“Querida esposa:

Como no se puede hablar contigo detenidamente o con calma, debido a que te acaloras fácilmente, y para responder a tus continuas quejas acerca de mi conducta en estos últimos tiempos, decidí llevar una estadística durante  un año a fin de contar con datos ciertos y estar en posibilidad de utilizarlos para aclarar culpabilidades. He aquí esa estadística, cuyos resultados, con sus detalles de fechas, horas, lugares y demás datos pertinentes, están a tu disposición.

En el curso de un año traté de hacerte el amor todos los días, es decir, en 365 ocasiones diferentes. De ellas tuve éxito solamente 36 veces, lo cual viene a significar un 10 por ciento, o sea más o menos una vez cada diez días. He aquí una relación de las razones que diste y por las cuales no tuve éxito en un mayor número de ocasiones:

“Se despiertan los niños”: 17 veces. “Hace mucho calor”: 15 veces. “Hace mucho frío”: 5 veces. “Es muy temprano”: 15 veces. “Es muy tarde”: 23 veces. Te hiciste la dormida: 60 veces. “La ventana está abierta; nos van a ver los vecinos”: 8 veces. “La puerta está abierta; pueden entrar los niños”: 6 veces. “Me duele la cabeza”: 15 veces. “Me duele la espalda”: 6 veces. “Me duele una muela”: 2 veces. “Debo guardar luto por mi abuelita, que hoy cumple 32 años de muerta: 4 veces. “Cené mucho”: 10 veces. “No estoy en el ánimo adecuado”: 20 veces. “Estuve viendo televisión hasta muy tarde”: 7 veces. “Creo que el bebé está llorando”: 17 veces. Traías una mascarilla de lodo y hierbas: 2 veces. Peinado nuevo: 15 veces. Tus papás estaban en  casa: 6 veces. “Hoy no puedo; tú sabes”: 19 veces. TOTAL: 329 veces.

“Como aclaración adicional te diré que en las contadas veces que hubo éxito las cosas no salieron del todo bien, por las siguientes causas, entre otras: 6 veces estuviste mascando chicle. 2 veces estuviste leyendo una revista. 10 veces me diste prisa. 3 veces me cortaste la inspiración al comentar que el techo necesitaba pintura. 4 veces estuviste viendo la tele. 6 veces tuve que despertarte. Y una vez me asusté terriblemente: creí que te había lastimado, porque hiciste un movimiento.

“Con todo esto, querida esposa, ¿todavía me reclamas que algunas noches llegue tarde a la casa?

Con cariño, tu esposo”.

Aparentemente humorística esta carta encierra en verdad un mensaje importante. En virtud del contrato matrimonial, y también por mandato religioso, los casados están obligados a cederse mutuamente sus cuerpos para la procreación de la especie, la sedación de los naturales impulsos de la carne y la ayuda mutua. Cuando sin causa justa se evade esa obligación, se falta gravemente a la moral del matrimonio y a lo que se debe al otro esposo. Y que una cosa quede clara: esa obligación no es nomás de la esposa: es del marido también. De modo que desde este momento el autor buscará la “Carta de una Esposa” sobre este mismo tema, y la dará a conocer para poner de manifiesto así algunos de los muchos errores en que los maridos incurrimos. Seguramente la carta será mucho más larga.

Por ahora quien esto escribe espera que, entre broma y veras, la carta que transcribió sirva para reflexión y contribuya a la felicidad de algunos, a fin de que sean como aquellos esposos que al llenar su solicitud de pasaporte, en el renglón donde decía “Sexo” pusieron de común acuerdo: “¡Muy bueno! Y a diario, gracias a Dios”.