‘Backstage’: Un respiro onírico para los clásicos

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‘Backstage’: Un respiro onírico para los clásicos

Desacralizar lo inmaculado es la misión de este pintor quien confía en las habilidades del espectador para crear sus propias historias a través de la pintura

El miércoles pasado, Zenén Vizcaíno dio apertura a ‘Backstage’, su exposición en la Galería de la Secretaría de Cultura del Estado; un evento cálido en el que las alumnas de la Escuela Profesional de Danza de Coahuila recibieron al público con dos caribeños números de danza contemporánea inspirados en el trabajo del artista. 

En medio de abrazos y felicitaciones para el pintor, la titular de la SEC Ana Sofía García Camil y Leticia Rodarte, Coordinadora de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Coahuila ofrecieron sus discursos y cortaron el listón que permitió a la gente acceder a la galería. 

Contento, Zenén seguía saludando gente y ofreciendo el privilegiado recorrido donde narraba las historias detrás de sus pinturas, mientras la gente se arremolinaba para tratar de escucharlo.

Dos días más tarde, después del bullicio de aquella exitosa noche, Zenén está como de costumbre en el café de VANGUARDIA, tomando un café y fumando un puro. Se salió del traje y ahora viste una camisa azul, sus lentes de sol y la mochila donde carga papeles para atender las llamadas urgentes de la creatividad. 

Está agradecido con la apertura de la SEC para adoptar entre su programación este proyecto, para el que pidió el apoyo de una galería en Estados Unidos con la que trabaja.

Le gusta estar ahí porque sus primeros años en Saltillo los vivió cerca del periódico y, aunque es ruidoso, es la única cafetería de la ciudad en la que los comensales pueden estar en la acera, como en Francia o Italia.

Zenén había comenzado un nuevo cuadro esa mañana y en ese estado mental tranquilo, con vivacía y gran pasión en la voz, el autor nos narró los detalles de ‘Backstage’, espacio en el que muestra los frutos reunidos tras la experiencia de su largo historial de exposiciones. 

“Es una obra que se está haciendo fuera de las luces más resplandecientes, es una obra de madurez estética del artista. Es una realidad paralela a la nuestra, a la cotidiana, a la que día a día nos mira, nos cuestiona, nos involucra, nos acerca, nos da la posibilidad de ser nosotros y a la vez otros, no conformarnos y no quedarnos con lo mismo”, dijo. 

En la muestra hay obras hechas durante los últimos 5 años (incluso una de las piezas estuvo terminada unos días antes), pero la personalidad pictórica que hoy lo caracteriza es un trabajo que gesta desde la juventud, en su natal Habana, Cuba. 

Describe perfectamente el momento en el que ésta, se convirtió en la línea de su trabajo, pues en los años 90 asistiendo a la Casa de las Américas, que convocaba a artistas menores de 35 años, escuchó por primera vez una descripción de lo que él estaba haciendo, permitiéndose así profundizar su investigación. 

“Para mí eso fue tremendo porque ni me imaginaba que me lo iba a ganar y hasta llegué tarde. Entonces los jurados, entre los que había grandes críticos del arte latinoamericano, hablaron sobre la proyección posmoderna de mi propuesta. En aquel entonces yo no tenía ni una idea tácita de lo que era ‘posmoderno’, yo estaba en Cuba haciéndolo por la mera intención de hacerlo, es sólo el azar concurrente que hace que diferentes discursos y estéticas se disparen en lugares tan disímiles como Nueva York, La Habana, París, Berlín o Venecia”, señaló. 

Fue así como canalizó su intención de usar la pintura clásica para desacralizar y convertirla en un recurso más real y cotidiano, trabajar de manera formal a los grandes maestros clásicos y hacer una mezcla de la realidad cotidiana. 

“Tengo modelos que son gente de Saltillo, uso personajes y animales, aunque la palabra realista no es una palabra que disfrute mucho porque por lo manido que se le ha dado a este discurso, pero trato de que el entorno de la pintura sea amigable, que te atrape y así el espectador se pueda involucrar con la obra”, señaló. 

Incluso la interacción es algo que procura no solo mediante su técnica aplicada al óleo, pues solicitó que la obra se colocará a una altura más cercana a los ojos del espectador, para que los rostros, los letreros y la escena lo hicieran desarrollar su propia interpretación más naturalmente. 

“La gente está contenta, porque no es lo ortodoxo de lo formal, sino que se trata de la provocación del artista, un discurso inteligente que se puede usar para decir muchas cosas, porque el reto nuestro es narrar una anécdota no de manera lineal, sino con puertas y ventanas que permitan a uno hacer su propio cuadro”, aseguró. 

Además del impacto transgresor y onírico que genera el primer contacto con sus pinturas, la familiaridad se infunda pronto pues en ellos aparecen caras familiares y sutiles referencias que matizan la influencia de Saltillo en su trabajo. 

“No tengo que pintar un sarape para que las obras sean saltillenses, no hay que ser tan vernáculo para ser más universal, eso se puede lograr dentro del camino, para mi pintar unas madejas y unos hilos es tener la base del sarape, por ejemplo”. aseguró. 

Al final decide condensar las vivencias que ha tenido aquí como maestro invitado de la UAdeC, pues ahora mismo es el centro gravitatorio suyo que espera la gente encuentre cuando observa con detenimiento estas piezas. 

Al final del día, para él el reto es no repetirse, no hacer un discurso imposible de leer al grado que nadie te pueda entender, y él lo tiene presente en cada boceto. 

“A veces el artista confunde la acción de asombrar a la gente con la opción de que la obra sea buena, una obra no es buena porque tenga un gran show, mucho brillo o mucha alharaca,  el artista contemporáneo (y eso lo da la madurez), debe tener el equilibrio entre qué decir, cómo decirlo y de qué forma decirlo, eso es lo que hace realmente una obra buena”, finalizó.