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Candidatos ‘ejemplares’“
"A los homosexuales hay que tratar de curarlos”. “El matrimonio igualitario no es natural”. “El homosexualismo puede deberse a una deformación física o mental”.
¿Me creerá, amigo lector, si le digo que México necesita más ciudadanos como los que expresaron las ideas arriba citadas?
Antes de ser fustigado por el inmisericorde flagelo del activismo cibernético, permítame ahondar un poco:
Sucede que en el debate social, pocas cosas hay más sobrevaloradas que el pensamiento progre.
Es decir, los progresistas le apuestan a que todos nuestros problemas se solventarán tan pronto las cerriles mentes conservadoras renuncien a sus retrógradas principios y abracen los nuevos dogmas del liberalismo.
A decir verdad, los apretados piensan lo propio (“el día que estos méndigos chairos vuelvan al rebaño, se sometan a los designios de Jesucristo Vencedor y se hinquen ante la Santa Cruz comenzará el Reinado de Dios sobre la Tierra”).
Pero son a no dudar los liberales quienes opinan que los del segmento mocho de la población tienen aun algunos débitos pendientes con la Evolución (misma que, dicho sea de paso, es al decir de éstos últimos una auténtica blasfemia).
Lo cierto es que esperar a que una sociedad se vuelva homogénea es como esperar a que no caiga un aguacero el día que lavamos el coche o el día que inauguran la Feria Saltillo.
Sin embargo, además de inútil es completamente innecesario esperar que esta improbable situación se suscite.
Las luminosas perlas del pensamiento reproducidas en el primer párrafo de este texto corresponden a los candidatos a la Gubernatura de Quintana Roo por los partidos Encuentro Social (PES) y del Trabajo (PT), Rogelio Márquez y Alejandro Alvarado, respectivamente.
Este año uno y otro alcanzarán los 62 y 68 años. Sería más necio de nuestra parte el reprocharles que su sistema de creencias sea tan del siglo 20 siendo que allí vivieron cinco sextas partes de su existencia.
De hecho, encuentro perfectamente democrático y hasta celebro que unos caballeros a su edad, en vez de estar confinados al otoñal ocio del retiro, participen políticamente y defiendan sus principios aunque los encontremos completamente obsoletos.
Y es que en el mismo combo de pronunciamientos hecho por estos venerables candidatos -mismo que para muchos de nosotros no es sino una sarta de anacrónicas barbaridades, empero para ellos son sus más firmes convicciones-, en ese mismo paquete, decía, incluyeron una cláusula que los exime de todo pecado de incorrección:
De acuerdo con estos señores y muy a su pesar, en caso de Gobernar acatarían el marco jurídico vigente y “si tienen ellos (los homosexuales) algunos derechos, habrá que respetarles sus derechos, (después de todo) son personas humanas (sic)”.
Como ya se habrá dado cuenta tampoco son unos maestros de la elocuencia. Pero lo que me interesa destacar no es su oratoria, sino su buena disposición para -en el improbable caso de que fuesen bendecidos con el sufragista favor popular- respetar lo que por Ley es inalienable a los ciudadanos: sus derechos.
Por sus palabras estimo a estos dos contendientes y a sus seguidores una manga de reaccionarios con ideales antediluvianos. De hecho, les deseo un estrepitoso, épico, fracaso en las urnas, pero dada su buena disposición a, pese a todo, respetar lo que la Constitución dicta, me parece que son de una postura ejemplar que muchos deberían (deberíamos) de adoptar, de defender nuestros principios, nuestros ideales, nuestras creencias, siempre con apego a la legalidad, nunca por encima de ésta.
Muchas veces es el problema que somos buenos para imponer nuestra santa voluntad porque claro, “yo estoy en lo correcto y todos los demás están jodidos”. Y no tengamos un tantito de poder porque inmediatamente queremos pasar por las armas a todo el que no piense como nosotros.
Incluso, si algunas leyes son injustas o anacrónicas (lo que sucede a menudo) lo recomendable es respetarla y luchar individual y colectivamente por enmendarla, a menos que viole claramente un derecho humano fundamental, en cuyo caso sí le invito a que desafíe dicha ley abiertamente.
No siendo ese el caso, lo recomendable es acatarla, sobre todo cuando buscamos acceder a un cargo de elección, en cuyo caso lo primero que nos preguntarán es si juramos respetar la Constitución y todas las leyes que de ella emanen. Justo como hacen todos nuestros gobernantes… ¿verdad?
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