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Civil war 2

México hemos estado entretenidos con el tema electoral, el triunfo de AMLO, tratando de entender si la corrupción está en peligro de extinción, si encontraremos la fórmula para que la economía crezca más y de forma sostenida, si es mejor hacer gasolina en México que importarla, si el TLC 2 es el antídoto a todos nuestros males, si Bartlett ya se reformó, si la crisis migratoria en la frontera norte tiene remedio, si se legalizarán las drogas, si hay forma de detener el flujo de armas y dólares (ilegales ambos) que envenena y asesina lentamente a nuestro país, si Trump y AMLO pueden ser amigos. Todos temas relevantes que captan nuestra atención y que seguirán evolucionando poco a poco, de aquí a que tome posesión el nuevo Gobierno y empiece a demostrar si las intenciones se convierten en acciones.

Mientras, en Estados Unidos se viene formando una tormenta perfecta que pasa desapercibida para la mayoría de los mexicanos. Tengo casi una década viviendo en el estado de Michigan, parte de lo que se conoce como el Midwest. Desde aquí se percibe y se siente la división que existe entre los ciudadanos de ese país. El efecto Trump tiene muchas connotaciones, generalmente entendidas en el ámbito comercial y diplomático mundial, pero ha pasado por debajo del radar la desconexión que existe entre regiones de su país, entre el medio rural y urbano, entre evangelistas contra sus demonios (reales e inventados), entre los blancos contra el resto, entre blancos racistas contra todo lo que no sea como ellos, entre republicanos contra demócratas, republicanos contra Trump (todavía pocos), nativistas contra proinmigrantes, Gobierno contra la prensa. En medio de esto, existen dudas acerca del rol que jugaron los rusos en la elección de 2016, qué tipo de interferencia generaron y si de alguna forma se coludieron con Trump y su equipo para influenciar el proceso electoral, que por cierto es mucho más frágil que el mexicano. Existe un fiscal especial que está investigando la influencia rusa y sea cual sea el resultado significará una profundización de las divisiones que ya existen. Será un paso más hacia lo que percibo como la segunda guerra civil de los Estados Unidos y tal vez el paso decisivo para que este imperio que ha sido la superpotencia y el país más influyente del mundo por 70 años deje esa hegemonía a China. Esta guerra civil que se ha venido gestando por unos años parece imposible de evitar y no solamente los Estados Unidos y sus ciudadanos pagarían las consecuencias.

Un nuevo orden mundial, con Estados Unidos debilitado y China a la cabeza, significaría un giro drástico en la forma en la que se hacen negocios y se transmite cultura por el mundo. Pasaríamos de ver la democracia como un valor universal, a ver a dictadores y partidos hegemónicos como lo nuevo normal. Si pensábamos que los Estados Unidos eran imperialistas, esperen a ver cómo China querrá comerse al mundo en una década. Estados Unidos tratará de entender si Trump es un traidor o bien, de ser exonerado, cómo evitar que el trumpismo se afiance como la nueva corriente ideológica de un país tan diverso e incluyente como Estados Unidos.

En cualquiera de los casos, el panorama no es positivo para los Estados Unidos. Tienen un gobierno “republicano” que se comporta como todo menos como tal. Ampliando déficits, endeudándose, cerrándose al libre comercio, abrazado de una biblia pseudocristiana hueca mientras es incapaz de distanciarse del racismo, odio y xenofobia que su presidente escupe a diario. La segunda guerra civil parece inevitable.

@josedenigris
josedenigris@yahoo.com