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Ataques caninos: ¿imposible prevenirlos?
“La peor parte de cualquier tragedia es que nos revelemos incapaces de aprender la lección. Porque cuando no asimilamos lo ocurrido, cuando permanecemos indiferentes ante el saldo trágico, nos condenamos colectivamente a que los hechos sigan repitiéndose.
La advertencia aplica por igual para el saldo que arroja un evento natural como un terremoto, una inundación o un vendaval que para los resultados de hechos que se encuentran enteramente bajo nuestros control: en unos y otros existen lecciones que debemos aprender si no deseamos convertirnos en cronistas —y eventualmente en protagonistas— de la tragedia recurrente.
En uno y otro caso, la lección se sintetiza además en una recomendación genérica que, de tanto repetirse, pareciera incluso carente de sentido: para no lamentar es necesario prevenir.
El comentario viene al caso a propósito del reporte periodístico que publicamos en esta edición, relativo a un nuevo ataque protagonizado por un perro de la raza pitbull, en el cual resultaron heridas tres personas, entre ellas una menor de edad.
El ataque se registró en plena calle. Las víctimas iniciales, una mujer y su hija, fueron atacadas mientras caminaban. Posteriormente un policía que llegó al lugar, tras ser alertadas las autoridades por los vecinos, también fue mordido en un par de ocasiones por el animal.
¿Qué hacía el perro en la calle? ¿Por qué atacó a las personas que terminó enviando al hospital? Aunque la respuesta se desconoce, la explicación a estos hechos podría encontrarse en el hecho de que una gran cantidad de perros, precisamente de la raza pitbull, han sido abandonados por sus dueños a últimas fechas y se han convertido en “perros vagabundos”.
La otra parte de la explicación se encuentra en el hecho de que, al menos por el momento, parecemos decididos a no aprender la lección que dejó la trágica muerte de un menor de edad hace apenas un mes en la Ciudad de Monclova.
La tragedia nos conmovió, sin duda, y las manifestaciones verbales y, sobre todo, a través de redes sociales, fueron numerosas. Pero con la misma rapidez con la cual todos nos “involucramos” en la tragedia, la olvidamos en cuanto apareció en el ciberespacio el siguiente “escándalo mediático”.
Se trata, a no dudarlo, de una costumbre insana para todos. Conmovernos —e incluso indignarnos— momentáneamente carece de valor porque no genera ninguna modificación en las circunstancias que prohíjan las desgracias y sí, por el contrario, contribuyen a preservarlas.
Habríamos de reflexionar —en serio— al respecto y considerar la necesidad de abandonar la costumbre de sólo unirnos al coro momentáneo que clama por soluciones y reparte culpas, pero rápidamente olvida los hechos para trasladarse a la siguiente “discusión”.
Las tragedias causadas por ataques de perros pueden —y deben— evitarse. Lo que hace falta para ello es que no solamente nos ocupemos del tema cuando éste es “relevante” para las redes sociales.