Café Montaigne 190

Usted está aquí

Café Montaigne 190

Llegó el momento, el tiempo de tomar decisiones graves y altas en nuestras vidas, señor lector. La pandemia no cede. Creo, no va a ceder. Soy catastrofista, usted lo sabe. En un viejo diálogo en una película de origen francés, “La mensajera”, es decir, la vida de Juana de Arco, cuando el Duque de Borgoña, creo recordar, va a entregar a los ingleses a la doncella de Orleans, presa en sus calabozos, éste le avisa y le enjareta la siguiente reflexión: “Te entrego por dinero. Sólo es eso. No creo en lo personal ni en Dios ni el diablo, por eso jamás estoy decepcionado”.

Para decepcionarse, estimado y querido lector, es necesario creer, estar ilusionado y tener esperanzas en algo. ¿La vacuna milagrosa la cual nos haría inmunes a la mordedura del bacilo? Fue una esperanza la cual nunca, nunca compré. En este generoso espacio de VANGUARDIA le he contado una y otra vez de mis lecturas en materia científica, siguiendo revistas especializadas y la opinión de virólogos respetables y reputados (como Luc Montagnier, Premio Nobel de Medicina en 1983). Cuando logro cuadrar un mínimo puzle al respecto, tomo decisiones. Y cuando tomo decisiones en mi vida, es casi imposible volver atrás. Aquello de “es de sabios rectificar”, en mi caso aplica poco. O nada. 

No es tozudez, para tozudos Andrés Manuel López Obrador. En mi caso es tomar decisiones con la cabeza fría y la razón. Sólo eso. Le decía de las vacunas y su falsa esperanza de traer paz y salud eterna a nuestras vidas. Un buen engaño de las millonarias farmacéuticas. A últimas fechas se hacen públicos resultados, estadísticas y efectividad de las vacunas para contrarrestar el temible COVID-19. La siguiente información, toda, usted la puede encontrar en sus fuentes originales en diarios en Europa. Para esto sirve la maravilla de internet, señor lector, no para hacer “memes”. Vamos por partes: la vacuna de AstraZeneca, la mayor apuesta del Gobierno mexicano con alrededor de 77 millones de dosis (por lo demás, ni llegan. Es una vez más eso: promesas de AMLO) ya está vetada en Europa para los viejos como yo (adultos mayores, pues). En lugar de protegerte, te mata.

Ante la mutación del maldito bicho y su cepa sudafricana, esta vacuna de un rango de efectividad de un 75 por ciento pasó a un ínfimo 22 por ciento. Es decir, nada. Es agua de horchata. Otra vacuna señalada como no apta para ancianos es la CanSino, la cual la producen los chinos. La vacuna rusa, la Sputnik V, tan prometida por AMLO, no ha pasado la fase 3 de pruebas y son una incógnita sus resultados. Ahora todo lo anterior en cristiano, en lenguaje cristiano es: estamos igual al inicio de la pandemia, no hay cura alguna, no hay vacunas. Y sólo hay una manera de vivir un tiempo más: no infectarse. ¿Quiere usted envejecer? Necesita cuidarse. Hoy incluso más a los meses anteriores. ¿Piensa usted en su casa, en su residencia como una cárcel más? Trate de cambiar la ecuación.

ESQUINA-BAJAN

El estar encerrado no debe afectar su imaginación y el aferrase a la vida. Usted no debe de avinagrarse. En lo personal usted lo sabe, su servidor siempre está recluido en su mazmorra para tratar de leer bien y escribir mejor. Confinado como Friedrich Hölderlin en su torre, como Michael de Montaigne en la suya. Como Sor Juana Inés de la Cruz en sus aposentos. Como el divino rapsoda Homero, preso en su ceguera. Por cierto, la dulce jerónima le dedicó en su hermético y audaz poema, “El Sueño”, unos versos de erudita estirpe al admirado Homero: “bárbaros jeroglíficos de ciego/ error, según el Griego/ ciego también, dulcísimo poeta”.

Claro. Usted recuerda lo siguiente de William Shakespeare. Cuando Hamlet está entregado a ver una obra de teatro (teatro dentro de teatro), con el fin de evidenciar la artera muerte de su padre por vía la mano asesina de su tío, cuando los cómicos y funámbulos hacen dicha presentación, sólo leen una cuarteta. A lo cual, Ofelia, la enamorada de Hamlet le espeta: “¡Qué breve ha sido!”. A lo cual Hamlet revira: “Como amor de mujer”. Imagine usted lo anterior y aplíquelo a su vida diaria: va a estar confinado un breve tiempo más, como el pasajero amor de una mujer. Aguante, resista.

“Soy hombre; duro poco/ y es enorme la noche./ Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben”. Seguramente usted los conoce, son los cuatro primeros versos del poema, uno de los más señeros, de tantos poemas altos, del poeta y único Nobel mexicano en letras, Octavio Paz. Son parte del texto “Hermandad” donde le rinde tributo y homenaje a Claudio Ptolomeo. Apenas cuatro versos los cuales abren lejanías insospechadas. Si usted lo nota y como rápida exégesis del texto, hay una especie de doble movimiento: un ir y venir divino y terreno.

 El hombre está en tierra, pero al mirar hacia arriba se busca ese estadio de inmensidad, de eternidad para estar ligado con el cielo y las estrellas: anhelo y esperanza de eternidad lo cual sólo se logra con palabras, esas tan frágiles las cuales no se lleva el viento y si se quedan entre nosotros por siempre. Se mira hacia arriba para buscar luz. Una lámpara la cual guía nuestros pasos en la densa oscuridad de esta peste bíblica. Palabras bien medidas y certeras las cuales Octavio Paz cultivó toda su vida. Pero, todo ello emparentado con los Salmos, siempre los Salmos. Lea usted el 119:105: “Lámpara es a mis pies tu palabra”. Busque usted esa luz la cual lo va alumbrar al caminar. ¿El camino es rudo y sinuoso y se puede tropezar? Sí. Absolutamente, pero no se deje vencer y tome decisiones. Llegó el momento de tomar no buenas o malas decisiones. Sólo el tomarlas y usted debe hacerlo.

LETRAS MINÚSCULAS

“El error no es tomar una decisión. El eterno error es no tomar alguna decisión”. Antonio de Galicia y Rivera.