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Café Montaigne 187
Todo conocimiento sobre de la vida, se encuentra en Gabriel García Márquez. Cualquier pregunta la cual haga y de cualquier tema, va encontrar su respuesta en la obra del santo de Aracataca, San Gabriel García Márquez. No exagero: todo lo encuentra aquí. Su obra es la Biblia latinoamericana, siempre. ¿Quiere usted saber los motivos por los cuales levita un cura? Vaya usted a “Cien años de soledad”. ¿Quiere usted saber de santas las cuales aman demasiado y estas vuelan, como Remedios la bella? Vaya usted a “Cien años de soledad.” ¿Quiere usted saber de la locura de los cuerdos y sus motivos? Vaya usted a abrevar de las aguas de “Doce cuentos peregrinos.”
¿Quiere usted saber cómo se cura la “peste del insomnio”? Vaya usted y explore “Cien años…” ¿Quiere usted saber de la pasión amorosa, una de las más potentes y feroces de la historia? Lea “El amor en los tiempos del cólera.” Abro paréntesis: este libro y no otro, es el preferido del Oficial Mayor del Congreso, Gerardo Blanco Guerra, el cual se lo sabe al dedillo. Lo considera superior a “Cien años…” Polémica agria entonces, si usted quiere debatir con el atildado abogado. ¿Quiere usted saber sobre musas, sirenas del desierto con pechos en flor de apenas 14 años, las cuales son presas de abuelas desalmadas, quienes las subastan al mejor postor? Vaya y lea…
Creo ya lo notó: todo está en la obra de san Gabriel García Márquez sabiéndola leer. En la anterior tertulia de “Café Montaigne”, le platiqué de dos o tres brindis los cuales tuve con varios amigos y amigas por motivo de Navidades. Abro otro paréntesis: ¿Cuándo se jodió todo y desde cuándo adoptamos la moda gringa de “Fiestas” en lugar de Navidad? Ahora se dice “Felices Fiestas”, cuando antes espetábamos “Feliz Navidad.” En fin, ya todo se jodió. Bien, decía del brindis de Navidades y fin de año con el chef Juan Ramón Cárdenas, el joven chef Rodrigo Cárdenas y la bella Sofía Cárdenas a quienes los compañeros de la prensa han bautizado como “Los master del Brunch”.
Platicaba: ambos jóvenes en lugar de estar dilapidando su tiempo en fiestas nocturnas y tirarse a la milonga por su corta edad, muestran los hilos y textura de lo cual están hechos: están al frente de su proyecto gastronómico de fin de semana en “Don Artemio” y colaboran (ya le dieron golpe de estado al ingeniero, seamos francos) de tiempo completo en todos los proyectos del restaurante y de “Villa Ferré”. Ese día del círculo en diciembre, la bella Sofía Cárdenas tiró un mazo de naipes en la mesa el cual nos dilató no menos de dos horas de charla y nunca llegamos a un sano arreglo: ¿es mejor escuchar la música en discos, en acetatos de vinilo, a escuchar la misma canción y artistas en CD y claro, es mucho mejor lo anterior a escucharlo en las modernas plataformas como Spotify o Streaming?
ESQUINA-BAJAN
Caray, no poca cosa. Dos horas y la verdad, nos quedó cuerda para la filosofía. Extraña pasión la de la bella Sofía Cárdenas: en lugar de gastar sus labios en besos y sus oídos en música ruidosa y moderna, se entrega al placer de la mixología (ella es autora de varios cocteles y maridajes de lo nuevo en “Don Artemio”) y, por las noches, ya cuando la calma llega a su residencia, en un gramófono de colección el cual ha comprado vía paquetería a Estados Unidos, coloca en él acetatos de vinilo de linaje escogido, los cuales sólo ella sabe dónde consigue.
Extraño fetichismo y coleccionismo el de esta joven y bella emprendedora. No pertenece a esta época, sino a una añada pasada, donde el rasgueo de la aguja en los acetatos, no sólo transmitía música, sino sentimientos, estados de ánimo, atmósferas. Ni se diga las fundas de los acetatos: éstas nos transfieren, como los huesos de un esqueleto humano, en la memoria de los artistas, de los cantantes y bandas. De hecho, muchas de estas portadas son verdaderas obras de arte las cuales se cotizan en el mercado negro de valores de coleccionistas en el mundo.
¿Bien, y don Gabo, cuál es su papel? Lea los fragmentos de “El mar de los tiempos perdidos”: “Tobías durmió casi todo el día. Clotilde lo alcanzó en la siesta… A veces llegaba hasta el cuarto una onda de música… Es donde Catarino- dijo Clotilde…Catarino pensó que más tarde podían venir otros (personas de visita a su merendero) y trató de componer la ortofónica…” Lea señor lector lo siguiente: “Tobías encontró a todo mundo despierto después de las nueve. Estaban sentados escuchando los viejos discos de Catarino, en la misma actitud de fatalismo pueril con que se contempla un eclipse. Cada disco les recordaba a alguien que había muerto, el sabor que tenían los alimentos después de una larga enfermedad, o algo debían hacer al día siguiente, muchos años antes, y que nunca hicieron por olvido.”
¡Ah con éste mago, San Gabriel García Márquez! ¿Lo notó? Todo el elixir y enjambre de recuerdos, memoria y placeres o pecados los cuales se desatan al escuchar discos en un gramófono, en una ortofónica. ¿Es mejor escuchar un vinilo a un CD o “bajar” la música en un gadget de moda? Para la bella Sofía Cárdenas no hay temor ni duda alguna: los vinilos son mejor. Cuando se presagiaba la muerte de ellos (y del libro, vaya), estos han tenido un renacimiento de tal peso y media, y ya hay todo un mercado para coleccionistas enfermos y obcecados en ellos. Mientras un par de viejos, Jacob y Maximino jugaban una partida de damas en la tienda de Catarino, éstos tenían “recuerdos (y) eran tan antiguos, que no existían discos suficientemente viejos para removerlos.”
LETRAS MINÚSCULAS
Regreso con un tercer texto. Gracias.