distinta a todas. Conducir a ese grupo de talentosísimos músicos es un enorme privilegio para mí.

Escogimos para este concierto un repertorio ameno y muy amable, con música de Strauss, Bizet, y autores mexicanos populares. El público podrá escuchar lo mismo la Marcha del Toreador, de la ópera Carmen, que la Marcha de Zacatecas; igual una polka de Viena que la Rosita Alvírez de Saltillo.

Habrá además anécdotas, canciones, poemas, cuentos y sorpresas adicionales que no menciono para que no dejen de ser sorpresas.

La música es uno de mis grandes amores. La amo desde que era niño. La primera vez que oí en el radio la música que luego supe que se llamaba “clásica” me enamoré a primer oído de ella. Supe inmediatamente que esa música era algo muy distinto de la que usualmente oía, los boleros de moda, las canciones rancheras. En la XESJ de don Froylán Mier Narro se trasmitía un programa conducido por un excelente locutor de nombre Leopoldo Pérez Malagamba. En él se trasmitían obras de Chopin, Liszt, Schubert y Beethoven, y ocasionalmente de Wagner y de Bach. Yo me encantaba oyendo esas maravillas.

Un día aquel programa dejó de trasmitirse. Después sabría yo que Leopoldo, con quien luego tendría yo grata amistad, había terminado su carrera en la Escuela de Leyes, y había ido a Chihuahua a ejercer su profesión. Se me ocurrió la audacia de continuar yo aquel programa. No me atreví a pedir el lugar que había dejado vacante Pérez Malagamba, pero me recibió en su difusora don Alberto Jaubert, a quien nunca dejaré de agradecer el haber dado cabida en su estación a aquel chiquillo que era yo, de 14 años.

Le puse a mi programa el nombre “Concierto”, el mismo que di a mi estación de radio cuando cumplí mi sueño de tenerla: Radio Concierto. Desde la infancia, entonces, he sentido por la música un amor que raya en veneración. No sé mucho de música, de sobra está decirlo, pero la siento como parte de mi vida.

Ese amor es la única justificación que tengo para plantarme ante la Orquesta Filarmónica del Desierto de Coahuila. Desde aquí doy las gracias a ese brillante artista que es Natanael Espinoza, y a los maestros que forma la orquesta, por permitirme compartir con ellos esta experiencia, para mí gloriosa. Cuando estaba ensayando con la Filarmónica cerraba yo los ojos –hasta con los ojos cerrados puede uno dirigir a ese extraordinario conjunto, por la calidad de sus ejecutantes- y sentía que la música fluía de mis manos como un torrente de belleza.

Te esperamos, pues, mañana a las 13 horas en la Feria del Libro de Arteaga. Compartiremos el milagro de la música; pasaremos juntos un rato de buen humor y buen amor. Y sabremos que Saltillo cuenta con una de las mejores orquestas de México, a la altura de cualquier conjunto de calidad: la Orquesta  Filarmónica del Desierto, dirigida por el maestro Natanael Espinoza, y ahora, en un Concierto en Mangas de Camisa, dirigida por mí en calidad de director huésped, honor que no merezco, pero que ciertamente disfrutaré como se disfrutan los sueños que se cumplen.