Café Montaigne 53

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Café Montaigne 53

“Don Quijote de la Mancha” es como la Biblia, los “Ensayos” de Montaigne o “La Divina Comedia”, textos a los cuales usted le pregunta “algo”, lo que sea y, efectivamente, dichos libros le dan respuesta. Libros casi totales que mantienen en su universo gráfico la suma de ciencias, artes, vida cotidiana y todo aquello inherente al ser humano: pasiones, sentimientos, enfermedades, gastronomía, creencias, fe, religión, supersticiones, amores; pues sí, todo lo que nos rodea y lo cual nos hace humanos. En este caso estamos explorando en este café sabatino las pócimas, brebajes, ungüentos y toda suerte de enjambres y potajes mágicos para curar todo tipo de heridas que suceden en el portentoso “Don Quijote de la Mancha”.
 
El mundo ha cambiado. En aquel entonces, siglo 16, había tres humanos bien diferenciados que se dedicaban a sanar enfermos: los médicos (diagnosticaban la enfermedad y prescribían un remedio), los cirujanos (especialistas en procesos quirúrgicos) y los boticarios (verdaderos alquimistas que preparaban las medicinas, por lo general y sólo en base a yerbas). Ya de aquí derivan todo tipo de brebajes como los jarabes, las conservas, los emplastos, los ungüentos, los filtros, las aguas benditas y encantadas, y un largo etcétera. “Don Quijote de la Mancha” reboza en ejemplos de todo esto. 
 
Un rápido patrón de la primera parte: “…todos los caballeros andantes tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota de ella, luego al punto quedan sanos de sus llagas y heridas, como si mal algunos hubiesen tenido”. Por aquellos tiempos las aguas encantadas aliviaban todo tipo de padecimientos y heridas. Eran aguas encantadas, aguas de vida, aguas vivas. Hay tantas maneras de preparar este tipo de aguas como ingredientes hay en el mundo que se pueden emplear en ellas, es decir, depende del libro, del tratado consultado a los cuales se les nombraba como “Libros de secretos”; eran los ingredientes que contenían estas aguas benditas o mágicas. 
El mundo ha cambiado. En el siglo 16 había tres humanos que se dedicaban a sanar enfermos: los médicos, los cirujanos y los boticarios, de aquí derivan todo tipo de brebajes"
A saber los ingredientes: clavo, nuez moscada, jengibre, cedoaria, galanga, granos de enebro, flores de sauco, cálamo aromático, olíbano, madera de áloe, melisa, uvas pasas, rosas, cinamomo, bayas de laurel… y un larguísimo etcétera que engloba y comprende frutos, hierbas, maderas, ramas, troncos, esqueje. Y en esa profesión y oficio, hoy casi inexistente, los boticarios eran quienes “fabricaban” este tipo de aguas, ungüentos y brebajes emparentados con la magia y el conocimiento oculto y esotérico. 
 
ESQUINA-BAJAN
Y aflora una especie de curación, de sanación ya en el arcón del olvido hoy (en tiempos de Internet y tecnología digital de punta, la palabra es casi letra muerta): la curación, la sanación por medio de la palabra. Es decir, usar la palabra como remedio, la palabra y su poder terapéutico, ya sea de forma hablada o escrita. Y es que Miguel de Cervantes, como buen lector de la Biblia, lo sabía: la Escritura dice que comeremos el fruto de nuestras palabras (Jeremías 15:16). En Salmos dice que la palabra es motivo de sanación. Cuando don Quijote preparaba su tercera salida, hay un diálogo entre el bachiller Sansón Carrasco y la ama, con tal de poner cierta idea en consideración y evitar aquello. Para esto, el bachiller le pide rezar la oración de Santa Apolonia.
 
En el Quijote hay todo lo que uno quiera saber. Microcosmos universal, hay todo tipo de conocimiento, y aquí cabe todo de todo. No pueden faltar entonces los amuletos, afiches o talismanes, usados desde el origen mismo de la humanidad. Es el caso de un regalo que se le envía con una misiva de Sancho Panza a Teresa Panza, cuando éste le anuncia que va a tomar posesión como gobernador de la ínsula Barataria. El regalo es una sarta (cadena) de corales con los extremos de oro. Nada es gratuito, señor lector. Fueron corales. Es decir, al coral se le ha visto desde las culturas antiguas como un poderoso elemento con cualidades curativas. Y sus cualidades engloban aspectos medicinales, afrodisíacos, antiphates y de creencias mágicas. 
 
Cuando el regalo y la misiva llegan a doña Teresa Panza, dice textualmente (le responde a su hija Sanchica): “déjamela traer algunos días al cuello; que verdaderamente parece que me alegra el corazón…” Es decir, los corales nos liberan de ese demonio del siglo 20 y 21 que se carga más muertes que las mismas guerras: la melancolía, la terrible depresión. En fin, apenas son los atisbos de ciertos pasajes y entramado de un libro que, definitivamente, lo que usted le “pregunte”, sin duda, obtendrá respuesta. Y ya que hablamos de la Isla Barataria que gobernó don Sancho Panza, cuando la deja y renuncia a su potestad y gobernanza, espeta, “Si salgo desnudo de la isla es obvio que he gobernado como un ángel”.
 
LETRAS MINÚSCULAS
¿Transparencia, buen gobierno, rendición de cuentas, gobierno abierto? Alejandro Gutiérrez imagino, nunca leyó Don Quijote.