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Café Montaigne 164
Le recuerdo la ficha del libro el cual estamos comentando en esta tertulia sabatina, libro del cual dimos las primeras señas el pasado sábado: “Breve Historia de la Salud en México. De la Colonia a nuestros días”. de la autoría del doctor Guillermo Enrique Guerra Valdés, sampetrino de nacimiento, pero monclovense por elección y amor al terruño. De este mismo autor hace algunas lunas reseñamos en este mismo espacio de VANGUARDIA sus “Memorias”, libro y piedra de toque fundacional sobre el desarrollo de la salud y las enfermedades en Monclova y en toda aquella región de Coahuila. El nuevo libro de Guerra Valdés tiene pie de imprenta de este mes de agosto. Como es edición de autor, apresúrese y solicite su ejemplar con el doctor. Es de colección y recomiendo mucho su lectura.
Los médicos son importantes desde siempre. No magia sino ciencia, no curación mágica (que en ocasiones se necesita y hay que convocarla) ni remedios caseros sino medicina. La medicina y los médicos son tan importantes desde siempre, que la mejor oración sobre un galeno está, como siempre y como todo, en la Biblia. Remito al lector a la Biblia de Jerusalén y a su libro Eclesiástico o el Sirácida. Leamos fragmentos del capítulo 38: “Da al médico por sus servicios, los honores que merece,/ que también a él le creó el Señor./ Pues del Altísimo viene la curación… La ciencia del médico realza su cabeza,/ y ante los grandes es admirado./ Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él,/ que no se aparte de tu lado, pues de él has menester./ Hay momentos en que en su mano está la solución…”.
¿Lo notó? En sus manos está la solución. Nadie lo duda. Yo menos. Jamás. En sus manos siempre estoy, lo he contado antes aquí y me abandono a su sabiduría para que me rescaten de las garras de la siempre enamoradiza parca. Aún hoy, en pleno siglo de avances y comunicación en “tiempo real”, las enfermedades y los contagios nos persiguen y nos aplastan en nuestros domicilios y ciudades. Nuestra fragilidad biológica se ha evidenciado una vez más con la llegada del bacilo chino. Los hermanos del otro lado del continente lo exportaron y llegó en poco tiempo. Tan poco tiempo y en todo el mundo, que el mundo está colapsado. Sí, igual que en la antigüedad. Estamos inermes, paralizados y temerosos como siempre.
Leamos un fragmento del doctor Guerra Valdés en su libro: “… en México los primeros antecedentes de la terrible influenza española aparecieron en Acapulco (1918), llegando a extenderse por toda la República cobrando una cuota de 300 mil vidas, la fiebre amarilla seguía haciendo estragos en el sureste… El país quedó devastado por las muertes en campaña (la Revolución), el campo abandonado, y no había agua potable en todo el país…”. Sin duda, el mismo panorama con diferentes nombres, acciones, problemáticas. Y factores nuevos como la economía de mercado, el petróleo…
ESQUINA-BAJAN
El libro del doctor Guillermo Guerra Valdés consta de veintidós capítulos concisos y claros. Varios de ellos se ocupan de las pestes y pandemias que han sacudido a México en toda su historia: la viruela en la Nueva España, la fiebre amarilla, la peste bubónica en Mazatlán en 1902, la epidemia de viruela de 1889, la sífilis. Nada más de escribirlas, teclearlas en mi ordenador personal, se le eriza a uno la piel y el esqueleto. Agradezca entonces señor lector, que usted habita este mundo hoy donde hay cura para todo; bueno, casi para todos nuestros males. ¿No hay cura? Pues entonces viva, antes de que se muera. Y de hecho, todos vamos a morir, no se preocupe.
Una estampa personal primero: usted lo sabe, mi vida es pública, tan pública que aquí la comento y la gloso. Sobre todo lo que tiene que ver con mis andanzas en tables dances y tabernas de poca monta en cualquier parte del país donde he andado. Hoy casi todo cerrado. Pues bien, cuando ando atrás de musas de buen ver en estos lugares donde se intercambian besos y caricias por dinero, por lo general les digo a las musas de piel de terciopelo, tacones de verticalidad imposible y piernas y caderas de infarto, que vayan a su camerino y regresen… sin bragas a la tabla para compartir hartos tragos. Por lo general, reclaman entre risas, gritos y sonrojos, pero siempre las convenzo. Aceptan y luego les gusta. Tanto les gusta, que cuando regreso, ellas mismas ya llegan así: sin bragas. Nada más erótico y excitante que la pareja de uno esté toda linda, bien arreglada y con un minivestido en la mesa… sin calzones.
Andar sin pantaletas, sin bragas, sin calzones caray, tiene consecuencias. En las mujeres tiene consecuencias funestas. Cuando sobrevino la maldita peste bubónica en Mazatlán en 1902 y 1903, al hacerse cargo de la pandemia, el doctor Martiniano Carvajal (san Hugo López-Gatell de aquellos años, pero éste sí, un gran científico y nada protagónico como la claque de AMLO) hizo pública una serie de diez puntos como medida obligatoria a seguir por la población. En el punto ocho, nos cuenta Guerra Valdés en su libro (página 51), se hacía énfasis en el aseo riguroso de la comunidad, especialmente en las mujeres, las cuales eran más “susceptibles de contraer la enfermedad” por añejas costumbres como “la de no usar pantaletas”.
De colección la perla anterior. Pero también, hay una historia que prometo investigar y glosar aquí, aunque el autor en su libro la escribe soberbiamente. Es una hazaña de la medicina, una odisea tremenda: la llegada de la vacuna antivariolosa a la Nueva España (1805, en Yucatán). Evento protagonizado por el doctor Francisco Xavier Balmis, médico de la Corte Española. Me ha gustado mucho dicha hazaña histórica. Si tuviese dinero, harto dinero, filmaría una película al respecto.
LETRAS MINÚSCULAS
“Breve Historia de la Salud en México. De la Colonia a nuestros días.” de la autoría del doctor Guillermo Enrique Guerra Valdés, sampetrino de nacimiento, pero monclovense de abolengo por elección.