Anécdotas de aquí y de allá

Usted está aquí

Anécdotas de aquí y de allá

La primera que voy a contar me la contó el padre Jorge Rady, de Monterrey, amenísimo conversador.

Don Luis María Martínez, Arzobispo de México y hombre de gran sentido del humor, hacía la visita pastoral a un pueblito de su jurisdicción. En el común – o sea el sanitario- de la pequeña fonda a donde lo llevaron a comer, propiedad de un señor llamado Filemón, había un letrero admonitorio, escrito en verso por el dueño. El tal letrero hacía alusión a la mala costumbre de los parroquianos de mojar la tabla del excusado. Decía así:

Que dice don Filemón
que mojar este tablón
es falta de educación.

Monseñor Martínez hubo de ir a ese sito reservado, y al ver el tal aviso escribió a un lado esta cuarteta:

Que dice don Luis María
que mojar este tablón
no es falta de educación:
es falta de puntería.

La siguiente anécdota la oí en Ciudad Victoria de labios de Ramón Durón, inolvidable amigo. Don Enrique Cárdenas González, a la sazón Gobernador de Tamaulipas, fue invitado por el Presidente Echeverría a una reunión con su Gabinete. Acababa de llegar de China don Luis, e hizo proyectar una película en la que se mostraba cómo los chinos habían construido en tiempo récord una gran presa usando la mano de obra de un millón de hombres que trabajaron sin usar más herramientas que palas, picos y carretillas. Uno de los ministros de Echeverría, bromista o mal intencionado, se dirigió en voz alta a Cárdenas González: “Mira, Enrique: eso que vimos en la película deberías hacerlo tú en Tamaulipas”. “Sí, cabrón -respondió sin vacilar Cárdenas González-. Nomás tráeme los chinos”...

Pita Amor invitó al Presidente Miguel Alemán a que viera un retrato al óleo que le acababa de hacer Diego Rivera. En el cuadro la hermosa poetisa estaba desnuda. Llamó la atención del Presidente que la retratada aparecía sin vello púbico, e hizo notar ese detalle. A Pita le molestó el comentario.

-Señor Presidente –dijo con disgusto-. Diego no pintó mi cuerpo; pintó mi alma.

Y replicó Alemán:

-Pos que alma tan lampiña.

Don Venustiano Carranza nombró secretario de Relaciones Exteriores al general Cándido Aguilar, su yerno. En cierta ocasión fue a visitar al flamante canciller un embajador a quien Aguilar odiaba cordialmente. Le ordenó el yerno de Carranza al ujier de la Secretaría, un anciano todo corrección y protocolo: “Dígale a ese cabrón que no lo voy a recibir; que vaya mil veces a chingar a su madre. Y óigame bien: si no le da usted mi recado tal como se lo dije, se quedará sin empleo”.

Fue el viejecito, y con exquisita cortesía comunicó al visitante: “El señor Secretario no lo puede recibir. Se lamentó muchísimo”...


PRESENTE LO TENGO YO
Armando FUENTES AGUIRRE
‘Catón’ 
Cronista de la Ciudad