Aquel mar de Serrat

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Aquel mar de Serrat

De nuevo, el gran Serrat delante de nuestros ojos. Atentos los oídos, que se van a escuchar otra vez sus notas. Atenta la mirada, atentos los espíritus, pues quien le cantó a las pequeñas cosas, que se enfrentó con valentía al dictador, que nos dio la tonalidad de aquel eterno mar Mediterráneo, se nos atraviesa esta mañana en camisa azul, en un fondo tristemente gris y la bondadosa mirada de todos los tiempos; la seriedad y la conciencia de toda una vida.

Video. Día soleado: el grupo de artistas de una orquesta irá colocando instrumentos musicales en un jardín. Poco a poco, sale de ellos la melodía de la evocadora pieza “Mediterráneo”, y con ella, la paulatina presencia de niños, mujeres y hombres jóvenes, y hombres y mujeres adultos, que van arribando y se entusiasman al reconocer la música.

Con ellos, nosotros, que tan bien conocemos la pieza, que a tantos acompañó imaginando aquel hermoso mar que trasladaba a idílicos paisajes, en la voz del entrañable hombre que cuenta así su niñez y nos provee de sus memorias, las de un hombre único que resonarán siempre, a través de los tiempos.

En el video, una joven va develando fotografías montadas en caballetes… los niños que son llevados por sus madres en brazos y, sorprendidos, se acurrucan. Los mayorcitos, 10 años a lo sumo, permanecen igual de extrañados frente a las imágenes. Cada uno de los asistentes se siente llamado a mirar con detenimiento las tomas, imagen misma del dolor y el sufrimiento de quienes se ven obligados a atravesar el Mediterráneo: niños muertos; padres desesperados, inmóviles, presas del horror y del dolor; muchedumbres intentando, desesperadas, salir del mar a toda prisa.

Aparece, hacia el final del video, Joan Manuel Serrat para dolerse por el Mediterráneo de ahora, de ese mar de amargura que es hoy. No es aquel al que cantó, nos dice. Su plegaria, que deje de ser el Mediterráneo la fosa en que se ha convertido en seis años: 15 mil personas muertas al intentar cruzarlo para lograr escapar de la guerra. El Mare Nostrum de los romanos convertido en cementerio.

¡Cuántas imágenes tan dolorosas encontramos del hombre que hoy debe migrar! ¡Cuántas que nos tocan tan de cerca y que nos exigen a todos al menos un acto cotidiano de solidaridad! Y de las autoridades, actuación.

Son los migrantes y los más pobres entre los pobres.

Serrat, de voz poderosa, puede llegar a todo rincón en el planeta. Volver reflexión lo que se presenta ante nuestra indiferencia. No podemos vivir como si en nuestras mismas comunidades no existiese tal demanda de atención, tan fuerte llamada de atención a la conciencia.

La hay. Basta mirar hacia nuestras calles para percatarnos de la enorme cantidad de niños y ancianos que cruzan la ciudad. Ya con canastas de dulces o frutas en venta. Se despiden tres pequeñas con “que Dios los bendiga”, y con su partida dejan pensando si estas tres niñas, la mayor de 14, la segunda de 7 y la más pequeña de 4, no debían estar, a media mañana, en la escuela. O la que acompaña a su madre, cargando una imposible caja conteniendo pan hasta los bordes.

Que la voz de Serrat suene en el interior de cada corazón y mueva a la acción. Son ellos, los más vulnerables, los más necesitados que requieren con urgencia de una sociedad que se siente fuerte y progresista. Una sociedad que no será ni fuerte ni civilizada, si olvida a muchos de sus integrantes condenándolos a una inhumana pobreza.

DON ISRAEL
Murió el sábado anterior quien fuera Cronista de Monterrey, Nuevo León, don Israel Cavazos Garza, que dejó profunda huella, un hermoso recuerdo. Un hombre al que lo distinguía su proverbial caballerosidad y brillante desempeño como historiador. Acreedor a numerosas distinciones, era de grande sencillez. Muy unido espiritualmente a Saltillo, pues su esposa había nacido en nuestra ciudad, se deleitaban juntos observando el acontecer de nuestra patria chica. Mirada llena de afecto que conservó hasta el último día.

Un abrazo solidario a su estimable familia. Descanse en paz.