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Bisonte y circo 1
40 Aniversario
Felicidades a VANGUARDIA. Hoy festeja sus 40 años de vida, inmerso en nuevas tecnologías y abierto a nuevos lectores. Recuerdo sus inicios en 1975 y la gran expectación motivada con cada nuevo número impreso, la misma que hoy mantiene cautivos a miles de lectores, tanto de sus versiones digitales como de las impresas en papel. Un periódico que ha sabido aprovechar la oportunidad de las nuevas formas de comunicación y al mismo tiempo conservar y alentar las formas tradicionales de la lectura. ¡Larga vida a VANGUARDIA!
La temporada en Saltillo del Circo Solary y su desfile de publicidad traen a mi memoria un tema poco mencionado de la conquista del norte de México. Olvidado quizá por el tinte fantasioso que le dio la leyenda de las míticas siete ciudades de Cíbola o la Quivira, pero de tan real sustento como su existencia misma: el búfalo o bisonte, también llamado cíbolo, que poblaba las planicies del norte y desarrolló importante papel en la vida de los habitantes indígenas de la región, antes de la conquista, durante ella y la Colonia.
Es impresionante, y al mismo tiempo terriblemente decepcionante, ver desfilar por las calles de Saltillo a los “animales” del circo en plataformas que llevan enjaulado a un bisonte de mentiras, entre otras fieras también falsas. Figuras de fibra de vidrio o fabricadas en resinas, que representan a los animales tradicionales del circo como leones y elefantes, son utilizadas ahora para la publicidad estrella del Circo Solary, a imitación, o más bien en reminiscencia de aquellos grandiosos desfiles de hace muchos años, en los que participaban tanto los animales del circo como algunos de sus artistas, y los más recientes en que sólo exhibían a las fieras de verdad en jaulas también de verdad, antes de que Coahuila emitiera la prohibición de animales en los circos. Aquellos desfiles callejeros anunciaban la llegada del circo a la ciudad, y se constituían en un adelanto, una promesa del gran espectáculo que aguardaba al espectador en la carpa. No imagino la desilusión de los niños que hoy ven desfilar a estos falsos “animales” en las calles y no ven aparecer a los animales de verdad en la función, ni enjaulados o en corrales alrededor de las carpas del circo.
No puedo imaginar tampoco un circo sin animales, cuando éstos eran la atracción del mismo, al parejo de trapecistas, magos, payasos y todos los demás cirqueros y actos circenses que pudieran ser presentados en una función. El circo como era antes, se ha acabado. Hoy debe ser de otra manera y dejar atrás sus figuras emblemáticas. La ley contra el maltrato de los animales vino a acabar con la mitad del gran espectáculo.
No sólo con la presentación de las temibles fieras, leones y tigres de Bengala, que agachaban la cabeza ante el chasquido del látigo de su domador y se subían al banco, o bajaban de él para atravesar en el aire un círculo de fuego, sino también con los actos en los que participaban hermosos elefantes o caballos, y hasta con los más ingenuos actuados por perros de razas pequeñas, bien cuidados y bien entrenados. En gran medida, los animales constituían la diversión favorita de los espectadores infantiles y del público adulto. No sé porqué el Solary trae como atracción a un bisonte, falso, ya lo dijimos, y lo pasea en su desfile.
Hasta donde sé, nunca fue animal de circo, pero gracias a ello surge el tema de ese protagonista de una etapa de la historia americana, y de paso, de la leyenda que en el siglo XVI motivó costosas expediciones de conquistadores en busca de una mítica ciudad de oro, cuando el mito nació en la propia España durante la conquista de los moros, y todavía vivo, los mismos peninsulares lo trasladaron a América.