Ceguera a los sistemas

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Ceguera a los sistemas

Estoy escribiendo desde Cancún, ciudad sede de la Conferencia sobre Sistemas Complejos 2017. Es la edición 14 de esta reunión anual de cobertura internacional. Bajo la dirección de José Luis Mateos y Carlos Gersherson de la UNAM, se han reunido a más de 500 mentes extrabrillantes de todo el mundo. 

Así como el microscopio permitió ver los microbios que nos enferman, las nuevas técnicas de computación nos permiten ver “redes” de conexiones complejas que jamás veríamos sin su ayuda. Por ejemplo, miles de leyes se pueden mapear mostrando empalmes o vacíos. Los genomas se pueden rastrear. Científicos menores a 30 años han descubierto que el sistema nervioso en los animales ha tenido tres diferentes orígenes. 

La UNAM no se queda atrás. Gersherson es una autoridad mundial en materia de movilidad. Sus descubrimientos para hacer redes inteligentes de semáforos que se sincronicen aplicando ciertos algoritmos (recetas matemáticas) están causando sensación. También aporta a la mejora del servicio de trenes en Europa. Un mexicano enseñando a alemanes, ingleses, suizos, holandeses y franceses. Asombroso. 

Mi preocupación es que todos estos conocimientos —que son como nuevos lentes para ver mejor— son una realidad tangible, pero la sociedad y su Gobierno se siguen rezagando en su adopción. Es como decir: “preferimos estar ciegos que usar pupilentes”. 

La ceguera a los sistemas azota a todas las sociedades del planeta, sólo que en México se nota mucho. Somos los ricos con más pobres. Tenemos mucho más que ganar si corregimos el rumbo. Nuestra Constitución es un “sistema” bastante sofisticado, sólo que no la hacemos cumplir. Sin corregir errores, cualquier sistema se vuelve algo así como un gran tumor canceroso. Lo que nos debe salvar es lo que nos mata. 

Las estructuras de concreto son un buen ejemplo. Nos deben dar protección, pero si están construidas con engaños, con malos materiales o sin cumplir especificaciones se convierten en trampas mortales. 

Las estructuras policiacas son otro ejemplo. Un policía debe ser nuestro amigo, nuestro protector, nuestro apoyo en tiempos de emergencia. Pero cuando se ubican en el lado equivocado de la ecuación de control; en vez de apoyo, son amenaza; en vez de ayuda, son dolores de cabeza; en vez de defensores de la Ley, se vuelven sus violadores. 

No es fácil entrenarse a ver sistemas. Por definición, un sistema complejo no se puede describir en su totalidad. Los asistentes al CSC en Cancún los describen con fórmulas matemáticas. Luego manipulan las fórmulas para hacer pronósticos. Si el modelo no encaja, le siguen buscando. 

Tenemos muchos científicos de nivel mundial. El doctor Molina, que inauguró la Conferencia, obtuvo un Premio Nobel en años pasados. Pero se nota que los políticos terminan imponiéndose a la comunidad académica a través de controlar los presupuestos para investigación. Gracias a esta intromisión, terminamos con mucha ciencia sin clientela, es decir, investigaciones que no están 
conectadas con una necesidad o problema real de la sociedad. 

La ceguera a los sistemas entre los ciudadanos es grave, pero entre los políticos y gobernantes tiene consecuencias fatídicas. Nos dolemos de las víctimas de los temblores con toda razón, pero nuestras burocracias ciegas matan muchas más personas al mes que los últimos temblores. 

El doctor Luis Bettencourt, experto mundial en ciudades, aseguró que las ciudades pueden tomar una primacía sobre los estados de la República. Podríamos vivir mucho mejor sin gobernadores corruptos. Se puede eliminar este nivel de Gobierno totalmente. Es una opción a considerar. 

Sería bueno, en plan propositivo, armar un escenario del México posible si nos decidimos a ponernos los pupilentes para ver sistemas problema y reemplazarlos con sistemas solución. La ceguera involuntaria es curable 100 por ciento.

javierlivas@prodigy.net.mx