Así las cosas…

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Así las cosas…

Frente al escenario 
de corrupción 
e impunidad, 
los ciudadanos 
viven la incertidumbre política sobre no saber por quién votar


Ya instalados en el mes de enero iniciamos un nuevo ciclo en nuestras vidas. La esperanza y los buenos propósitos suelen acompañar estos días, en el ánimo de las personas en lo general. 

Evaluar lo positivo y lo negativo es un ejercicio espléndido que debiéramos practicar con periodicidad o, por lo menos, anualmente para enterarnos de cómo vamos, si seguimos con el plan trazado o rediseñamos el proyecto, o de plano le damos un giro de 360 grados.

Mis amigos -a los que tanto quiero y conociendo la fascinante actividad a la que me dedico- me han estado enviando mensajes con su opinión sobre los aconteceres de lo vivido el año que pasó. Le comparto estimado lector: “Un bien a secas para 2017 porque México una vez más aguantó el embate de la deplorable actuación de quienes nos gobiernan, y no se diga Coahuila”. 

“Mal porque la gente pobre siguió igual o peor gracias a la corrupción y a la impunidad, consentidas por quienes debieran ser ejemplo en combatirlas”. “Bien, porque el estoicismo de la gente, que trabaja todos los días para ganarse honradamente el sustento y pagar sus impuestos, impidió el naufragio provocado por las sinvergüenzadas de los políticos rateros”. 

“De lamentarse, porque el dinero que debió irse a salud, a educación, a alimentación de niños y personas en estado de necesidad permanente, acabó en los bolsillos de muchos de los hijos de… quienes nos gobiernan”. 

“Bien, porque a pesar de las pocas oportunidades de empleo, de los que hay mal pagados, de la informalidad a la que han tenido que acudir la gente para sobrevivir, no se armó una revolución”. 

“Mal porque la ruindad de la clase política no disminuyó, porque les sigue valiendo, una pura y dos con sal, recuperar la confianza y la credibilidad de los mexicanos, salvo contadísimas excepciones”.

Este año tendremos elecciones, la incertidumbre política está a la orden del día. La gente me pregunta ¿Por quién vamos a votar? 

¿Qué podemos esperar de quienes organizan y resuelven las elecciones cuando éstas son sometidas a la autoridad jurisdiccional? Lo que estará en juego es mucho más que la elección presidencial, hay asuntos sustantivos como la educación de millones de niños y jóvenes, como los servicios de salud pública, como las pensiones de personas que ya están fuera del mercado laboral, como la seguridad nacional, entre otros, que tienen que atenderse y resolverse. No es asunto menor el desprestigio del poder presidencial cobijado por un amplio sector de los medios de comunicación, pagados con largueza, para cubrir los desaciertos y los horrores de su gestión, sin importar el daño que esto le ha provocado a nuestra, de por sí, entera democracia. 

Se les pasó la mano con la manipulación del lenguaje, porque con ello generaron una ofensiva y defensiva comunicación emocional en las redes sociales, convirtiéndolas en un nuevo frente de batalla que en nada abonan a la participación ciudadana seria y responsable que necesita a gritos nuestro país. 

Haberse atrevido a intervenir directamente en el INE y en los Tribunales electorales -locales y el federal- para imponer a los candidatos del PRI en Edomex y en Coahuila, es un golpe terrible a la gobernabilidad todavía incuantificable. En su mezquindad y voracidad debilitaron a las dos instituciones garantes de la legalidad de los procesos electorales, politizaron la justicia para asegurar su permanencia y van a hacer exactamente lo mismo en las elecciones de este año. Los magistrados ya abrieron la puerta para que el cochinero se realice y quede impune, además lo dijeron expresamente, sin tapujo alguno.

¿Por quién votar? La duda es inmensa. Si usted está hasta la coronilla de la manipulación electorera, y de ser tratado como si careciera de inteligencia, hágalo por quien contraponga la transparencia como escudo a la manipulación, utilice su sentido común, escúchelo, es el que dice lo que debemos de hacer o dejar de hacer en cada momento. 

Mi maestro de Lógica en la preparatoria era un hombre sabio, nos decía que el sentido común no es más que la sabiduría natural que poseemos cada uno de los humanos, pero que había que desarrollarla, con experiencia y con práctica, hasta transformarla en habilidad. En política, la sabiduría nunca pierde de vista el bien general de la nación. En el horizonte mental del populista la sabiduría carece de significado.