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Basura de segunda mano

Escribí un visceral comentario en redes sociales, muy poco elegante y pobremente redactado. Pero no le reprocho una sola coma dada su honestidad.

Sin embargo, el periódico no me cede su espacio para que escriba como cualquier hijo de tuitero, así que intentaré plasmar el mismo sentir de una manera mucho más acabada, sin esas horrendas palabrotas que mucho me gustan pero alteran en demasía a algunos nacidos para ser la tía de los demás.

Afirmaba que, en reconocimiento de Miguel Ángel Riquelme, debo admitir que pese a su procedencia partidista, que representa para mí todo lo malo, sucio, ruin, mezquino y deshonesto, al menos tiene los arrestos de portar la camiseta sin rubor y sin bochorno.

Pese a que el PRI significa la desgracia nacional y la catástrofe estatal, el lagunero porta su divisa asumiendo con ello todo lo que tiene de ominosa y deleznable.

No es que vuelva ello a don Riquelme virtuoso ni mucho menos (sólo que toque magistralmente el Concierto No.1 de Tchaikovsky para Piano y Orquesta, pero entonces hablaríamos de otro tipo de virtuosismo que de momento no nos concierne). Es sólo que pertenecer a una organización siniestra sin esconder la credencial, al menos habla del modesto atributo de la congruencia (pero no se preocupe, que igual va a terminar de despedazar lo que ya está destrozado).

En cambio, nuestra oposición, que navega con bandera de buenaza, capitaneada por quienes se venden como los muchachos buenos de la película gacha, esa es todavía peor, porque desde que no es parte formalmente del Gobierno, le hace creer al ciudadano que hace frente común con él para enfrentar las injusticias, el autoritarismo, la corrupción y todos los abusos del régimen.

Pues la oposición quizás no sea parte del Gobierno, ¡pero del sistema sí, a no dudar! La oposición vive, se alimenta y respira del sistema. Si éste colapsa, la oposición también queda huérfana y eso de salir a buscar trabajo es como que de gente jodida.

Así que realmente a la oposición no le conviene un cambio drástico del statu quo.

Asumir el poder… hmmm. Quizás… podría antojarse tentador, habría más prerrogativas, sí, mucha caravana y todo lo que lustran los zalameros lo tendrían siempre reluciente, pero es mucha responsabilidad también, mucho estrés, mucha rechifla, mucha mentada de madre.

¡No, gracias! Mejor aquí, desde la oposición, la vida es más sabrosa. Igual alcanzan el buffet completo: se mueven influencias, se hacen negocios (obvio, con los mismos a los que juran como enemigos mortales), se reparten cargos de poder, también les hacen sus carantoñas y en síntesis, participan de eso que se conoce como la vida chicha, cremosa, cachetona.

¡Y todo a un precio muy accesible! Sólo hay que hacerle de comparsa al grupo hegemónico de poder. Al Gobierno, pues. Y seguirle el juego como si en realidad hubiera algo en disputa, siendo que de uno y de otro lado, todos están en Jauja. Básicamente consiste en vociferar, echar bravatas y romperse la camiseta como si se fueran a matar. Haga de cuenta como los luchadores enmascarados antes de hacer su show en el cuadrilátero.

A esa oposición pinche pertenece el PAN coahuilense. ¡Ay de su pobre militancia de a pie! Que cree que contribuye a un cambio o que un día los han de tomar en cuenta para algo que no sea pegar calcas y quizás algún huesillo de dos tres años.

Pero decíamos, el PAN es de esa oposición chafa que no ofrece ninguna resistencia a los excesos del poder, sino que participa de ellos, haciéndose de la boca “S” (small). Así es el PAN y sus líderes y dirigentes lo son en consecuencia.

Memo –¡puaj!– Anaya cumplió a la perfección el papel que le correspondía en esta farsa político electorera: agandallarse la candidatura panucha, hacer una campaña desganada, evitar un desgaste prematuro innecesario del próximo Gobernador y luego, ya tras la elección, reunir todo el descontento popular, abanderarlo, dejarlo enfriar, descarrilarlo y finalmente dejarlo dispersar como ganado sin cerco.

Anaya abortó en su momento el recuento de los ciudadanos, donde se contabilizaban no sólo votos, sino todos los paquetes violados. Y ahora disipa el ánimo civil. ¡Qué arrastrado!

Hoy con toda su tibieza dice que va a apelar la decisión de los tribunales, pero mal organiza a la gente que aún cree en él y no es capaz ni siquiera de mostrar una cara congruente tras perder por segunda vez la misma elección. Fuera de ese detalle, cumplió a cabalidad su parte.

Y está claro que algo le toca por haber interpretado el rol asignado y le garantizo que no es poca cosa, concretamente el seguir ad vitam como el cacique comarcano de su partido.

¿O a poco cree que a Anaya le afecta igual que a mí o usted el que se siente un Tercer Moreira en el trono del Estado? ¡Pero ni de chiste! Su vida tan tranquila, tan opulenta y tan campechana está asegurada. De la derrota de su candidatura, el único que gana realmente es él.

Y es por ello que individuos a lo Memo son aún más despreciables, porque la puñalada que dan no es cínica, mirando a los ojos como la de priista, sino que es desleal, traicionera, por la espalda y por consiguiente doblemente cobarde, porque el muy pusilánime le juega al enemigo del Gobierno.

La única razón para considerar darle un voto a los azules (no ser el PRI y representar una posibilidad ya no de cambio, sino de simple alternancia) quedó, gracias a Anaya, totalmente descartada. 

No dejaron ni el beneficio de la duda: el PAN es la misma basura. ¡No! Es peor, porque le hace la comparsa a la basurota grande. Es basura, pero de segunda.


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