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Así se hablaba en Saltillo
Con paciencia de benedictino he recogido de labios de viejos saltillenses algunas expresiones que ayer se usaron, y que para nuestra desgracia ya no se emplean hoy. Digo “para nuestra desgracia” porque esos modos de hablar tenían ingenio y gracia: eran adornos que engalaban la conversación, especias que sazonaban la cotidiana sopa de la vida.
He aquí algunas de esas expresiones de nuestros padres, abuelos y bisabuelos:
- Esto se puede hacer sin tomar agua bendita.
Decíase de lo que podía hacerse sin faltar a ningún ordenamiento humano, o divino. Por ejemplo: “Señor cura: ya estoy pedida y dada. ¿Puedo darle a mi novio la mano para que me la bese?”. “Sí, hija. Ya puedes hacer eso sin tomar agua bendita”.
- Ser una mula desorejada.
Ser un pillo, un bribón.
- Aguja para amortajar suegras.
Era una aguja fuerte y poderosa, capaz de coser con el hilo más grueso recias puntadas que con nada se iban a romper.
- Estará haciendo un calendario.
Se aplicaba a quien estaba pensativo, con la mirada perdida en el vacío.
- Ése le saca la lengua a un ahorcado.
Se decía de alguien que era atrevido y descarado, que no se detenía en nada para salirse con la suya.
- Más desocupado que peluquero en lunes.
Se usaba para decir que alguien estaba ocioso, sin trabajo. En vez de “peluquero” se empleaba a veces otra palabra, femenina, de cuatro letras, también empezada en pe, que no podía decirse en presencia de señoras.
- Estar a la cuarta pregunta.
Estar muy pobre. Busqué esa expresión en el “Refranero de México”, del sapiente paremiólogo señor Rivera, y ahí aprendí que antiguamente el cura párroco hacía varias preguntas al novio que pretendía contraer matrimonio. La cuarta pregunta se refería a sus posibilidades económicas para afrontar los gastos del casorio y proveer al sustento de su esposa.
- Con esto y un buen bizcocho, hasta mañana a las ocho.
Se decía eso, jocosamente, al final de una cena opípara, abundante, para significar que se había cenado muy bien.
- Dijo Blas, y punto en boca.
Expresión usada irónicamente cuando alguien decía alguna cosa que pretendía ser la última verdad, el argumento definitivo.
- Pega la boca a la pared.
O sea: calla, contente, aguántate las ganas de hablar, de decir algo.
- A mear y a la camita.
Con esa frase se daba por concluido un asunto, alguna discusión.