Obvio es decir que en la infinitud del tiempo no existe eso que llamamos “año nuevo”. La fiesta que nosotros celebramos no la celebra mucha gente. El año de los judíos, por ejemplo, no empieza hoy, así como tampoco el año de los budistas, o de los musulmanes o los shintoístas. Hay muchos calendarios; el nuestro es sólo uno entre ellos. “Calendario gregoriano”, se llama. Dick Gregory, humorista neg... perdón: afroamericano, decía allá en los años cincuenta del pasado siglo: “Sepan los blancos que si me siguen jodiendo les voy a quitar mi calendario”.

Seguramente hiciste propósitos de año nuevo. Desde hace mucho tiempo yo me hago cada año nuevo el propósito de no hacerme propósitos de año nuevo. Tengo débil la voluntad y flaca la memoria. Muy pronto olvido los buenos deseos de principio de año, o me faltan las fuerzas para realizarlos. Alguna de las más largas calles del infierno debe estar empedrada con mis buenas intenciones.

He aprendido, sí, a hacer propósitos de día nuevo. De ese modo la tarea no resulta superior a mí. “Este día haré esto” no suena tan impresionante como decir: “Todo el año haré esto”. Los Alcohólicos Anónimos son sabios porque no dicen: “Ya nunca beberé”. Dicen con humildad: “Este día no beberé”. Y así, de día en día, dejan de beber.

¿Cómo será este 2018? Dice un refrán antiguo: “Año de nones, año de dones; año de pares, año de pesares”. No sé qué fundamento tenga este proverbio -seguramente su único fundamento está en la rima-, pero sí sé que no hay que hacerle caso. Todos los años son años de dones si trabajamos para merecerlos en vez de esperar a que nos caigan como maná del cielo.

Tenemos graves problemas en México. Calamidades de todo orden -y desorden- se han abatido últimamente sobre nuestro país. La recesión mundial y el cabrón de Trump nos hicieron grave daño. La violencia se enseñoreó de nuestras ciudades, y todo indica que seguirá presente en la vida cotidiana. Creció la desocupación; sigue aumentando el desempleo. No advertimos señales ciertas de que las cosas vayan a mejorar este año, y más porque es año de elecciones.

Pero algo podemos decir con certidumbre: México ha pasado por crisis aún peores. Pero volvió a surgir, contra todos los vientos y todas las tempestades, y fue otra vez una casa mejor para los mexicanos.

Lo mismo, creo, sucederá esta vez. Grandes son nuestros problemas, pero es mayor el amor que sentimos por nuestra tierra. En cualquier otro país al que vayamos seremos extranjeros. Ésta es nuestra casa. Si amamos a México; si sentimos un orgullo mayor de llamarnos mexicanos; si nos mantenemos unidos; si desoímos los llamados que convocan al pesimismo y la desesperación, y -sobre todo- si trabajamos más, saldremos de esta crisis, y llegarán mejores tiempos para todos.

Confiados en esa esperanza reiniciamos el camino.

¡Feliz año nuevo!