Ateneo Fuente: ecos

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Ateneo Fuente: ecos

“Los héroes deben permanecer incógnitos, Jesús”, me espetó el ateneísta y contable Rogelio Ochoa, luego agregó pausadamente, “tal vez nunca sepamos quién era el verdadero Superman…”. Gracias por leerme estimado lector, gracias por atender estas letras. El texto anterior, donde abordé la fiesta de los primeros 150 años de mi Colegio de Bachilleres “Ateneo Fuente”, fue harto leído y comentado; gracias de corazón, palabra y pensamiento. Regreso al tema a petición de usted, ustedes. Una institución de este calibre, prosapia y linaje, tiene mucho qué contar. 

Voy en orden porque va para largo lo siguiente: el exitoso contable, don Rogelio Ochoa (especialista en Friedrich Nietzsche), ateneísta él, estudió su licenciatura y maestría en las aulas de la Universidad Autónoma de Coahuila, ya luego realizó estudios de postgrado y especialización en Finanzas y Administración lo mismo en la UNAM, que en el Tecnológico de Monterrey. Y él y su servidor, como otros compañeros de mi generación ateneísta los cuales tuvieron a bien comunicarse, mantenemos nuestra tirada de naipes: al buen maestro Jorge Ruiz Schubert, nosotros, al menos nosotros le decíamos “Superman”. Recuerdo sus clases de Derecho, Mundo actual e Introducción al estudio de las Ciencias Sociales. Este gran maestro tenía una virtud: enseñaba todo esto: Historia, Sociología, Derecho, no como si fueran materias putrefactas (como así lo hacen creer “historiadores” como Lucas Martínez, Arturo Berrueto, etcétera, todos ellos agrupados en el pomposo y ridículo Colegio Coahuilenses de Investigaciones Históricas o algo así se auto llaman), letras muertas con fechas perpetuas, no; el maestro las enseñaba y de inmediato metía el germen de la crítica actual, el desmenuzamiento de aquellos tiempos pasados y su influencia en el presente. Sabio el hombre, quien arriesgaba con sus punzantes comentarios políticos en radio.

Dice, y dice bien, don Rogelio Ochoa, “mira Jesús, el apodo de los maestros es el que les ponía la raza…”. Y sí, nosotros a don Jorge Ruiz le decíamos “Superman”. Otro de mis admirados maestros Ramón Moncada Alejandro. Me dio Historia mundial e Historia de México, creo recordar. Igual, tipo sabio del cual me repaso aún parte de sus enseñanzas. Y justo es reconocer la ingente cantidad de anteneístas, todos ellos mejores que su servidor, los cuales han egresado dando lustre a Saltillo en tiempos recientes: Enrique Martínez y Martínez, César Cardona, Rogelio Ochoa, Miguel Ángel Medina, Oscar Pimentel, Osvaldo Aguilar Villarreal, Felipe Rodríguez, Oscar Nájera Davis... Puros ases. Claro, pido disculpas por las omisiones involuntarias de esta precaria lista. 

ESQUINA-BAJAN
¿Hay buenos y queridos maestros hoy en día en el Ateneo Fuente? Sin duda, claro que los hay. ¿Los de ayer fueron mejores? Cada quien tendrá su club, su pool, su batería de maestros preferidos. Hay uno de ellos el cual ahora es mi amigo, don Jesús García Rico, el queridísimo maestro al cual apodamos “La Coyota”. Erudito como pocos, lo sabe todo.

Lo sigue sabiendo todo. No pocas veces me ha llamado para puntualizarme temas, libros e información en lo que escribo y publico en la ciudad. Me recomienda libros, me regala fotocopias de textos ya inconseguibles en el macilento mercado de libros e ideas en Saltillo. ¿Sabe por qué admiro a mis maestros aún al día de hoy, a todos los que me han enseñado en las aulas, señor lector? Porque lo saben todo. “La Coyota” lo sigue sabiendo todo. Todo.

Tan es así, que en su momento, en el Ateneo, me reprobó en Física Nuclear. Me reprobó como Dios manda, vaya. El que también me reprobó, creo recordar, en Matemáticas, fue “El Camarón”. Recuerdo igual, en la primera participación en los exámenes extraordinarios pude pasar el par de materias enfadosas. Usted lo sabe, el ábaco de los números, de las Matemáticas y del comerciante nunca se me dio, por eso vivo como vivo, pues. Pero no me quejo. Así soy. Total que reprobé este par de materias. Ya luego, y hoy, mi admirado maestro “La Coyota” me sigue mandando textos, comentarios, apostillas sobre lo que publico y mis ideas. Esta vez no fue la excepción. Marcó a mi desvencijado celular y parlamos alrededor de 50 minutos. Un lujo y un honor para mí. 

“La Coyota” me habla de un gran maestro, abogado él. Severo, sabio como lo eran todos en aquellos buenos tiempos, era abogado de profesión y formación. Atildado en el vestir, era de roca. Pocos le podían jugar bromas, o nadie se las jugaba. Dictaba cátedra y era un hombre totalmente dedicado a ello, a dictar diario lo mejor de su filosofía y pensamiento.

Cuenta mi maestro, don Jesús García Rico, que un día, llegó el tiempo de jubilación para ese gran maestro. Dicho abogado se jubiló con el siguiente honor: en poco más de 30 años como educativo jamás faltó a una de sus clases. Nunca. Ni por enfermedad, ni por flojera, ni por permiso… nada. Nunca, jamás faltó a una clase frente a grupo en el Ateneo Fuente. 

LETRAS MINÚSCULAS
¿Su nombre? Mario Hernández, “Superman”. Sí, el maestro de acero…