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Hoy el Papa Francisco pisará el suelo de México y lo que encontrará es poco grato. Hallará una patria sin sosiego, regada con la sangre de sus jóvenes, de hombres y mujeres que buscan a sus familiares, 27 mil desaparecidos para quienes la justicia es una idea desconocida, sin sentido, porque se vive en el País de la impunidad, un País en el que la paz es también un concepto deseado pero lejano porque se vive en una sociedad del abatimiento social, una colectividad hostigada por la violencia del crimen organizado.

Francisco encontrará a una colectividad empobrecida, más de 55 millones de pobres, con cifras conservadoras porque año con año la pobreza aumenta en lugar de disminuir. 

El Papa podrá constatar que este País vive una profunda crisis de derechos humanos, crisis reconocida por el propio presidente Enrique Peña Nieto: “México vive una crisis de derechos humanos por la ola de asesinatos y desapariciones de personas generada por los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado” (12-06-15, CNN). Tan sólo en el sexenio de Peña Nieto han sido ejecutadas 20 mil 721 personas.

Son las cifras del horror, Francisco pisará la tierra del País más peligroso para ejercer el periodismo, tan sólo en este mes, el reciente asesinato de Anabel Flores, periodista veracruzana, además el de Gonzalo Manzanilla Escobedo, asesinado en Mérida, de  2003 hasta enero de 2016, 23 periodistas han sido desaparecidos en México sin que las autoridades hayan satisfecho el derecho a la verdad y la justicia en ninguno de los casos (Artículo 19).

El Pontífice se encontrará con un País  en el que los católicos disminuyen, constantemente los censos de INEGI muestran que el porcentaje de católicos en México cayó, de 98.2 % en 1950, a 82.7 % en 2010,  podrían ser menos, porque un buen número de quienes se dicen católicos no practican su religión, este fenómeno de disminución constante de católicos se atribuye al distanciamiento entre jerarquía y feligresía, ya que los primeros tienen poco o nulo interés por el cambio, han tomado distancia de las modificaciones tan profundas que vive el mundo del Siglo 21 y buena parte anda cerca del medioevo viviendo una religiosidad “de barniz y no de raíz” eso explica la facilidad con la que mucha gente deja el catolicismo y se inscribe en otras iglesias u otras sectas.

Francisco se ha propuesto transformar a la Iglesia Católica y su objetivo va en serio, por ello ojalá pueda mover a México, no como Peña Nieto que lo único que hace es un costosísimo marketing.

El Papa es la voz de los olvidados del mundo, él es un reformador que sabe hacerse escuchar y con todo el corazón me gustaría que esta visita de Francisco provoque una convulsión que oxigene todo lo que está asfixiado o escondido en el catolicismo mexicano, el que debiera tomar conciencia clara de que  la Iglesia no es la jerarquía, ni el clero, ni el templo, ni el culto, sino todo el pueblo de Dios bautizado que quiere libremente seguir los pasos de Jesús y su proyecto del Reino de Dios, es decir, de construir un mundo en paz, justo y fraterno (Lumen Gentium #5). 

Según algunos analistas en la jerarquía católica falta mística, creatividad, capacidad de liderazgo para mover y organizar los enormes activos que tiene la institución, pero el laicado es un gigante que está despertando y la Teología de la Liberación, lentamente va permeando al laicado para transitar, de una fe heredada, a una fe elegida libre y personalmente  y realizar el tránsito de una Iglesia clerical, a una Iglesia de laicos ilustrados y activos; de una Iglesia patriarcal, a una Iglesia fraterna y con igualdad de género; de una Iglesia rica y con los ricos, a una Iglesia pobre con opción por los pobres, la Iglesia de la misericordia.